ENTRESIERRASrd | Una
mirada a la situación de sequía en la región, traspasando la puerta de nuestra nueva sección: La Engarilla
© José Antonio Morato-LA
ENGARILLA
La toponimia siempre es fascinante porque acostumbra ser una breve descripción
de un lugar. Uno de los pocos registros que ayudan a leer el paisaje, aunque en
algunos casos sea en clave histórica.
El nombre de Fuenterroble, la fuente y el roble,
podemos deducir que si hace referencia a algo es a la abundancia de ambos
elementos en el territorio circundante.

Sin embargo, por el contrario, la mayoría de la
multitud de fuentes que regaban los campos y alimentaban los abrevaderos, ya
sólo son ruinas en desuso de manantiales secos, a las se suman regatos que
cuentan con más meses de estío que de agua corriendo. Y en este caso, el
problema no es de abuso de agua, pero es que las cosas han cambiado, ya no
existen las estaciones y al pie de realidad se echan de menos. Que sigue sin
llover y desde lo local sí se conoce al global cambio climático.
Las charcas ya son profundos pozos en busca del
manantial. Y al ganado, sin el verdín de la otoñá, el invierno, si es que algún
día termina el verano, se le hará muy largo. Y a los castaños les sigue sin
caer las gotas que les permiten engordar las castañas. Y esto son realidades en
un lugar de Salamanca, pero es general. A un Tajo seco le siguen trasvasando el
agua, y los pueblos ahogados en embalses vuelven a salir a la superficie.
Lo peor, que aquí, cuando más importa, ya nadie
habla del tiempo. En el 20 % del territorio donde vive el 80% de la población,
la lluvia acostumbra a ser sólo molestia, pues las necesidades básicas aún
llegan sin que importe el cómo o el de dónde.
Pero tiene que llover. A cántaros.
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