lunes, 23 de noviembre de 2015

El Zarzoso o la puerta del cielo

ENTRESIERRASrd | La compañía teatral 'Lazarillo de Tormes' lleva su obra 'Teresa, la Jardinera de la luz' hasta el convento de Porta Coeli en El Cabaco
A Teresa de Jesús, mujer seductora por naturaleza, nada le parecería más seductor que el convento del Zarzorso, en El Cabaco, para recibir a la obra de teatro que con tanta pasión y rigor la está presentando durante este año del centenario de su nacimiento por todas las localidades de nuestra geografía que de este montaje han querido disfrutar. 
El grupo de actores del Lazarillo de Tormes de la ONCE, se transforman en personajes del siglo XVI, en el que vivió Teresa, para dar vida a un grupo de monjas carmelitas que llegan a la iglesia de Alba de Tormes, donde se encuentran con un enviado de la inquisición que les interroga cruelmente acerca del comportamiento de su madre y no les permite pasar con ella sus últimos momentos.
Con este sencillo argumento y con una duración de algo más de una hora, los espectadores se sumergen con facilidad y concentración palpables en la vida de una Teresa que se la empieza a entender como santa por su total integridad como mujer en este mundo, y más concretamente en el suyo. Trabajadora incansable por las mujeres de su tiempo, esclavas en un mundo de hombres que no las amaba y no las dejaba elegir a quien amar. Teresa les presentó a Dios y las hizo libres. A partir de ahí todo resultaba fácil, hasta el hecho de acceder a la cultura y ser feliz en lo cotidiano. Sólo las normas establecidas por el mundo levantan los muros de la injusticia. Esta paradoja convierte a la carmelita en la reina de las paradojas y en un lenguaje plagado de ellas consigue explicar su apasionada relación con Dios.
…sus hábitos del color del camino…
¿Quién mejor que un grupo de monjas saben de esto? Abrir las puertas de su convento, su iglesia, y en definitiva su vida, elegida libremente en estos términos, no es más que abrir sus ventanas por las que cada mañana entra la luz que ilumina su existencia. El público se siente transportado a otro mundo sin moverse del sitio, porque en el convento del Zarzoso y su entorno incluido, se confabulan todos los elementos para que esta obra cobre especial sentido. 
Era fácil imaginar al grupo de monjas carmelitas aproximándose al monasterio entre las encinas de la dehesa charra, sorteando zarzas para que sus mulas no se lastimen. La tarde va cayendo entre luces rojizas y sus hábitos del color del camino que los impregna de polvo, las envuelve con su estameña de lana de cordero que las protege del árido frío del otoño castellano. Las mulas quedan a la puerta y las hermanas entran decididas por el arco de medio punto que da acceso a la iglesia del convento.
Inician un avance solemne hasta el altar, polvorientas, cansadas, pero elegantes y dignas. Allí arriba, las esperan unas figuras que resumen la esencia de su madre. En el centro, la Virgen asciende al cielo, como lo está a punto de hacer Teresa. A un lado donde como bien se significa en su hornacina lateral, la Luz de un crucificado refleja toda la que su jardinera ha sembrado en el mundo. Desde este momento, todo lo expuesto en los textos de esta bella obra de teatro adquieren su total dimensión. Los espectadores sobrecogidos esperan que las carmelitas desaparezcan hacia las dependencias del convento para ver a su querida Teresa, mientras las ven evolucionar por el altar ante un dominico que, en lo alto del púlpito, las provoca para dar lugar al relato de una historia tejida a base de hechos históricos, situaciones cotidianas para las hermanas, retazos de unas personalidades firmes y voluntariosas, ante las injusticias y difamaciones hacia su maestra, que les cede sus poemas, fundaciones y palabras claves de su existencia, para que elaboren la defensa que hará que el pobre y confundido reverendo se arrodille ante ellas deslumbrado por la luz de la verdad de esta gran mujer.
Ante la Señora de Porta Coeli
Las franciscanas del monasterio del Zarzoso, sonríen cómplices entre los espectadores, mientras se deleitan como todos ellos por la buena selección musical de piezas del siglo XVI, que interpreta de forma sublime el maestro organista que emula la figura del músico Salinas coetáneo de la santa. Una tarde completa que aplaude a un completo montaje teatral, en un marco de excepción de nuestra tierra salmantina. Dentro del convento, la figura de Nuestra Señora de Porta Coeli, vela por sus hijas, que no dudan, después de asistir emocionadas al final de esta emocionante obra, que estaría abriendo la selecta puerta celestial para Teresa de Jesús.
El campo de zarzas
Situado a los pies de la Sierra de Francia, este bello monasterio del siglo XV toma su nombre de la finca en la que está ubicado. A mediados de este siglo, una ilustre y noble familia propietaria de este paraje de la dehesa salmantina, decide construir este precioso edificio para acoger a un grupo de ejemplares mujeres que querían dedicar su vida a vivir en recogimiento y oración. Así fue como se edificó este complejo conjunto en medio de un campo de zarzas y encinas y se fundó la orden de las hermanas franciscanas de la Tercera Orden de san Francisco. La austeridad de esta orden, al igual que la de las carmelitas descalzas, es conocida y a pesar del paso de los siglos, el grupo de hermanas que habitan este monasterio siguen con su forma de vida sencilla y austera que invitan a conocer a todo aquél que desee compartir una temporada de convivencia con ellas. Se dedican, además de a sus momentos de oración, a su huerto, a pastorear su pequeño rebaño, a la elaboración de sus dulces y la atención de los huéspedes que las visitan. Nadie que por allí ha pasado ha permanecido indiferente ante la belleza de los atardeceres de estos parajes o la exquisita delicadeza de sus famosas obleas.




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