jueves, 23 de febrero de 2017

Los Santos Huevos

ENTRESIERRASrd | Una mirada a las 'hueveras' de la comarca, que antaño llevaban el tesoro de los gallineros hasta el mercado bejarano
Los huevos de la comarca. Los huevos de Los Santos. O los Santos Huevos, podríamos decir. Y si quisiéramos ponerle nombre, los huevos hermosos de la tía Casilda, de la Gloria, de la tía Piedad. Las tres, como penitentes de gallinero, recorrían el pueblo con la cesta de mimbre, casa a casa, huevo a huevo, yema a yema.

A veces, armadas de huevos (de los otros, ya me entienden), un paso tras otro, llegaban hasta Las Casas de Monleón, en pos del botín. Las hueveras de Los Santos, como las de tantos otros pueblos de la comarca, vivían de la caridad de las gallinas.
Así recogían los huevos sobrantes, allende donde sobrasen, que el huevo, como el pan (se imagina uno), fueron creados por Dios al mismo tiempo que el hombre, cuando dijo lo de "Señor, tengo hambre", y con las prisas de que no padeciera la criatura, le frío unos huevos "para untar".
Las hueveras viajaban con sus huevos, bien alicatados sobre el nido de paja en la cesta de mimbre. Hagan la prueba, si quieren entender la pericia que atesora tal oficio. Y así, cargadas de huevos, de huevos bien puestos, salían los jueves para Béjar antes de salir el sol, al punto que quizás, era el astro el que sabía que los jueves, por si las moscas, eran las hueveras las que marcaban el paso del amanecer.
Caminito de Béjar, paso a paso, o si el burro andaba libre de tarea esa jornada, con la compaña del santo animal. La comarca, se sabe, se citaba los jueves en el mercado de Béjar. Allí, entre la gran variedad de productos y bagatelas, podían comprarse por unas perras los "santos huevos de Los Santos".
No había ganancia para sacar tajada. A lo sumo, una inversión para comprar, a su vez, algunos retales de tela para mandiles, batas o coderas.
Con los retales, sacados a base de huevos, volvían las mujeritas a Los Santos, como dice el refrán, un rato a pie y otro caminando, a devolver los retales a los dueños de las gallinas, que ya apretaban el lagar para traer la ganancia de mañana.

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