miércoles, 13 de abril de 2016

El pan nuestro de cada día en Endrinal

ENTRESIERRASrd | Realizamos una visita al horno de José y Eugenia que durante más de medio siglo pusieron pan en la boca del hambriento
"Una tarde de mayo nos invita José Hernández, el panadero de Endrinal, a visitar su casa. Acompañadas de las niñas del pueblo acudimos expectantes a la antigua panadería del pueblo… ¡qué maravilla! Aún conserva intacto el horno de leña que coció tantos y tantos panes durante tantos y tantos años… ¡desde 1939 hasta 1993 estuvo funcionando sin descanso".

Fotografías : Asoc.Mujeres Juana de Arco, Endrinal
Así describen las mujeres de Endrinal, en su revista 'Recuerdos del pasado y vivencias del presente' su visita a este histórico lugar, establecimiento emblemático del que, si se afila el olfato, aún puede uno alimentarse con el olor de la hogaza recién horneada.
El viejo horno de José y Eugenia tuvo las horas contadas y ahora cuenta las horas. Que no es poca diferencia. Con amabilidad y nostalgias, los panaderos de Endrinal muestran su horno con orgullo patrio, explican como se encendía, con madera de encina o de fresno, hasta alcanzar los 240º. Una bocana pequeña, ennegrecida e iluminada por una bombilla que tiene raza de guarda jurado de museo. Apenas 60 centímetros de alto por 3 metros de largo. Lo suficiente para quitar el hambre de generaciones, de posguerra, transiciones y olimpiadas.
Cada mañana, durante más de medio siglo, se cocían 120 panes de un kilo cada uno. Panes de sobra y regalo si los preparásemos hoy en día, por culpa de la despoblación, pero a pan por familia, o dos, si recordamos que este municipio de Entresierras llegó a tener hasta 700 vecinos.

"Cuando llegaba la época de los hornazos, además del pan nuestro de cada día, aquí se cocían casi todos los hornazos. Cada familia en su casa preparaba la masa y el relleno y lo traían a cocer al honor, otros solo traían la chicha y eran los panaderos los que se encargaban de hacer la masa y decorarlos con alguna señal como las iniciales de la familia y algún adorno. Después se cocían".
Queda un último regalo. El tesoro de los dioses o el secreto mejor guardado que la señora Genia, ya puesta en miras de las siguientes generaciones, despacha como antaño.
"Dos vasos de agua, un vaso de aceite, una copa de aguardiente, azafrán o colorante, un sobre de levadura royal, una pizca de sal y levadura de panadería".
Ya lo dijo Cristo en menesteres de evangelización. "El pan nuestro de cada día, dánosle hoy".

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