ENTRESIERRASrd | La
localidad serrana disfruta de un día de tradición gracias a una celebración
vecinal que este año alcanzó su quinta edición
Nosotros, congregados, extrañados, paso a
paso, por senderos soterrados, aventuramos el misterio de la luz. Así
insurgimos : éramos pequeños, pero, en
multitud. (Aldo Oliva)
Olor y sabor a tradición. Eso es lo que ofrece
el municipio serrano de Cepeda en su día a día, y más, si el día en cuestión
trae folklore de matanza y alegría. El pasado sábado los cepedanos rindieron
tributo a los viejos ritos, que no eran otros, y lo siguen siendo, que los de
ir viviendo al compás del tiempo y poner a cada calendario su oficio.
La vieja plaza de Cepeda, ágora abierto de la
Sierra, fue el escenario de una nueva interpretación, sin los apuros de antaño
en que la matanza era asidero para la supervivencia, de la tradición más
arraigada, como es la de poner alimento en el estómago y en la alacena de invierno.
La quinta edición de la Matanza Tradicional en
Cepeda volvió a congregar a amigos y allegados del municipio serrano en torno
al folklore de este día. Sacrificio, chamuscado, despiece… con degustación de
dulces típicos y aguardiente, todo como manda el ritual, y mucha alegría y
algún que otro despunte que no quiso presenciar la primera enmienda. Los niños,
para evitar la molestia, mandados a jugar a la ronjea en una mañana donde los
trajes típicos, trajes de color y tiempo, volvieron a escapar de baúles y
buhardas.
El día de la Matanza era día de fiesta, de
familia, de amigos y de buena vecindad. Día de sentarse a la mesa, a descansar
de la faena y degustar las probaduras. Mesa con patatas con carne y parrilla a
fuego lento, para hacer tiempo en contarse las cosas o en hacer otros
calendarios, como entonces, cuando una matanza servía para apalabrar otras.
El calderillo nocturno echó la cancela a la
jornada en una fiesta que volverá, siempre que haya marrano de turno y ganas de
volver a lo que somos. Lo decía Aldo Oliva, el poeta argentino, a tantas leguas
y años de distancia, cuando exclamó aquello de "Calma, somos pocos, cada cual con su faca, cada cual con su cintita,
para que, reconociéndonos, nos reconozcan".
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