ATANASIO SÁNCHEZ MARTÍN © PATALOSO BLOG | Aunque
es posible deducir que en el ojo de buey del campanario, en tiempos hubiera
habido un reloj, nadie lo recuerda
Cuando comenzamos las obras de la iglesia, en
ese lugar nos encontramos "una alambrera de gallinero" que servía
para que las pelotas no se colaran en la iglesia cuando se jugaba al frontón en
la plaza, y para evitar que los pájaros entraran en la tribuna.
El reloj "oficial" de Cereceda estaba
en la secretaría. Era un reloj redondo, grande, parecido a los despertadores,
colocado en la pared "de enfrente" cuando se miraba desde la
carretera.
La secretaría, que estaba donde hoy está el bar cerrado del
ayuntamiento, tenía una ventana. Una ventana un poco o un mucho alta desde el
suelo. Por esa ventana se veía la hora.
Ese reloj regulaba la vida de los niños y niñas
de Cereceda. Don Lamberto mandaba a algún niño mayor "a ve " la hora
de ese reloj para terminar las clases. Ese reloj regulaba los despertadores del
pueblo. Unos despertadores con las horas señaladas por números romanos. El
cuatro lo ponía con cuatro rayas, en lugar del I y del V.
Para destapar la poza por la mañana o "para
coger el agua" -pasar de un vecino a otro- era ese reloj quien marcaba la
hora. A la poza se iba con el despertador "puesto en hora" por el
reloj de la secretaría.
Hoy mi recuerdo es para aquel reloj de la
secretaría que regulaba la vida de un pueblo y que, como las romanas o la bocina del
alguacil, desconozco dónde "duerme el sueño eterno de un reloj parado".
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