miércoles, 1 de febrero de 2017

Presagio de desgracias o buenaventuras

ENTRESIERRASrd | Una mirada a la tradición litúrgica de la 'Lámpara del Santísimo' desde la tradición de Cereceda
© Atanasio Sánchez - Blog Pataloso La lámpara del Santísimo no debe ser apagada jamás. Solamente se puede apagar si en el Sagrario no hay formas consagradas. En algunas ermitas y en algunas iglesias de pueblo el sacerdote consagra cada misa un número de formas para la comunión de los fieles , y aquellas que no son consumidas por los fieles, las consume el sacerdote y deja el sagrario abierto. En ese momento no es necesaria la lámpara encendida.

La lámpara del Santísimo da testimonio de la presencia del Señor Sacramentado en el Sagrario.
En Cereceda se colocaba un vaso con agua y aceite y una "torcida", y cada mañana se rellenaba el aceite consumido. Había una persona encargada de hacerlo por orden de vecindad, aquellos vecinos que se apuntaban. Cada familia lo hacía una semana.
Tras la restauración del retablo, D. Arturo, Isidro y yo acordamos que la lámpara fuera eléctrica por miedo a un incendio y porque nos pareció "muy complicado encargar a una persona o a una familia, de entre las que se prestaran a hacerlo, que acudiera cada día a la iglesia a poner aceite a la lámpara del Santísimo."
En Cereceda se decía que "el apagarse la lámpara del Santísimo era presagio de desgracias para el pueblo o para sus vecinos o ganados ".
La lámpara actual la realizó Aurelio Pérez, el herrero de Tamames, sobre una idea de Isidro. Debe estar siempre encendida, día y noche, por esa razón tiene un interruptor independiente del resto de la iluminación de la iglesia.

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