martes, 11 de junio de 2013

Entre la sencillez de las encinas

De azul y verde se llenan mis ojos.
En mi pecho anida la jara
y mis manos llevan el olor de la flor del cantueso.
El aire de la dehesa me susurra al oído
los quejidos de los toros y el trémulo canto
de los petirrojos y las abubillas.

Es como un concierto sagrado.
Mi piel se reviste del frescor
de los humedales y pastizales.
Al filo de la soledad, mi alma busca la calma
en la última luz que acaricia la hierba
y la serenidad de las charcas. 

La paz está ahí,
entre la sencillez de las encinas y alcornoques,
en la quietud de los robles y quejigos.
Siento felicidad al agarrar la mano de mi hijo,
que resiste la dureza del recorrido
en dirección a la Ermita del Cristo de Cabrera,
donde una talla de madera románica
escucha el dolor y el amor de los romeros.

El campo me habita por dentro.
Atado al silencio, he dejado atrás la tristeza
y algo dice a mi corazón
que el cielo y la tierra caminan a mi lado.


Voy con Dios. Eso es todo.


Autor : Juan Carlos López Pinto

No hay comentarios:

Publicar un comentario