Pórtico de la iglesia parroquial de Santibáñez de la Sierra |
En el término de Santibáñez de la Sierra y en el propio pueblo existen pruebas que
atestiguan la presencia del pueblo visigodo con hallazgos de cierta relevancia. De la
época en que este pueblo dominó la Península ibérica data la fundación de la
ermita de San Juan, en el año 583 d.C., durante la
truculenta revuelta que protagonizó Hermenegildo contra el rey Leovigildo
(580-584), su padre, y sólo dos años antes de la conquista del cercano reino
suevo por parte del citado rey visigodo (585). En estos primeros tiempos de la
Edad Media, los llamados ‘siglos oscuros’,
vivían entre la Sierra de Francia y la alta Extremadura los ruccones, un pueblo de ascendencia astur
que, en estado de semiindependencia, habitaban estas zonas aisladas, librando
batallas tanto contra suevos como contra visigodos, aunque poco más se sabe de
ellos.
En este contexto de revueltas,
guerras entre pueblos germanos y misteriosos ‘serranos célticos’, se construye, muy cerca de lo que hoy es
Santibáñez de la Sierra, la ermita de San Juan. Sería el monumento más
significativo de todo el término y se relaciona directamente con la aparición
del pueblo. De hecho, el nombre de Santibáñez
proviene del latín Sancti Io(h)annis,
derivando en Sant Iuannes y éste, a
su vez, en Santivannes, para
finalmente terminar en Santibáñez.
La ermita de San Juan tuvo a lo largo de la historia un
protagonismo que la convirtió en el referente principal del municipio y también
de la comarca. Se tiene por cierto que, ya durante la baja Edad Media, acudían
allí en romería no sólo los vecinos del pueblo, sino también gentes de los
alrededores (Cristóbal, Santa María de Lo Llano…). Estas peregrinaciones
continuarían, según R. Grande del Brío, hasta el siglo XVIII y estaban
enmarcadas dentro del contexto ritual del solsticio de verano.
Contexto geográfico
La ermita se
construyó en un paraje llamado actualmente ‘San
Juan’, muy cerca de la fuente del mismo nombre y de la que se decía manaban
aguas virtuosas. En la actualidad, la fuente continúa en su sitio y se utiliza
para riego agrícola, pero de la ermita no queda absolutamente nada, salvo los
restos de ella visibles en el pueblo, entre ellos, varias piedras con
inscripciones.
Una de las que merece la pena
evaluar en mayor medida es una placa de mármol blanco que destacaba de entre
los escombros que Ambrosio de Morales, cronista de Castilla en 1563,
evaluó en la propia ermita de San Juan1. Dicha placa estaba
decorada con una inscripción que mencionaba a un célebre conde de la Galia (se
cree fuera el famoso Montesinos) que fue expulsado de Francia por el Emperador Carlos Martel en el año 723.
Entre la historia y la leyenda
Leyendas
Llegados a este punto, la leyenda aparece para intentar hacer más verosímil lo
que el rigor histórico no consigue aportar.
Localización del paraje de la Fuente de San Juan (cuadrado morado) en el mapa del término municipal de Santibáñez de la Sierra |
La leyenda sitúa el enterramiento
en esta ermita de un príncipe o un gran señor que yacía
junto a su espada y quizá con su fortuna. Hay quien sostiene que se trata del
último rey godo, Don Rodrigo, tras ser derrotado por el moro
Muza en el 713 en la batalla de Segoyuela de los Cornejos (cerca de Tamames).
Debido a este tipo de historias, aún hoy en Santibáñez todo el mundo conoce el dicho:
Si
supieran los nacidos
lo
que hay del cabo La Viña
a
la ermita de San Juan,
ni
de noche ni de día
dejarían
de trabajar.
Ciclo carolingio
Otro tanto ocurre con las leyendas
del llamado ciclo carolingio galo,
relacionado con una serranía de nombre Francia, que manifiestan las andanzas por
estos lares del conde Grimaldo quien, junto a su familia, fue expulsado de la
corte francesa al enemistarse con el rey Carlos Martel. El historiador de
Ciudad Rodrigo, Sánchez Cabezas, cuando habla del conde Teobaldo, dice que éste
llegó acompañado de su madre, la princesa Teusinda, y del cuerpo de su padre,
el conde Grimaldo, que fue enterrado en el “convento de San Juan Evangelista”
en Santibáñez de la Sierra, y que Teobaldo habría sido
bautizado en dicho convento. Otra versión cuenta que quien fue bautizado allí
era el legendario Montesinos, hijo también de Grimaldo. Sea
como fuere parece que Teobaldo y Montesinos serían la misma persona.
