ENTRESIERRASrd | Una mirada a uno de los viejos símbolos
que va cayendo en desamparo: el tabaco de liar y su artesanía
En esto también han
cambiado los tiempos. Porque si antaño era signo de madurez, y hasta de virilidad,
hoy el fumador, y su humeante vicio, va siendo arrinconado a golpe de leyes y
(en muchos casos) de rechazo social.
Pero antes la petaca era símbolo de distinción. Siempre iba,
como un elemento indisociable, en el bolsillo de la chaqueta de pana, allá en
invierno; o en verano, en el chaleco.
Pero siempre a mano, no
vaya a faltar el cigarrillo en el momento más inoportuno, que puede ser
cualquiera y pedir tabaco nunca fue bien visto del todo. “El tabaco se ofrece
pero no se pide”.
Y también esto, a pesar
de los pesares, tenía su manufactura. Y su arte.
Junto a la petaca, no
faltaba el mechero de mecha y la “cajina” de libritos para enrollar el cigarro.
De esto también habrá
que aprender la lección. Porque entonces no hacía falta reciclar. Todo era
reutilizado y jamás se vio en nuestros pueblos una cajetilla de Ducados o de
Bisonte “tirada por los suelos”. Porque ahí estaba la petaca, lista con tabaco
picado, porque “no hay más bonito momento que echar un cigarro con otro, con el
vecino, con el amigo, con el que pasaba por la puerta que venía de arar el huerto
y entre sudor y sudor qué mejor que sacar la petaca, liar un cigarro (dos en
este caso) mientras contaban las peripecias”.
Era el descanso del
cigarro, que siempre era excusa y viceversa.
También por esta zona,
habrá que confesar a media voz por lo del estraperlo, algún huertino que otro
fue sembrado de tabaco, cuidado por la mujer que iba casi a diario a regar para
que no faltara argumento en la petaca…
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