jueves, 11 de septiembre de 2014

CONOCE FRESNEDOSO, VIVE FRESNEDOSO

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Las casas de Fresnedoso se arraciman, algunas prietas, otras desencajadas, en su valle abierto a los pies de las primeras estribaciones de la Sierra de Béjar. La Umbría, la Cabeza Gorda y las Cuestas cierran este precioso enclave donde surgió, seguramente a la sombra de un bosque de fresnos, el pequeño pueblo de Fresnedoso.
Antaño apellidado "de Béjar", por ser los señores de la Villa los que tenía jurisdicción sobre el pueblo, Fresnedoso viste de larga historia, poblada (o repoblada) por Alfonso VII de Castilla, cuando estos lares eran pasto de frontera entre León y Castilla y los caballeros de Ávila andaban por el lugar encastillándose.
Tierra de artesanos y de canteros, las calles y edificios de Fresnedoso son ese canto al cincel y a la maza. Hasta el más humilde de los corralones, venido abajo o tragado por la intemperie, aun conserva sus jambas y dintel fabricados a granito. Recibos de lo que antaño fue este enclave, con la humildad y el poderío que da el arraigo de la piedra.
Y el agua, claro, en lugar tan esbelto no puede faltar el agua, con los pilares que salpican el pueblo y que Arroyo Cimeros, Sangusín, Alagón y Tajo mediante, llevan los deseos de Fresnedoso hasta el mar.
Una torre para dominar la historia
Cantaba Antonio Machado aquello de “la plaza tiene una torre, la torre tiene un balcón, el balcón tiene una dama, la dama una blanca flor”. Uno de los elementos más característicos de Fresnedoso es su torre exenta. Aupada en una elevación del terreno, junto a la iglesia parroquial, ambos, torre e iglesia, se desplazan del pueblo hacia el oeste. La vieja torre, perfectamente conservada y ahora campanario, proviene de una torre de vigilancia del siglo XII. El conjunto arquitectónico es de una gran belleza, cementerio, iglesia, torre, cruces y castaños vigilan la vida tranquila del pueblo, como un pastor aupado al canchal, o viendo llegar a los viajeros desde “el ventorro” de Fresnedoso, añejo lugar de correos y caballerizas que daba servicio a la Vía de la Plata.
Bueno es contar como continuaba el poema de Machado acerca de la torre y su dama… “ha pasado un caballero, ¡quién sabe por qué pasó! y se ha llevado la plaza, con su torre y balcón, con su balcón y su dama, su dama y su blanca flor”. Así aguarda Fresnedoso, quizás imaginado con un ramo de flores en la mano, preguntándose porqué se llevó el caballero su torre tan lejos
Fresnedoso hoy
Fresnedoso es un pueblo donde perderse, donde olvidar los trajines del mundo y desde el que ver el alba amaneciendo por las crestas bejaranas. Donde canjear la nieve del invierno por una moneda de tranquilidad o prestar la imaginación al verano allende las eras en los tiempos de la siega y la trilla. Donde imaginar el silbido lejano del tren, ya apagado, por las vegas de Sanchotello. Donde disfrutar de sus fiestas, que, cómo no, vienen de la excusa de Santos y Cristos, el de la Salud (que la guarda y bien), el de San Antonio Abad (patrón del municipio) o San Cristóbal, que bendice vehículos y conductores en estos patronazgos modernos.
Hasta el mismo ayuntamiento, antiguo cementerio, ermita y escuela, guarda en su interior los sustratos del paso del tiempo. Un paseo por Fresnedoso es caminar por la Salamanca rural y primigenia, más allá del turismo de masas y de souvenir de recuerdo. Un lugar NATURALMENTE TRANQUILO.

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