![]() |
Fotografías : Salamanca24Horas |
Cae en oblicuo una luz especial. Hay pleamar de
turistas por la calle Tablao. Huele a humedad, a sol viejo, a garrapiño, a
altramuces, a turrón… El gentío se va agolpando, bajo los soportales de la
plaza primero, cuando estos rebosan como la mies entre los adrales, la plaza
toda se va volviendo de carne. De fondo, de alguno de los solanos, llegan
abotargadas las notas del tamboril; todo es run run. La Virgen se sabe el día,
se deja llevar, recibir, admirar… va pasando en silencio hasta ocupar su lugar
de recepción, en el meridión de la Plaza Mayor, la plaza que puestos en son de
tradición es hoy kilómetro cero de todas las fiestas de España. Van pasando
trajes y vistas, guapas serranas que fueron novias y hoy son esposas, hijas y
herederas de tradiciones ancestrales, modas que nunca dejan de serlo, plasmas
de lino en manteos, colchas, paños y algún geranio desvaído y fuera de tono.
Van pasando horas y mayordomos, autoridades, danzantes y turistas, en retorta,
dando adobe de carne a la Plaza Mayor, mientras la Reina del Día, la Reina de
Agosto, o del “Diagosto” que bautizaron aquí en alguna ocurrencia mondando
frejones a la fresca, va abriéndose camino hacia su sitio reservado por
siempre.
Hay run run, y chirrío de tamboril, voces que se
hablan al oído, miradas que se entrecruzan, saludos entre actores de escena y
público de platea… Parece improvisado todo, como si en este mismo momento fuera
llegando la inspiración, pero nada es lo que parece… tres genuflexiones, un
ofertorio, dos, cientos, protocolo militar en acto civil, y van pasando ante la
Reina autoridades, mayordomos, familiares según trae el libro de familia el
parentesco. Que hasta en esto de adorar a Dios tiene el apellido su peso.
Y alguien pide silencio, se chista, o el mismo
silencio se pide a sí mismo por momentos, para no mancillar del run run que no
cesa momento tan solemne.
Va escalando el sol su cuerda y llega la hora del
baile, la vieja plaza albercana aprieta los lomos, se nota bajo los pies que
unos a otros se van arrimando para dar paso a los danzarines que al son del
tamborilero entonan la cruz, formándola recta y recia sobre el empedrado, no
para que lo vean los hombres, sino para que sea contemplada por los cielos… Así
se ofrendan los bailes en La Alberca, con rigor geométrico, con palos, rimas y
paloteos, con mozas que se le vino pequeña la labor del ganchillo y decidieron
tejer un ramo sin igual…
Huele a historia viva en este Diagosto, pero esto, se
imagina, es cantar de cantares y costumbres de brocha gorda, tal como lo
imaginara el gran Sorolla, el que supo ver esa luz oblicua tan especial…
No hay comentarios:
Publicar un comentario