ENTRESIERRASrd |
Escuchamos el rumor de la lluvia desde el sacrosanto valle milenario de Las
Batuecas y su convento carmelita
© Fray Bernabé de San José – Convento Carmelita de Las Batuecas
Hace una semana subía a la ermita de San Elías; iba cargado con dos cubos de
agua y una garrafa en la mochila. El camino irregular se hacía empinado. A la
mente me venía el pasaje de la samaritana; y así, entendí que ésta habría de
ser mi meditación de desierto ese día.
“Dame de beber”, dice Jesús, y comenzó todo un
diálogo intenso.
En un jarrillo de barro eché un poco del agua
buena para beber y la puse sobre el altar de la ermita.
“Qué agua puedo ofrecerte, Señor? -le dije-. Acaso
estas aguas de mi vida pueden apagar tu sed? Si tú eres la fuente que salta
hacia la vida eterna, en qué puede saciarte mi pobre agua? Soy yo quien te pide
de beber! Cuánta sed siento!”
Hoy, subo a hacer mi jornada de desierto a la
ermita del olivar. Llueve copiosamente. Esta vez no tengo que subir agua.
Corren los arroyos valle abajo, saltan las aguas aquí y allá! Se prepara ya el
despertar primaveral! Bendita agua! La tierra no da abasto para absorberla. Así
mi alma, con su cantarillo roto, bajo el torrente del amor de Dios, siente que
se le desparrama toda y no puede ya absorber tanta gracia! Dios sea bendito!
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