ENTRESIERRASrd | Una
mirada a otro de esos oficios que poco a poco van perdiéndose en la memoria de
los tiempos: el de segador
La hierba va tomando color. Los labradores
preparan la hoz y la guadaña.
Así empieza la siega, mirando al cielo, soplando
al viento por si llueve y no es tiempo. Que la lluvia, benefactora de la mies
en los últimos tiempos, es enemiga del heno. Ya lo sabe la sabiduría popular, y
más por las viejas "bardas", donde bien se dice aquello de que
"Cabrera y San Juan son abogados de las tormentas".
El campo no da descanso. También se sabe. Las
faenas agrícolas unen a las familias, desde el más mayor que de todo sabe para
dar lecciones con sabiduría hasta el más pequeño que tiene el oficio más
importante de todos: el de aprender.
Porque no es segar solamente lo que requiere la
tarea. Hay que "rapizar" con el rastro para hacer los
"baraños", hay que hacer con estos las "rastras". Aquí
entran al unísono de la faena, niños y burros, que entran al duro trabajo de la
recogida, tirando los unos de los otros (no se sabe quién de quién), para
llevar las "rastras" de heno hasta el corral del "aniazo",
donde se coloca. Allí está a recaudo bueno, a recaudo de la lluvia y del cierzo
que todo lo llueve. De allí se hace conserva para tirar de él en invierno y
echar comida al ganado.
Y cada asunto, se sabe, tiene su "mejor
rato". Las madres siempre guardan la "vejiga" y el
"morcón", se compra el queso y la lata de sardinas, la de a kilo, que
no falte merienda sobre la manta de trapo, que ya se sabe que la faena, si no
te pone a resguardo también el estómago, es doblemente trabajada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario