sábado, 25 de mayo de 2013

La cueva de la Reina Quilama : la última reina goda

Monumento a la Reina Quilama. San Miguel de Valero
FOTOGRAFÍA : ARMANDO MANRIQUE
BLOG LITERARIO Y FOTOGRÁFICO
Existe una leyenda perfectamente ambientada, en una de las áreas montañosas mas intrincadas del sur de la provincia de Salamanca: la de la reina Quilama que en épocas pretéritas vivió en la cueva del mismo nombre custodiando grandes riquezas. Más de un incauto ha intentado apoderarse de ellas, habiendo pagado a veces con la vida y otras con la pérdida de la razón.
Se cuenta que en las noches claras sobre todo por San Juan, brota del fondo de la cueva un conjunto de ruidos y lamentos: es el espíritu de la princesa mora, quien permanece sujeta a un encantamiento. A veces sale de su escondite y entonces se la puede ver en las inmediaciones del río Quilamas, con el que se comunica mediante un pasadizo desde las entrañas de la cueva.
La cueva se encuentra ubicada en la ladera sur del pico que lleva su nombre, en un lugar de difícil acceso y enigmático por el sustrato legendario que la acompaña. La leyenda relaciona este lugar como el refugio del último rey godo Don Rodrigo y de su bella amante la reina Quilama, que huyeron por este lugar que comunica con el pico del Castillo Viejo de Valero. También cuenta la leyenda que en su interior en intrincados laberintos y pasadizos se encuentra escondido el tesoro del rey godo Alarico. 
Desembocadura del río Quilamas en el Alagón
Se decía por los pastores que antaño recorrían estos parajes acompañando a sus rebaños, que la Cueva era una mansión infernal, un antro de seres malignos, cuyas carcajadas y risas estridentes y horribles llegaban en las noches invernales hasta los chozos en los que dormían. El caso es que un albañil que se aventuró en la gruta en busca del tesoro, desapareció y no se volvió a saber más de él, engullido en las profundidades.

En todos los casos las moras guardan las riquezas contra la codicia de los hombres, quienes solamente podrán apoderarse de ellas mediante el desencantamiento de aquellas. Y parejo a ello, puede producirse el descubrimiento de tesoros en las inmediaciones. De hecho en el caso de la cueva de la Quilama, se conserva memoria de un hallazgo de ese tipo en un castro próximo a cargo de un pastor.  

LEYENDA DE LA REINA MORA QUILAMA II

Decían los viejos que en la sierra había una reina. Que la reina murió de pena y aquí yace enterrada. Que la reina no era reina, sino la amante secuestrada por don Rodrigo a su padre el conde don Julián.

Que don Julián se alía con los árabes y derrotan a Rodrigo. Y que este se retira con el tesoro de los visigodos y la bella Quilama y en lo alto de la sierra se construye un castillo y un palacio subterráneo para su amada, que por eso llamarán La Cava.
Que don Julián y el moro Muza al castillo ponen cerco trayendo hasta La Bastida a sus mesnadas. Que la Quilama muere de pena, al ver a su amante y su padre enfrentados. Que Rodrigo la entierra con su tesoro en una gruta secreta que conecta con la cueva de la Buitrera por cuya boca él huye de don Julián y los sarracenos.

Que los moros dan vuelta al castillo buscando el tesoro y a Quilama y a don Rodrigo pero no encuentran nada. Que los días de luna llena aún se oye a Quilama llorar desconsolada mientras al río va a buscar agua.  
Que estas cosas contaban los viejos y aunque todos los que las oyen no dan crédito a sus palabras dicen que hay quien metió un perro en la cueva y apareció en Valero a la semana.

Y juran que es verdad que al padre del Tío Precioso, estando de cabrero en Castil de Cabras, se le acercaron dos hombres a caballo preguntándole por Chivo y Cabra. Y explicándoles él que aquello era Castil de Cabras, estudiaron un mapa que llevaban y tras escarbar en la tierra sacaron un cofre lleno de monedas de oro y que en agradecimiento a el le dieron una que valía como las ganancias de todo el año.

Y no falta quien entre las viñas ha escarbado buscando el tesoro de Quilama.



Texto : Pedro González Gallardo

1 comentario:

  1. Que historia más bonita S. Pedro González. Desde Barcelona la leí con mucho interés...

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