ENTRESIERRASrd | Vecinos y
amigos de la localidad han disfrutado de seis días de festejos en los que se
aúnan el ocio y la tradición local
La Quema del Puchero fue el acto final en la
noche de ayer miércoles para echar al cierre a las fiestas de Tamames. Los
vecinos de la localidad salmantina han disfrutado por todo lo alto de casi una
semana de festejos en los que la tradición, las actividades para todos los
públicos, el buen ambiente y la pasión taurina han puesto el broche a unas
multitudinarias fiestas en honor al Santo Cristo del Amparo.
Como manda la tradición el gigantesco puchero,
realizado este año por José María Lapeña, fue prendido en un acto que aúna la
tradición y la historia de este municipio a caballo entre el Campo Charro y la
Sierra. El puchero, y la alfarería en general, han sido el motor económico del
municipio durante siglos, incluso entregando el cariñoso apelativo con que se
conoce a los vecinos de Tamames: puchereros.
La Quema del Puchero supone un nexo de unión
entre pasado y presente y de punto de mira hacia el futuro, una seña de
identidad que en este pueblo mantienen viva aunque sea en modo lúdico-festivo.
La
artesanía especial de Tamames
Según explica Ramón Grande del Brío en su
'Historia de la villa de Tamames' ya en 1750 había en Tamames ocho maestros,
ocho oficiales y seis aprendices de alfarería. Destacados alfareros eran, allá
por 1950, don Bruno García y don Antonio de Santiago Sánchez, además de
Francisco y Andrés García, quienes han continuado practicando el oficio hasta
hace unos años.
Aunque en otros puntos de la provincia de
Salamanca también se ha venido manteniendo, hasta épocas recientes, la
actividad alfarera, ha sido en Tamames donde ésta ha alcanzado, en determinados
aspectos, mayor renombre. Así, por ejemplo, era únicamente en esta villa donde
se practicaban dos coceduras. La primera de ellas iba destinada a templar la
loza; después de vidriarla con sulfuro de plomo, se procedía a la segunda
operación, que al igual que la anterior, se realizaba en unas tres o cuatro
horas. En la primera cocción, se utilizaban tres cargas de roble; en la
segunda, un carro de brezo
Los productos que salían de los hornos alfareros
de Tamames eran cazuelas, ollas, cántaros, barreñones, caloríferos,
calvocheros, algunas tuberías, y, sobre todo, pucheros y artículos de juguetería.
Cuando algún cacharro se agrietaba, se decía que estaba bramao; entonces, para
curarlo, se recurría al empleo del cerute de las orejas de los burros,
sustituido más modernamente por el sebo colorado. La operación de curar los
cacharros corría a cargo de las alfareras.
La loza fabricada por los alfareros de Tamames
llegaba hasta Salamanca, Alba de Tormes, Peñaranda, Sierras de Francia y Béjar,
partido de Ciudad Rodrigo, comarcas zamoranas de Aliste y Sayago, diversos
puntos de la provincia de Valladolid, algunos otros de Cáceres, y también de
las tierras abulenses de El Barco.
Fotografía : Luis de Arriba Serrano /
Juanjo Luis Gallego
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