Han pasado casi dos años sin que se ordene ningún
sacerdote en la Diócesis de Salamanca. El último fue Andrés González y lo hizo
el 20 de mayo de 2012. Actualmente es uno de los vicarios de la Iglesia
parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Guijuelo y forma parte de
la delegación de Juventud de la Pastoral Juvenil.
A falta de sacerdotes, la
diócesis forma a laicos para que coordinen y presidan actos religiosos en sus
respectivas parroquias. En la actualidad 80 fieles vinculados a los
movimientos pastorales de la provincia colaboran con diferentes sacerdotes para
suplir la carencia de éstos o la falta de celebración de la eucaristía
dominical. De estos 80, diez personas moderan ya actos religiosos.
El mayor de tres
hermanos, Andrés nació en Tornavacas (Cáceres) en una familia
católica pero no muy practicante. Pero él siempre fue muy activo en la
participación de las tradiciones y cultos religiosos que se celebraban en su
pueblo.
Siempre apuntó maneras al
sacerdocio pero primero optó por estudiar Químicas, Empresariales y
Teología. La llamada de Dios le llegó ya con cierta edad, a los 27 años. Y
desde que salió del seminario, su comunidad, su gran familia está en
Guijuelo. Allí realizó su etapa pastoral o “las prácticas”, como él las llama.
Actualmente, con 35, también administra las parroquias de Monleón, Endrinal y
Casas de Monleón.
Quedamos en vernos a las puertas de su Iglesia. Teníamos una
hora para conversar; después comenzaba su catequesis con padres. Están tratando
la crisis de Fe, si sirve para algo creer. ¿Será esa una de las causas por las
que la Diócesis de Salamanca no cuenta con ningún seminarista y haya sido
Andrés el último en ordenarse en 2012?
- Cuándo decidió que quería ser
sacerdote ¿qué dijeron sus padres?
Se asustaron un poco. No porque
decidiese entrar en el seminario sino por el momento en que lo decidí. Tenía ya
27 años pero fue cuando sentí que la llamada era más fuerte. Les costó
entenderlo porque ellos ya habían diseñado mi futuro y eso que siempre he sido
muy cercano a la Iglesia, con la catequesis, iba a misa… a diferencia de mis
hermanos. Yo no soy de una familia muy religiosa; es religiosamente, más bien
fría. Ellos ya me veían en un laboratorio, por mis estudios en Química, aunque
nunca me hizo mucha gracia; o en un banco, donde ya tenía concedidas unas
prácticas.
- Dice que sintió la llamada fuerte a los 27 años
¿por qué no terminaba de dar el paso o qué sintió de diferente entonces?
Fue como muy decisivo, como un
aldabonazo en el corazón. En los primeros años de carrera me vinculé a una
parroquia de Salamanca como catequista y colaboraba en el coro y en la
animación de misa los domingos. En una convivencia fue cuando sentí que Dios me
pedía algo más. Hice como reflexión, miré mi vida, revisé y vi que lo que lo
que estaba haciendo me llenaba de una alegría infinita: estar en la parroquia,
en el coro. A la universidad iba a gusto, a la escuela de idiomas, con mis
amigos bien pero no me llenaba. Y me planteé darle más vueltas porque a las
decisiones importantes en la vida hay que dedicarles un tiempo y dejarlas en
remojo.
- Pero esa dedicación a la
Comunidad se puede compatibilizar con una vida no dedicada al sacerdocio.
Sí, perfectamente pero yo le
preguntaba a Dios: qué me estás pidiendo ¿una vida matrimonial o sacerdotal? Y
durante un año y medio le estuve dando vueltas pero Dios me fue poniendo
señales e indicándome el camino para alcanzar la felicidad.
- Con 27 años ya has vivido
bastante y has conocido lo que la vida te da ¿no considerabas que renunciabas a
algo?
Los años de seminario son de
discernimiento, no tienes porqué terminar siendo sacerdote. Durante ese tiempo,
a través de la formación, la oración y el acompañamiento de otros sacerdotes,
uno va viendo si es su camino. En esos cinco años, más el año y medio dando
vueltas, me di cuenta que no renunciaba a nada. Por ejemplo, me gustan mucho
los niños y noté que estaba llamado a tener una familia pero más amplia. Lo fui
descubriendo ya en la parroquia, que no podía estar constreñido y cerrado en
una familia con esposa y dos o tres hijos. Se me quedaba como muy pequeño. Sin
embargo, lo que más me costaba era que no me veía muy digno, si se puede decir
así, de ser sacerdote. Tenía demasiado idealizado el sacerdocio y a los
sacerdotes.
- ¿No se veía como ejemplo para muchos?
