viernes, 10 de febrero de 2017

El primer oficio de la mañana

ENTRESIERRASrd | Una mirada a uno de los trabajos olvidados (por suerte) y que ya son recuerdo de otros tiempos: "verter el vique" o el orinal
El orinal (el perico, tal como se conocía en algunos pueblos) dormía siempre bajo la cama, en vigía de las urgencias nocturnas, cuando antaño, sin luz, o con esta a horcajadas tan solo de una bombilla que daba servicio para toda la casa, la necesidad apretaba.

Esas modernidades sin las que ahora no imaginamos la vida (gracias a Dios y a la Ciencia), un retrete, un interruptor, una calefacción central y agua corriente, eran entonces una sesión del NODO del futuro.
"Sin apenas luz, sin servicio y con el frío pelando rabadillas, la medianoche no era momento para marchar a la cuadra a desaguar la vejiga".
En esa urgencia (no hubo invento más sencillo y al que menos agradecimiento se le remite) estaba el orinal. Como un militar de guardia en su garita, como un sereno.
En la mañana, era la mujer (cómo no) quien ponía en ristre el primer oficio del día, que no era otro que el salir a la calle "a tirar el orinal", que era vaciarlo, se sabe, porque hasta en esto la pobreza tiene su rango a base de orinales de loza o de porcelana china. Así sea el bolsillo.
"No era un acto muy agradable y muchas veces hasta vergüenza daba". Al prao enfrente, un aclarado con agua y regreso al sótano de la cama.
Pocos asuntos enraízan tanto en la historia de los hombres como el urinario portátil. Uno imagina la ciudad medieval, enjaezada de caballeros, templarios y bellas damas, palacios, clérigos y, de vez en vez, alguna peste. Pero cuesta más imaginar el hedor de entonces, gracias a esas desaguaderas que, por medio de las calles cubiertas de barro y orín, sacaban a golpe de carro las inmundicias urbe afuera. Tiempos de orinal para pobres y letrinas para ricos.
En los oficios de la casa, a las jóvenes casaderas, a las que había que preparar para "saber llevar la casa como Dios manda", por si llegase la hora de buscarle novio, a estas muchas la madre, la abuela, la tía soltera… daban clases interminables de cada uno de los oficios.
Primero el orinal; luego la lumbre y tras ello las gallinas.
Y cuando barrían, cabía siempre el preaviso, "ten cuidado cuando barras bajo la cama, no le vayas a dar al orinal con la escoba y lo escascarillas". Que la porcelana, aunque sea para guardar orín, vale lo que media herencia.
Bien lo dice el dicho, que "a las mozas hay que enseñarlas a fregar, a barrer y a verter el vique".
En esto sí, aunque no vaya con el espíritu, podemos decir aquello de que "no cualquier tiempo pasado fue mejor"

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