La historia
Volviendo al hallazgo de la pieza
de mármol blanco que, en la ermita, sería parte de un poyo (trasladado
luego a la iglesia parroquial, concretamente al baptisterio), la inscripción
decía, según Morales:
OMNIPOTENS) INGRESSUM NOSTRUM RESPICE CLEMENS
QUISQUI SERVUS ACCESERIT) ABEA FILIUS LLEAS
PIA JUVABIT) IBIQUE QUOD POPOSCERIT IMPETRABIT
THEOBALDO (GALLICI) QUONDAM COMITI BELGICAE
T.N.Y
IMP(ERATOR) C(ARDUS) M(ARTELLUS) REX PEPULIT
HONOR GALLIAE ANNO DCCXXIII
Y la tradujo como:
“Padre
Omnipotente, mira clemente nuestro ingreso, el que se acerque como siervo pase
a ser hijo; la muerte piadosa ayudará y allí lo que pida alcanzará (dedicado)
al que en otro tiempo fue dichoso conde de Bélgica. Echólo de la tierra
mandándolo Carlos Martel rey de Francia el año 723” .
Restos del poyo con la inscripción en mármol que se conserva en la actualidad |
Reproducimos a continuación la
descripción completa de la ermita y de lo averiguado de su historia por el
cronista, titulada “Una insigne antigualla del tiempo del Rey Don Alonso el
Católico”:
“[…] Junto al
lugar de Santivañez, en el Obispado de Salamanca y
en aquella parte por donde va a confinar con el de Ciudad Rodrigo en las Sierras de Miranda del Castañal y sus comarcas, está
una montaña muy alta, espera, y en el medio della está una ermita con la advocación de San Juan, y en todo lo
de su fábrica representa mucha antigüedad.
Dentro en la
Iglesia está una pila muy grande de una pieza, y está formada de quatro bollos,
como vemos algunos en fuentes, sino que los bollos decienden
derechos hasta el suelo. Y junto cabe esta gran pila está otra pequeña redonda.
En lo alto de la montaña nace una hermosa fuente entre grandes frescuras, y su
agua, como por rastro del conducto antiguo parece, venia á gobernar la gran
pila de la ermita, y la pequeña. Y en fin se ve
claro que aquel agua venia a las pilas, y que las pilas se hicieron para
aquella agua.
Tiene agora la
Ermita dos poyos de grandes piedras arrimadas unas á
otras sin concierto. Es el su poyo todo de piedras de mármol tan blanco como
alabastro, si no son de alabastro. Estan las piedras consumidas de la mucha
antigüedad, y harras dellas quebradas, y todas puestas sin orden confusamente,
y con esto no se puede leer sino muy poco de lo mucho que todas tuvieron
escrito. En una piedra se pudo leer INGRESSVM NOSTRUM RESPICE CLEMENS y en
Castellano Mira, Señor con piedad nuestra entrada. Otra tiene dos renglones, y
en el primero no se puede leer mas que esto, ABEAT FILIVS. Al segundo renglón
le falta el principio y luego se lee IBIQUE QUOD POPOS CERIT IMPETRABIT y en
castellano: Y allí alcanzará lo que pidiere. En otra piedra se lee FEOLICI
QVONDAM COMITI BELGICAE. T.N.Y. y en castellano: Al que en otro tiempo fue
dichoso Conde de la Francia Bélgica. Las otras tres letras T.N.Y. yo
cierto no entiendo lo que decían, y debía depender el enterarse de lo
siguiente. Y yo ninguna duda tengo que se leyera y entendiera muy bien esto y
todo lo demás, si las piedras, aunque estuvieran quebradas, se hallaran rotas.
Otra piedra quebrada, como todas lo están tiene escrito lo siguiente de la
manera que aquí va, IMP.C.M.F.REX.PEPVLIT., dice en nuestra lengua: Echólo de
la tierra mandándolo Carlos Martel el Rey de Francia. Aunque podría ser que en la F.
no dixese de Francia, sino su hermano. En otra
piedra quebrada se lee no mas de lo que aquí se pondrá, habiendo tenido mucho
escrito, HONOR GALLIAE. ANNO DCCXXIII. En castellano dice Honra de Francia, Año
723.
Los naturales
del lugar y de aquella comarca afirman como cosa muy cierta, venida por
tradición antiquísima de unos en otros, que en aquella pila fue bautizado
Montesinos, hijo del Conde Grimaldo, natural de Francia. No podemos
averiguar en esto cosa cierta del todo, así que se pueda tener por entera
verdad. Mas por el año que se señala, y por lo que en las piedras se lee,
juntándolo con lo que el vulgo allí doce, y en las mejores historias de Francia
se escribe, se puede conjeturar mucho que pueda dar harta luz á esta insigne
antigüedad.
Lo primero se
ha de considerar como el lugar se llama San Juan. Porque Santivañez tanto monta como Santo Juanes. […] Siendo, pues,
así que aquel pueblo se llama de San Juan desde su principio, es cierto que
tomó el nombre de alguna insigne Iglesia ó Monasterio que allí hubiese de uno
de los dos Santos benditísimos Bautista ó Evangelista. Y mas se puede pensar
fuese del Bautista, á quien acá se dedicaban siempre las Iglesias, sin hallarse
ninguna en lo antiguo con advocación de su primo. Esta Iglesia estuvo, á lo que
se puede muy bien creer, en el mismo sitio donde agora está la Ermita, y fue Monasterio principal,
pues para su servicio se truxo tan gran golpe de agua, que para Iglesia o
ermita era superfluo. Y la gran pila claro está que
nunca se ha mudado de donde agora se ve, pues el agua venia encañada hasta allí
y no mas Este Monasterio siendo tan insigne como se dexa entender, tuvo Iglesia
grande, y digna que se dexase en ella memoria de su fundación, como entonces se
dexaba de otras.
