ENTRESIERRASrd | Domingo
Sánchez Blanco, uno de los artistas de vanguardia del panorama nacional,
trabaja en un proyecto de "arte total" en el pequeño municipio
salmantino
Decía el poeta francés Paul Éluard que
"existen otros mundos pero están en este". Seguramente un axioma
similar a este es el que ha empujado al artista salmantino Domingo Sánchez
Blanco a buscar otros mundos dentro de este, mundos que conecten a través del
sentimiento, porque como bien dice, "el arte y la música son las únicas
obras humanas que no entienden de fronteras ni de idiomas".
Sánchez Blanco es un artista consolidado,
"dibujante en el espacio de frontera", como él mismo se autodefine. Y
es en ese espacio fronterizo, el que delimita territorios y al mismo tiempo se
define a sí mismo como "lugar de paso", donde este artista ha
decidido instalar su genialidad.
Hondura de Huebra es uno de esos municipios de
frontera. El pueblo se encuentra a caballo entre las primeras estribaciones de
la Sierra de las Quilamas (que abren las carnes a la tierra para formar la
monumental Sierra de Francia) y la dehesa del Campo Charro, ese mar de espuma
de encina y tierra que parece yerma e ignota, como aquellos films de
Technocolor en el que indios y vaqueros medían testosterona.
"Este pueblo es un atractor", comenta
Sánchez Blanco. "Tiene 'algo' que atrae a artistas, aquí vienen en verano
a pasar sus vacaciones y a conectar con esos otros mundos personas con una
sensibilidad especial, desde poetas a metafísicos".
En este pueblo 'de frontera', de frontera entre
dos mundos y dos formas de entender la ruralidad, que al mismo tiempo forman un
todo, el antagonismo entre el hombre de la dehesa y el de la Sierra, en este
lugar diminuto ha encontrado el artista su inspiración.
"Una inspiración que va más allá. Es la
inspiración de la madurez. De crear, de conectar". Una inspiración que es
a la vez una batalla y un desahogo.
El
misterioso caso del escarabajo de Hondura
Aquí, en este retiro del mundanal ruido, pero con
un oído puesto en el mundo, aislado pero "conectando", Domingo
Sánchez Blanco ha puesto en marcha su último proyecto. Una "locura",
pero una locura razonada, que es el motor que inspira la evolución humana.
A la busca de conectar este "mundo rural de
comanches" con el resto de mundos, Sánchez ha ideado una obra grandiosa,
diferente, fuera de lo común. "Desde siempre hemos tenido la idea de hacer
algo único en este lugar. Primero fue el diseño de una torre. Luego surgió el
proyecto… del escarabajo".
En un pequeño solar en el corazón del casco
urbano de Hondura de Huebra, Domingo y su equipo se han puesto manos a la obra
para crear una obra integradora: un edificio coronado por un gran escarabajo,
una "cajita de arte y conexión entre los artistas", un lugar donde
además se pueda vivir y, matiza con solemnidad, "de manera
sostenible".
"La sostenibilidad es algo
primordial", comenta orgulloso. "En todos los sentidos. Tiene que
añadir valor al pueblo y al territorio sin aniquilar su esencia. Y tiene que
ser útil. Yo podría crear aquí el edificio más lujoso del mundo, el más cómodo,
el más transgresor y que luego no sirviera para nada. El arte tiene que servir
para algo. Para inspirar. Para remover. Para sumar en todos los sentidos. El
arte tiene que ser receptáculo del arte".
Con esta premisa, Sánchez Blanco ha conseguido
una segunda "obra de arte", seguramente más importante que el propio
edificio que ha diseñado y cuyos pilares ya comienzan a atisbarse entre un mar
de puntales amarillos. La gran obra de aunar esfuerzos.
Esfuerzos llegados desde diferentes ámbitos y
puestos "al servicio de la causa" de manera altruista. Empresas (de
toda España, no solo de Salamanca) y personas que acudieron a la llamada del
artista atraídos por la fuerza de su proyecto.
"Es un milagro", se confiesa Domingo
casi en voz baja. "Para mí es el mayor éxito de esta iniciativa, que 25
empresas, algunas de ellas con proyectos a nivel internacional y por tanto
totalmente consolidadas, hayan acudido a la llamada del arte por el arte. Es un
auténtico milagro".
Un milagro, sin duda. En tiempos en que el peso
del sentimiento se mide en balances de contabilidad, Domingo Sánchez Blanco ha
conseguido que su proyecto sea un foco de atracción, solo con su experiencia,
con la palabra y con el brillo de sus ojos cada vez que pronuncia esa palabra:
'Escarabajo'.
Al atardecer, tras una jornada de trabajo de sol
a sol (en el más caluroso sentido de la palabra), sentado a la sombra de la
terraza de su casa en Hondura junto a su hijo y su mujer, sonríe. Hoy le
acompañan los constructores 'Domínguez y Manuel' y un trabajador de la empresa
Sierra de Francia, S.L. que desde las siete de la mañana han trabajado en los
cimientos de la azotea que acogerá las posaderas del escarabajo.
"Los empresarios que hemos apostado por
este proyecto", comentan en mitad de la tertulia, "lo hacemos porque
creemos en él, porque creemos en la simbiosis entre 'construir' y 'crear'.
Nosotros construimos y necesitamos crear, Domingo crea y necesita
construir".
Hay una mirada especial en todos ellos, una
pasión que 'feromona' el ambiente. En todos ellos se atisba esa mirada de
locura, de locura razonada, de quienes saben que "existen otros mundos
pero están en este" y que solo hay que saber buscar para encontrar la
idea, crear la forma y construirla.
El misterioso caso del escarabajo de Hondura se
resolverá en los próximos tiempos. "Lo que tenga que ser será",
comenta Domingo con la sabiduría de quien ya ha caminado esta senda.
"Mientras tanto disfrutaremos de ello y nos sentiremos vivos".
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