viernes, 10 de julio de 2015

El ciclo divino y humano del Carrascal de Valdefuentes

ENTRESIERRASrd | La patrona de Valdefuentes de Sangusín ya aguarda en el silencio de su ermita a la llegada de las fiestas de septiembre
"Virgen del Carrascal, hermosa Reina del Cielo, Madre de Dios y Madre nuestra, no te olvides nunca de ninguno de tus hijos. Tú eres el lazo de unión, por los siglos de los siglos, de los presentes con los que ya se han ido y los que aún no han nacido"
Así reza uno de los cantares que los vecinos de Valdefuentes de Sangusín dedican a su patrona, Nuestra Señora del Carrascal. El paraje donde esta Virgen campera reposa es uno de esos lugares de Entresierras en los que la línea que separa lo humano y lo divino se suspende de un hilo, seguramente anclado el cielo a la tierra a través de las raíces del imponente moral, Catedral Viva de la comarca y que, como un guardián pretoriano, custodia la pequeña ermita y la faraónica plaza de toros, cuadrada de antigüedad.
Allí descansa, vuelta al hogar, la pequeña Virgen del Carrascal, rodeada de encinas, de silencio, dando la bendición a los escaños vacíos, imponente en su retablo hecho de fe. Y de silencio. La Patrona regresó a su casa después de pasar la primavera en la iglesia parroquial, procesión mediante, de ida y de vuelta, romerías de hoy y de antaño. Desde la fiesta de Pentecostés en que la talla es portada al corazón del pueblo hasta el 28 de junio, en que es devuelta a la ermita a kilómetro y medio del casco urbano, la Virgen del Carrascal va recordando bailes charros y meriendas a la sombra, tranquila, decimos, frente al banco ausente de los feligreses, en el sol y sombra que va cayendo por la ventana del poniente.
En todo caso, y aunque las visitas suelen importunar este silencio, van cayendo las horas mansamente, en recuento de calendario y de liturgias, ya deshojando la agenda que traerá hasta este mágico lugar los festejos de septiembre.
Entonces volverá a iniciarse el ciclo. El del cielo y el de la tierra, balanceados sobre las ramas del moral custodio, en ese lazo de unión que, por los siglos de los siglos, entrelaza a los que ya se han ido con los que aún no han nacido.


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