ENTRESIERRASrd | Una
mirada a la viejas tradiciones de los vaqueros que aún perduran, con
salvedades, en los pueblos de la comarca
Extrañando viejas veredas, aún paseando por
nuestra comarca podemos encontrarnos imágenes de otros tiempos, de ganado
"arreado" a vara, silbido y coche escoba.
El oficio del vaquero es, sin duda, uno de los
más antiguos de la humanidad. A tal punto que, en zonas rurales como la
nuestra, aún persiste como moneda de futuro, aunque las sendas y el barro hayan
sido sustituidas por el asfalto.
"Cada mañana el primer oficio del vaquero
era ir al portal, casilla o corral, a echar la pastura o "apajar" a
las vacas. Mientras ellas comían esa mezcla de paja y pienso, también el
vaquero lo hacía, almuerzo de embutido y vino que es como la sagrada misa del
día a día. Luego se sacaban las vacas y se arreaba hasta el prao"
Por la tarde todos salían de nuevo al campo, en
la mayoría de ocasiones, ya acabada la escuela, acompañados por los muchachos
"para que vayan aprendiendo el oficio". Las vacas volvían a casa.
Bien sabe quien se crió entre estos animales, que en realidad no les hace falta
vara ni guía, que ellas solas son capaces de volver al corral a la hora
indicada.
Otra vez la misma faena. Pastura y revisión,
para buscar parásitos que no debieran andar por las pieles. Un día tras otro,
un invierno tras el siguiente, las vacas y los vaqueros traían la misma vida
sencilla, a casa a dormir, al prao de buena mañana. Y en verano, "la
viceversa". Cuadra para el día y así evitar la picada de la mosca. Por la
noche para el campo. Y en el entretanto, la fábrica bien puesta a recaudo. No
sólo la de la leche o los solomillos. También la de otro tesoro menos
glamuroso: el "vicio", también conocido como estiércol.
El estiércol, que siempre fue aroma de estas
tierras y bandera de narices mohínas para los que venían de la ciudad, servía para
"estercar" los huertos y las tierras de labranza. Abono de primera. Y
natural. Ahí, se entiende, nació la agricultura ecológica. La verdadera.
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