ENTRESIERRASrd | Una mirada
a la sabiduría ancestral jurdana de la mano de “un hombre sabio, un pastor cuyo
rostro parecía haber sido sacado de algún lienzo de El Greco”
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Félix Barroso Gutiérrez-Digital Extremadura …Yo conocí a Eusebio Martín Domínguez
cuando ya era Ti,Usebiu, había atesorado mucha sabiduría popular y peinaba un gran puñado de canas. Era un hombre con una inmensa inteligencia
innata. Había recogido de los mayores de
aquella antiquísima comunidad pastoril, sociocéntrica y cargada de mitos y
leyendas, todo el saber antiguo, todo el derecho consuetudinario y muchas de
las razones sociohistóricas de los jurdanos y su tierra.
Fue el primero que me definió, punto por
punto, las fronteras geográficas de Las Hurdes, manejando topónimos
altomedievales o anteriores con una memoria asombrosa. Y me relató que, en “la antigüedá
antigüísima”, los jurdanos, que eran pastores guerreros y pertenecían a las
tribus de los Rucones, extendían sus fronteras más allá de las sierras. También me habló de la gran ciudad de Ébura,
por los términos del pueblo de Aceituna, que, al igual que la Peña de Francia,
también les pertenecía: “La Virgin de la Peña de Francia -me refería-, que eh
cumu la diosa de luh jurdánuh, jué ántih otra diosa nuéhtra, que loh antíguh le
dicían la `diosa Anjalma`, y tamién l,habían trabajau la su imagin en una
piedra negra, y al su tempru subiorin tóh loh nuéhtruh antepasáuh de pa,tráh
atrasoti en la luna del consumu, cuandu afrorecin lah tollimeriéndah. La diosa Anjalma ehtaba casá con el dióh
Ancosu”. El escritor extremeño Víctor
Chamorro, en su libro “Las Hurdes, tierra sin tierra” (Salamanca, 1984), dijo
de él que era “un hombre sabio, un pastor cuyo rostro parecía haber sido sacado
de algún lienzo de El Greco”. Y el
sociólogo francés Maurizio Catani, que convivió muchas temporadas en la
alquería de El Gasco, refirió en el II Congreso de Hurdanos y Hurdanófilos
celebrado en Casares de Las Hurdes en agosto de 1988, que “Eusebio era todo un
maestro, mi maestro. Era un hurdano que
conocía las cosas del mundo y las sabía explicar porque las entendía en su sentido más hondo.
Un hombre sereno, de divertida ironía y de gran agudeza intelectual”.
Sería Tío Eusebio, nieto paterno de Tío Manuel
Martín y de Tía María Crespo (por la parte materna lo era de Tío Francisco
Domínguez y de Tía Isabel Domínguez) el primer y valiosísimo informante jurdano
que me contó todo lo referente a los antiguos antruejos de la comarca. Él me habló de “La Cricona” y “Loh Araórih
del Rozu”, del “Burru-entrueju” y de las “Mózah del guinardu”, de la “Mamadama”
y del “Arruverdi” y de tantos otros personajes y pantomimas -los “rejuíjuh”-
propios de las viejas carnestolendas.
Posteriormente, otros informantes de numerosísimos pueblos de la comarca
me dictaron, en mis trabajos de campo, otras referencias de riquísimo valor
antropológico que atesoraban en el arca de la memoria y el imaginario
colectivo. Y Tío Eusebio me descifró el
enigma de la Tana, al que solo tienen acceso los iniciados que saben
interiorizar la génesis y las claves del “Carnaval Jurdanu”, como esa gente de
“Estampas Jurdanas” que sacaron a los antruejos de sus cenizas, los
salvaguardaron, los dinamizaron y los proyectaron a los cuatro vientos. LEER ARTÍCULO COMPLETO
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