miércoles, 20 de noviembre de 2013

Un paseo por Aldeacipreste

David Panchuelo
Corresponsal Cuaderno de Entresierras
Subí a los altos de Aldeacipreste como quien sube al cielo. La falta de hábito sobre la bicicleta se dejó notar en las pendientes y repechos que dibujaba la carretera en aquella ladera cubierta de pinares. Pasado un regato y, tras la enésima curva, la cerrada arboleda poblada de aves vocingleras dio paso a un paisaje abierto, salpicado de rocas y trillados herbazales. Poderosas vacas torcían la mirada, sin apenas inmutarse, al ver pasar tan triste figura por la carretera.

Y así, de pronto, me vi transportado a esas brañas de la Cordillera Cantábrica, esos prados de alta montaña poblados por los casi míticos vaqueiros y sus ganados, cunas de infinidad de leyendas y verdaderos refugios del sentimiento de absoluta libertad.

Así me sentí al contemplar tan extraña estampa, donde el campo abierto es propiedad del ganado y los hombres han de cercar lo que no quieran que sea hollado por sus pezuñas. Es ese monte comunal del que Aldeacipreste es hoy día orgulloso reducto, entre las dos grandes sierras de la provincia de Salamanca.
Sierra de Béjar
Al fondo se vislumbra la ciudad de Béjar e, hiriendo el cielo, los cielos de Valdesangil
Canchaleras tras las que se asoma, en la lejanía, la Peña de Francia
Tras tanta ensoñación poética y evocaciones de un nunca vivido Romanticismo del siglo XIX, bajé al pueblo, ya sin esfuerzo, no sin antes esperar a que un formidable ejemplar bovino cruzase tranquilamente la carretera en pos de unos breos que asomaban desafiantes tras la cuneta opuesta.
Arquitectura tradicional serrana en Aldeacipreste

Me interné por sus estrechas calles, admiré las robustas casas de piedra y saludé con un buenas tardes a cuanto vecino me encontré. Al pasar junto al Ayuntamiento pude observar su curioso escudo, que me encantó por su simple originalidad.

Llegué luego a la plaza de la iglesia, de formidable torre campanario, donde un nutrido grupo de aldeaciprestanas conversaban alegremente a la vez que se afanaban en la limpieza del portal de entrada al templo.
El antiguo potro de herrar, colocado en el centro de la plaza, remataba el conjunto, pleno ya de tipismo.
Fui a continuación en busca de la ermita, teniendo que lamentar por el camino algún que otro traspiés arquitectónico, y, tras hallarla junto al cementerio y fotografiarla, volví a la carretera para seguir, finalmente, mi camino.

El pueblo y su gente merecen sin duda más extensa visita, buen paseo y pausada charla sobre algún poyo. Por lo pronto, la travesía por sus calles y paisajes me sirvió para que Aldeacipreste ya sea para mí algo más que un nombre y un punto indeterminado del mapa ¿Puedes tú decir lo mismo?
Iglesia parroquial de Aldeacipreste
Potro de herrar, perfectamente conservado
Unas mujeres se afanaban en limpiar la iglesia
Ermita junto al cementerio

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