viernes, 28 de diciembre de 2018

La zambomba


ENTRESIERRASrd | Una mirada a las añejas tradiciones navideñas, que ya han perdido lustro con el paso del tiempo
Aviso, preaviso y contrato de aguinaldo, el sonido de la zambomba era el de la misma Navidad en estos pueblos de Dios. Quien de pequeño, y no tanto, no recorrió las calles, zambomba en mano y objetivo en mente, entonando los villancicos, con la santa compaña también de una pandera, y hasta de una guitarra, si hubiera tal y manos que supieran afinarla. De puerta en puerta, de aguinaldo en aguinaldo.

Instrumento hoy de marketing y entremés televisivo, los villancicos han perdido un tanto de su brillo en estos tiempos. A tal punto que, si se apura la ocurrencia, solo se escuchan (si acaso) de música de fondo en algún supermercado. Y sin zambomba. Que sin ella no lo son tanto.
En el arte de tocar la zambomba, también iba incluido el arte de fabricarla. Que hacerla y tocarla, por su simpleza, era cosa sencilla pero no así conseguir los materiales para darle cuerpo. Que eran cosa de preparación de todo el año.
En verano, cuando se recogía el centeno, se guardaban unas pajas, “que luego llega Navidad y el muchacho me pide p´hacer la zambomba”. Se dejaban, a buen recaudo, en el sobrado. Cuando llegaba la matanza, a primeros de diciembre, con los clavos de la despensa estaban vacíos, “mamá, no te olvides de la zambomba”, y no se podía olvidar la madre, que en todo está, o la abuela o la tía, para que no falte alegría a la fecha de fiesta. Y así, cuando llegaba la matanza, repetimos, del cochino se guardaba la vejiga, sacada con cuidado, se quitaba la tela de la manteca o enjundia.
Faltaba el principal elemento, la caja sonora de tan insigne instrumento, y que no faltaba en casa, el puchero de barro, que aunque fuera el que más falta hacía “pa ordeñar la cabra”, tenía que ser ese, porque sonaba especial al golpe.
Y así, al elemento de todas las estaciones, con puchero de barro, paja de centeno, la vejiga o la tela de enjundia y el hilo de atar los chorizos de la matanza, ni más ni menos, se fabricaba la susodicha.


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