viernes, 18 de mayo de 2018

Dios salve a la patata


ENTRESIERRASrd | Una mirada a otra de las tradiciones y obligaciones que dieron de comer a generaciones: la siembra del huerto
Pasado abril “y en entrando mayo” hay que sembrar el huerto para llenar el sobrao para el resto del año. Allí mismo, en el sobrao, que es donde se guardan las sementeras (que no hay mayor tesoro que guardar de los ratones), las patatas ya han echado los tallos, alargando raíces para buscar la tierra.

Es entonces cuando el labrador comienza a preparar la huerta. En esto, como en tantos otros menesteres, tienen las yuntas (de bueyes) o los burros palabra mayor, pues son los encargados de abrir, arado mediante, las carnes a la tierra a base de surcos y surcos.
La “tarde antes” en casa se van guardando las patatas germinadas en cestos, con cuidado de cirujano para no romper los tallos, que guardan la magia de la generación venidera. Es una operación cuidadosa de pulso de calígrafo. Las patatas más grandes se rajan, también con el sumo cuidado de no atizar por la yema, que es el corazón de la simiente.
Y a la amanecida, con todo preparado, merienda por supuesto al fajín, caminan los labradores a los “buertos”, donde la mujer, que sabe bien de esto, echa las patatas al surco mientras el hombre las va tapando.
Se entiende que entre ambos irán rezando las salves pertinentes, porque la mosca no apriete la tierra, porque no hiele a destiempo o se haga plaga de indeseables topos. Dios salve a la patata, se piensan.

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