Eso es. Y luego fui
descubriendo lo que dice San Pablo: “Dios se sirve del débil para mostrar a los
hombres su grandeza”. Los sacerdotes somos gente muy débil, muy frágil, sobre
todo porque el importante es ÉL. No se trata de idealizar al sacerdote sino a
Dios que es el prototipo al que seguimos.
- Y en esa debilidad ¿no hay
tentaciones?
Yo creo que las tentaciones
conviven cada día con nosotros, como con cualquier ser humano. Lo importante no
es caer en la tentación, lo peligroso es quedarse aplastado por ella y no
levantarse.
- Pero ¿cae en la tentación? En
general, que tentaciones hay muchas.
Personalmente mi tentación es
la infidelidad. Es decir, que de mi vocación sacerdotal haga algo muy mío y no
sea lo que tiene que ser. Infidelidad a la Iglesia que pasa por la infidelidad
a la Comunidad. Por ejemplo quedándome en casa, desarrollando mis proyectos
personales, olvidándome de la gente que tengo alrededor. Si Jesús tuvo
tentaciones, cuanto menos nosotros.
- ¿Y cómo se superan?
Desde mi vocación sacerdotal es
fácil, con la oración y conviviendo en la Comunidad. Así es más fácil vencer la
tentación.
- Va a hacer dos años que se
ordenó sacerdote y desde entonces no se ha celebrado ninguna ordenación más.
Tampoco hay seminaristas en Salamanca ¿por qué no hay vocación?
Es complicado. Hay muchas
razones. Quizás, una de ellas sea que hay crisis en la vida: familiar,
matrimonial, en el mundo laboral, nadie quiere estar haciendo siempre las
mismas cosas. Entonces, plantear a un joven la vocación sacerdotal vista a 30,
40, 50 años, eso a uno le echa para atrás. Quizás nosotros deberíamos crear
otro estilo de vida, sin resultar raros, viviendo en medio de la gente, siendo
portadores de alegría. Puede que los niños y jóvenes no vean en nosotros a
gente ilusionada, con alegría o esperanza, que contagie algo distinto. También
las familias cada vez son más cortas, con un solo hijo. Entiendo que a los
padres les cueste que ese hijo único les diga un día que quiere ser sacerdote.
Conozco casos en los que los padres han dificultado la decisión.
- ¿Y la crisis de Fe?
También. Yo creo que ahora
mismo nuestra sociedad vive al margen de Dios. Muestra eso, aunque si escarbas
un poco en el corazón de la gente y entablas diálogo cercano y sincero, ves que
hay esa Sed de Dios. Pero Dios no está en nuestros hogares como antes, que era
uno más. El hablar de Dios era algo habitual hace 20 ó 30 años. Dios no era
extraño. Y ser sacerdote tampoco lo era.
- A veces da como vergüenza.
Nos da vergüenza porque hacemos
las cosas por costumbre y no porque experimentamos fuego por dentro, deseo de
que me ayude a vivir. Vemos la Fe como de domingos o de determinado momentos de
nuestra vida: bautizos, comuniones. Y no hemos hechos de la Fe algo normal. No
introducimos a Dios en el día a día, en la toma de decisiones como a la familia
o amigos. No es cuestión de rezar a todas horas. Yo creo que todos tenemos la
Fe en nuestro corazón lo que pasa es que algunos no la han descubierto o
responden a ella con debilidad.
- También tenemos de todo,
a ver quién renuncia a muchas de esas cosas, aunque suene muy materialista.
Dios incomoda mucho al hombre
posmoderno donde su felicidad la mide por lo que tiene y Dios parece que no nos
aporta nada; parece. Lo que pasa es que no nos sube la nómina a fin de mes.
- Si no lo sabes, no se ve
que sea cura. Viste como cualquier hombre de su edad, tiene su teléfono móvil…
El Concilio Vaticano II abrió
más las puertas de la Iglesia, dejó que entrase otro espíritu; que no miremos
el mundo como desde arriba. Teniendo clara la misión que se nos ha encomendado,
llevarlo con naturalidad sin perder la esencia.
- Si le ven tomando algo ¿se
sigue oyendo eso de “mira el cura”?
Sí, a veces siento como que les
causa extrañeza o un rumor. Creo que la gente ya se está acostumbrando pero
sigue pasando. Yo siempre se lo digo a los jóvenes de catequesis de
Confirmación: ¿cuál fue el primer milagro de Jesús? El de las bodas Caná. Jesús
no vino a aguar la fiesta, al contrario, la fiesta se estaba aguando. No creo
que la religión ni Dios ni su hijo Jesús sean aguafiestas. Hay que vivir con
normalidad la vida de cada día. Hay que saber lo que uno es, vivir su misión
pero sin confundir.
- ¿De qué vive?
