Cuando los clientes que acuden a
la pastelería Pan Negro de
La Alberca, en la Sierra de Francia, tienen que decantarse por un turrón, la
elección no es tan fácil como parece, porque a los turrones tradicionales, es
decir, del duro o del blando, hay que sumar sabores totalmente novedosos en lo
que se refiere a este dulce navideño, entre ellos, el de jamón ibérico.
Algunos tienen que leer la
etiqueta varias veces y aún así preguntan perplejos, ¿turrón de jamón? Pues
sí, han leído bien. La gerente de esta pastelería, Mari Luz Lorenzo, confiesa que siempre le ha gustado innovar en la
cocina y, en este apartado, la repostería ofrece también infinidad de
posibilidades para sorprender al paladar.
Este
municipio salmantino se caracteriza por vender turrón todo el año, por tratarse
de uno de sus productos más típicos. Pero además, cada Navidad Mari Luz Lorenzo
experimenta con algún nuevo sabor con el que sorprender a los clientes. De este
modo, decidió aunar los dos productos más típicos de la zona, el turrón y el
jamón, que tenía que ser ibérico, porque el sabor que aporta es inigualable.
Noticia : ABC |
Esta receta, que ya se suma al
resto de recetas propias de su pastelería, logra mezclar el turrón de chocolate
con una proporción de virutas de jamón ibérico crujiente, que sugiere en el
paladar un sabor diferente, pero que gusta. Primero se siente el sabor intenso
del chocolate, pero al final aparece un gusto a jamón, un toque salado cuyo contraste resulta «delicioso».
Aún así, reconoce que al principio
le costaba venderlo porque de primeras, muchas personas pensaban que no les iba
a gustar. Sin embargo, tan solo lleva varios meses y ya se ha corrido la voz de
que existe este producto único y se ha convertido en una «delicatessen»que muchos buscan y encargan, para degustarlo ellos
mismos o para regalar por su originalidad.
Repostería e innovación
En las vitrinas de Pan Negro
además hay otras variedades que no dejan indiferentes y que son únicas, por
incluir ingredientes que poco tienen que ver con el turrón de toda la vida.
Señala que tiene «mucho éxito» el turrón con vino Pedro Ximenez; el de
chocolate, jengibre y peta zeta; el turrón de trufas o el de aceite de oliva
«Soleae», y sobre este último matiza orgullosa que aunque el famoso restaurante El Celler de Can Roca, considerado uno de los mejores del mundo,
acaba de crear un turrón como éste, ella ya lo incluyó hace tiempo. Lorenzo
apunta que no lo ha «copiado» de ningún sitio y sus recetas son fruto de los
ensayos y pruebas que realiza en su obrador.
De hecho,
reconoce que muchas de ellas finalmente no ven la luz, porque al ser fruto de
la experimentación, el resultado, el sabor o la consistencia no es la esperada
y finalmente se deshecha la idea.
Esta repostera, que antes
regentaba también un conocido restaurante, lamenta que a pesar de las posibilidades
que ofrece la repostería, lo que se hace en los fogones no tiene la misma
repercusión que las creaciones de la cocina en general. Sin embargo, mantiene
que continuará con esa labor que le caracteriza de mantener vivas las
tradiciones de su pueblo con la innovación que hacen que sus productos sean únicos en el mundo.
En cuanto al precio, señala que
mientras los turrones tradicionales se venden a 25 euros el kilo, el de jamón
ibérico está a 29 euros, debido a que la materia
prima utilizada es más cara.
Otro ejemplo de ese trabajo que se
basa en la combinación de tradición y modernidad es la creación de una morcilla elaborada con chocolate y piñones, que engaña a la vista
por el parecido con la auténtica morcilla salada.
En
ocasiones, cuando los clientes la ven en la pastelería, no salen de su asombro
y a más de uno ha tenido que advertirle de que no es el auténtico embutido,
cuando estaban a punto de comprarlo.
Para su elaboración, siguió los conocimientos
aprendidos durante la realización de la matanza tradicional y que han pasado de
padres a hijos, porque detalla que está hecha del mismo modo que se hace este
embutido. La creación de la piel que la recubre, continúa, fue lo que más
tiempo tardó en realizar, porque quería que además de comestible y con buen
sabor, fuera una piel similar a la que recubre este producto.
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