viernes, 15 de agosto de 2014

Una luz especial sobre La Alberca

Fotografías : Salamanca24Horas
Cae en oblicuo una luz especial. Hay pleamar de turistas por la calle Tablao. Huele a humedad, a sol viejo, a garrapiño, a altramuces, a turrón… El gentío se va agolpando, bajo los soportales de la plaza primero, cuando estos rebosan como la mies entre los adrales, la plaza toda se va volviendo de carne. De fondo, de alguno de los solanos, llegan abotargadas las notas del tamboril; todo es run run. La Virgen se sabe el día, se deja llevar, recibir, admirar… va pasando en silencio hasta ocupar su lugar de recepción, en el meridión de la Plaza Mayor, la plaza que puestos en son de tradición es hoy kilómetro cero de todas las fiestas de España. Van pasando trajes y vistas, guapas serranas que fueron novias y hoy son esposas, hijas y herederas de tradiciones ancestrales, modas que nunca dejan de serlo, plasmas de lino en manteos, colchas, paños y algún geranio desvaído y fuera de tono. Van pasando horas y mayordomos, autoridades, danzantes y turistas, en retorta, dando adobe de carne a la Plaza Mayor, mientras la Reina del Día, la Reina de Agosto, o del “Diagosto” que bautizaron aquí en alguna ocurrencia mondando frejones a la fresca, va abriéndose camino hacia su sitio reservado por siempre.
Hay run run, y chirrío de tamboril, voces que se hablan al oído, miradas que se entrecruzan, saludos entre actores de escena y público de platea… Parece improvisado todo, como si en este mismo momento fuera llegando la inspiración, pero nada es lo que parece… tres genuflexiones, un ofertorio, dos, cientos, protocolo militar en acto civil, y van pasando ante la Reina autoridades, mayordomos, familiares según trae el libro de familia el parentesco. Que hasta en esto de adorar a Dios tiene el apellido su peso.
Y alguien pide silencio, se chista, o el mismo silencio se pide a sí mismo por momentos, para no mancillar del run run que no cesa momento tan solemne. 
Va escalando el sol su cuerda y llega la hora del baile, la vieja plaza albercana aprieta los lomos, se nota bajo los pies que unos a otros se van arrimando para dar paso a los danzarines que al son del tamborilero entonan la cruz, formándola recta y recia sobre el empedrado, no para que lo vean los hombres, sino para que sea contemplada por los cielos… Así se ofrendan los bailes en La Alberca, con rigor geométrico, con palos, rimas y paloteos, con mozas que se le vino pequeña la labor del ganchillo y decidieron tejer un ramo sin igual…
Huele a historia viva en este Diagosto, pero esto, se imagina, es cantar de cantares y costumbres de brocha gorda, tal como lo imaginara el gran Sorolla, el que supo ver esa luz oblicua tan especial… 

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