ENTRESIERRASrd | Una
mirada 'duplicada' al entorno mágico de Las Yegüerizas, en la comarca de
Entresierras
Casi a tres kilómetros al sur de la villa de
Monleón, sobre la margen derecha del río Alagón, se "levanta" la
ermita de Nuestra Señora de las Yegüerizas, santuario que gozaba de gran
veneración entre los pueblos circunvecinos. Según la tradición, un pastor
descubrió, en medio de un bosque de castaños existente en la Yegüerizas, una
imagen representando a la Virgen y el Niño.
Advertidos los vecinos de Monleón
de tal suceso, determinaron levantar allí mismo un santuario; sin embargo,
avisados del hallazgo, se opusieron a ellos los vecinos de El Tornadizo,
quienes intentaron llevarse a su pueblo la imagen, para lo cual la cargaron en
un carro, al que engancharon una pareja de bueyes. Estos, sin embargo, fueron
incapaces de arrastrarlo, lo que se interpretó como un signo de que la imagen
de la Virgen deseaba permanecer en las Yegüerizas, construyéndose allí una
ermita, en la que, desde entonces, aquella recibió culto bajo el nombre de
Nuestra Señora de las Yegüerizas (En la actualidad, el pago de la Yegüerizas
pertenece al término municipal de El Tornadizo). Se edificó, además, una casa
para el ermitaño, instituyéndose, después, la figura del Mayordomo, cargo que
anualmente correspondía a un vecino de la villa de Monleón, a quien estaba
encomendado el mantenimiento de los servicios litúrgicos pertinentes. En el año
1558, un tal Patricio Martín, vecino de Los Santos, se hallaba de ermitaño en
las Yegüerizas.
A lo largo de los siglos, en el santuario
mariano de la Yegüerizas se congregó en romería a los habitantes de los pueblos
vecinos, en medio de los montes de la Sevillana, sobre la margen derecha del
río Alagón. Los devotos sufragaban con sus limosnas los gastos de mantenimiento
del santuario. En la actualidad, de lo que fuera edificio del siglo XV, quedan
sólo las ruinas, y, en cuanto a la imagen que antaño era allí venerada, se
encuentra hoy en paradero desconocido, tras haber sido vendida a un anticuario hacia
el año 1972.
En los alrededores de la ermita de las
Yegüerizas se celebra el día seis de mayo una gran feria, a la que acudían
gentes de muchos lugares a la redonda: cencerreros, baqueteros, plateros,
caldereros, turroneros (de La Alberca), pañeros (de Villavieja de Yeltes)... En
cuanto a los curtidores, ninguno se podía comparar con los del mismo Monleón,
que han gozado de fama de ello hasta nuestros días.
Dicha feria pasaría a celebrarse años más tarde
a las afueras de la villa, debido a los frecuentes robos que se producían en
los montes que rodeaban la ermita de las Yegüerizas.
A principios del siglo XIX, ya se había
efectuado al referido cambio de lugar. Mucho antes, sin embargo, habían perdido
ya auge las capeas que solían tener lugar junto a la ermita en cuestión y que
formaban parte del ritual que vinculaba el culto a la Dea Mater con el culto al
toro. El decaimiento de tales capeas en las Yegüerizas habíase ido produciendo
desde que, a finales de la Edad Media, aconteciera allí un luctuoso suceso en
el que murió un mozo de Monleón y que ha sido perpetuado en el romancero.
Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano
para ir a la corrida
y remudar despacio.
Al hijo de la viuda,
El remudo no le han dado
-Al toro tengo que ir,
manque lo pida prestado
-Permita Dios, si te vas,
Te trajeren en un carro,
Las albarcas y el sombrero
De los inhiestos colgando.
Se cogen los garrochones,
Marchan las navas abajo
Preguntando por el toro
Y el toro ya está encerrado.
En el medio del camino
-¿Cuántos años tiene el toro?
-El toro tiene ocho años,
Muchachos, no entréis a él:
Mirad que el toro es muy malo,
Que la leche que mamó
Se la di yo por mi mano
Se presentan en la plaza
Cuatro mozos muy gallardos.