Y habiendo sido después destruido todo algunas veces por Los
Moros y asolado, como se verá adelante en esta Corónica, fueron quebradas sus
ricas piedras, y quedaron malamente destrozadas. Los del pueblo después quando
ya todo aquello fue pacíficamente de Christianos, labraron la Ermita de los despojos de la Iglesia antigua,
conservando en ella la advocación de San Juan pasada, y tan principal que había
dado nombre a su lugar, dexando dentro la pila como cosa rica y de admiración,
y gastando los pedazos de las otras piedras inconsideradamente como mejor al
intento del nuevo y pobre edificio convenia. “Ingressum nostrum réspice
Clemens”, donde parece claro como se pide a Dios favorezca los buenos
propósitos de quien allí entra á suplicarle, pues dice: “mira, Señor, con
clemencia nuestra entrada”. Tambien es pedazo desde decicación la otra piedra
donde se lee: “abeas filius”, vaya de aquí hijo. Y parece que tras pedirse a
Dios favoreciese como piadoso á quien entraba á suplicarle: se proseguía, que
quien hubiese venido pecador, volviese hijo a la salida. Prosecucion también
desto es sin duda el otro segundo renglón desta misma piedra donde dice:
“ibique quod poposcerit impetrabit”. Parece que en lo que falta se amonestaba
al que entraba á orar, que traxese limpio y fiel corazón, y así sucediera a
alcanzar allí lo que pidiese. El hacerse esta tales dedicaciones y dexarse
escritas en grandes piedras en las Iglesias, fue muy usado en estos primeros
tiempos de la restauración de España.
Conforme a todo
esto parece pudo estar así la dedicación entera desta Iglesia de Santivañez, ó poco diferente:
“Omnipotens
ingressum nostrum réspice Clemens, Quisquis servus acceserit, abeat filius,
Mens pia juvabit, ibi quod poposcerit, impetrabit.”
Y diría en
castellano:
“Dios
omnipotente, mira nuestra entrada. Qualquiera que aquí entrare siervo, salga
hijo. A cada uno le ayudará su buena alma,
y buena intención, y con ella alcanzará aquí lo que pidiere.”
Esta es la
dedicación de la Iglesia. Demas desto en otra gran piedra estaba escrita la
memoria de la fundación y fundador del Monasterio, ó de algún hombre principal
que allí estuviese enterrado. Desto servían con lo demás que falta aquellos
renglones postreros. Al dichoso Conde que fue en tiempo pasado de la provincia
de Bélgica. Y el otro donde nombra el Rey que lo echó, y lo hizo ir desterrado
de su tierra, y el postrero adonde dice honra a Francia, y señala el año DCCXXIII. Para
todo esto diré yo lo que por buenos motivos puedo averiguar, tomando el
fundamento de los mejores originales de la historia de Francia […].
A Theobaldo
parece le dieron nuestros Españoles el sobrenombre de Montesinos, por haberse entretenido y sido
Señor en aquellas montañas de Santivañez y sus comarcas. Y las gentes fueron
olvidando el nombre extranjero de Theobaldo, usando comúnmente el de
Montesinos. Después habiéndose perdido otra vez y otras Salamanca y su tierra
destruyéron Los Moros á Santivañez y su Montesinos, que le dio el nombre como
decimos. Todo esto es conjeturar lo mejor que se puede, donde no se halla otro
rastro de buena certidumbre para seguirlo […].
Porque un Autor
señala el año de la muerte al Conde Grimaldo en el año setecientos y veinte y tres, como la
piedra lo señala […] y siendo la piedra epitafio del Conde Grimaldo, la cuenta
sale muy bien.
1. Ambrosio de
Morales. “Crónica General de España” Tomo
VII. Libro XIII (fragmento). Edición de 1791. Madrid
2. Amable
García Sánchez. “Historias y leyendas salmantinas. Béjar y la Sierra de Francia”. Salamanca, 1953
El presente artículo es un
resumen, con algunas aportaciones contextuales, de lo recogido en la
recientemente publicada obra: Santibáñez
de la Sierra, Encrucijada Natural, del autor Miguel Ángel Pinto Benito (Pinto
Benito M.A., Santibáñez de la Sierra, Encrucijada Natural, Ediciones de la
Diputación Provincial de Salamanca, Serie Ayuntamientos, Nº 43, Salamanca, 2013)
Resumen y
contextualización histórica realizados por David
Panchuelo (corresponsal de Cuaderno de Entresierras en Santibáñez de la Sierra)
Fotografías :
Miguel Ángel Pinto Benito
David Panchuelo
Jesús Manuel
Monforte Vidarte
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