ENTRESIERRASrd | Una mirada a otra de las tradiciones y
obligaciones que dieron de comer a generaciones: la siembra del huerto
Pasado abril “y en
entrando mayo” hay que sembrar el huerto para llenar el sobrao para el resto
del año. Allí mismo, en el sobrao, que es donde se guardan las sementeras (que
no hay mayor tesoro que guardar de los ratones), las patatas ya han echado los
tallos, alargando raíces para buscar la tierra.
Es entonces cuando el
labrador comienza a preparar la huerta. En esto, como en tantos otros
menesteres, tienen las yuntas (de bueyes) o los burros palabra mayor, pues son
los encargados de abrir, arado mediante, las carnes a la tierra a base de
surcos y surcos.
La “tarde antes” en casa
se van guardando las patatas germinadas en cestos, con cuidado de cirujano para
no romper los tallos, que guardan la magia de la generación venidera. Es una
operación cuidadosa de pulso de calígrafo. Las patatas más grandes se rajan,
también con el sumo cuidado de no atizar por la yema, que es el corazón de la
simiente.
Y a la amanecida, con
todo preparado, merienda por supuesto al fajín, caminan los labradores a los
“buertos”, donde la mujer, que sabe bien de esto, echa las patatas al surco
mientras el hombre las va tapando.
Se entiende que entre
ambos irán rezando las salves pertinentes, porque la mosca no apriete la
tierra, porque no hiele a destiempo o se haga plaga de indeseables topos. Dios
salve a la patata, se piensan.
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