Manuel Sánchez citó al toro,
Nunca lo hubiera llamado;
El toro se fue hacia él
Que está debajo de un carro;
Por la punta de una albarca,
A la plaza lo ha sacado,
Cuando el toro lo dejó,
Ya lo ha dejado muy malo.
-Amigos, me estoy muriendo,
Amigos, yo estoy muy malo,
Tres pañuelos llevo dentro,
Y éste que meto son cuatro
¡Que llamen al confesor
Para que venga a auxiliarme!
No se pudo confesar
Porque estaba ya muy grave.
Al rico de Monleón
Le piden los bueyes y el carro
Pa llevar a Manuel Sánchez,
Que el torito lo ha matado.
A la puerta de la viuda
Arrecularon el carro
-Ahí tienes a vuestro hijo
Tal como habéis demandado.
Los tiempos modernos han visto periclitar la
feria de Monleón, que antaño diera celebridad y abolengo mercantil a la villa,
interrumpiéndose así una tradición medieval.
El lugar de las Yegüerizas posee un encanto
innegable, a pesar de las talas de que han venido siendo objeto los bosques de
castaños y robles que antaño rodeaban el santuario. Hoy, apenas quedan
vestigios del castañar de la Sapa, en medio del cual se levantaba la ermita, y
que persistía aún en pleno siglo XVI, como así consta en algunos documentos.
Por cierto que, en torno a la posesión de dicho castañar, se entablaron
pleitos, pues, aunque formaba parte de la jurisdicción de Salamanca, lo ocupaba
de hecho la villa de Monleón. En relación con ello, fue extendida una
ejecutoria en el año 1516 por la que se reconocían los derechos que sobre el
mencionado castañar tenía el concejo salmantino.
Sin duda, las Yegüerizas constituía un lugar
mágico desde la más remota antigüedad. Nada tiene de extraño que la tradición
sitúe allí el prodigio de la inmovilidad de la carrera de bueyes y que,
antiguamente, acudieran a aquel lugar, en romería, gentes de todos los pueblos
circunvecinos. Con ello se continuaba una tradición cultural que se pierde en
la prehistoria, como la prueba la presencia del ya mencionado círculo de
piedras -cromlech- rodeando un monumento rupestre, en torno del cual se
llevarían a cabo reuniones o asambleas comunales.
Por otra parte, el nombre de las Yegüerizas
suscita curiosidad: resulta fácil, en primer momento, pensar que aluda a un
lugar en el que, tiempo atrás, pastasen yeguas; pero tal hipótesis no se halla
en consonancia con el carácter mistérico del enclave en cuestión. En efecto, se
da en este una conjunción tal de elementos sacralizantes, que obliga a buscar
una explicación más coherente y significativa al nombre del mismo. Pues bien:
Yegüerizas, podría venir, según el profesor Marciano Sánchez, de aequerizas, que
quiere decir, lugar donde se reúnen los iguales (de aequum, vocablo latino que
significa igual). Aequerizas, pasaría a Yegüerizas o Yeguarizas /pues bajo
ambas formas aparece escrito, indistintamente, en documentos del siglo XVIII).
Para reforzar más aún si cabe la idea de que las
Yegüerizas debió erigirse en enclave mágico desde tiempos remotos, debemos
considerar que allí se celebraba un feria el día seis de mayo (trasladada, más
tarde, a las afueras de Monleón), fecha que correspondía, precisamente, a la
celebración de las maionas (fiesta de mayo) en el mundo romano. Los ritos
ancestrales se perpetuaban, así, en el mundo a través de las romerías marianas,
todo ello bajo la pervivencia de antiquísimos cultos matriolátricos, presididos
por la figura de la Gran Madre, que la misma toponimia refleja. Así, al
suroeste de Monleón, no lejos de las Yegüerizas, el topónimo Santana (Santa
Ana) apunta a la existencia de otro enclave sagrado, del que se carece de toda
referencia histórica.
Texto: web los-santos.com
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