Los sacerdotes tenemos la
nómina de unos 600 euros y el Obispado nos pasa dinero por el combustible y la
parroquia también para cubrir gastos de la casa o los ponemos nosotros. Yo vivo
solo en una casa de la parroquia. Todos los estamos en la Comunidad de
Guijuelo, así lo decidimos. Pero no tendría problema en compartir, ya lo hice
de estudiante. -
¿Se confiesa?
Sí, claro. No paso más de un
mes sin confesarme, al menos una vez al mes.
- ¿Cómo? ¿Con sus hermanos de
Guijuelo?
No es recomendable hacerlo con
los sacerdotes con los que trabajas pero si no queda más remedio porque no vas
a Salamanca o no viene otro compañero con el que puedas, no habría problema
pero no lo aconsejable.
- ¿Por qué no es lo
aconsejable?
Porque en el día a día surgen
roces, tenemos distintos criterios sobre cosas, discutes en el sentido amplio
de la palabra. No se puede ser parcial y se supone que la confesión te tiene
que ayudar a crecer y madurar así no evolucionas.
- Para confesarse hay que pecar
¿qué pecados comete?
El mayor examen de conciencia
que puede hacer uno es preguntarse: en qué me he fallado a mí mismo, en qué a
los hermanos con los que convivo y en qué le he podido fallar a Dios. Y en esas
tres direcciones uno puede mirar en lo que necesita crecer. Uno puede ser muy
perezoso, envidioso o desear autor- realizarse.
- ¿Tiene crisis de Fe?
No. Yo creo que nunca. Puedo
haber tomado distancia o tener la tentación de hacer religión de bolsillo
alguna vez. Sobre todo en la época universitaria decía “bueno lo dice la
Iglesia pero seguro que ponía tanto punto a eso”.
- Yo sí la tengo, lo confieso.
Y me cuesta creer que haya gente que justifique lo malo que le ocurre diciendo
si “Dios lo ha querido”.
-Cuando escucho eso, digo:
hombre, no podemos poner en manos de Dios todo lo malo que nos sucede que no
está manejándonos como a las marionetas. Que al final de Dios viene todo lo
malo y lo bueno lo he conseguido yo.
- Y cuando la gente, ante esos problemas o
tragedias, se pregunta que si Dios existiese cómo permite eso. Seguro que habrá
quien se lo cuestione a usted.
Sí, mucha gente lo dice, sobre
todo en caso de muertes de inocentes, de los débiles, de los niños y es normal
que uno se interrogue. Quizás estamos tan sujetos a esta tierra y lo medimos
tanto con los clichés humanos que no alcanzamos a ver que no todo se agota
aquí. Y donde vemos esa tragedia, culpamos a Dios siempre porque no nos damos
cuenta que el 99% de las cosas que suceden, suceden también por un mal uso de
la libertad del ser humano. No podemos culpar a Dios de las cosas que nosotros
hacemos. Y lo de las enfermedades tenemos que entender que somos seres
temporales.
- ¿Cambiarías algo de la
Iglesia? No tengo vocación de Quijote, no soy yo muy revolucionario.
- No es cuestión de
revolucionar; pero, como decía, en el Concilio Vaticano IIse abrieron más las
puertas de la Iglesia, si ahora se abrieran un poco más ¿en qué sentido le
gustaría? Iglesia como institución.
Yo no separo. No la veo sólo
como institución. La veo, y por eso me hecho cura, Iglesia- familia. Lo que
debemos hacer la Iglesia, todos los bautizados, es no hacer esa religión de
bolsillo de la que hablaba.
- También son muchos los que
critican la riqueza del Vaticano.
Yo respeto esa crítica que nos
viene desde fuera y que creo que se hace con cariño. Quizás deberíamos
revisarla y pensar si hay que darle respuesta. Ahora el Papa ha dado aire
fresco a esta Iglesia que quizás estaba un poco encerrada.
- ¿Le gusta Francisco?
Sí. Pero también Benedicto XVI.
- No tienen nada que ver.
Claro, uno es teólogo y otro es
Pastor. Pero la teología que tienen ambos es la misma. Y el punto de referencia
y el centro de su vida es lo mismo: amor a Dios.
- Sigo pensando que la
Iglesia está anclada en el pasado.
¿Sí? Y no en el futuro. Bueno,
la Iglesia con el paso de los siglos se le han ido pegando cosas del mundo
también. Hay que ir quitándose de todo eso. En este tiempo tan nuevo que
estamos viviendo, quizás la Iglesia tenga que hacer reflexión y ver por dónde
caminar en el siglo XXI. Pienso que la Iglesia, con 2000 años de historia,
tradición, poso, sabiduría… se ha enfrentado con los tiempos a la ciencia,
cultura, otras religiones y ha ido avanzando La Iglesia se mantiene con el
ancla en Él, en el pasado, pero siempre dialogando mucho con el hombre de todos
los tiempos.
- ¿Qué opinión le merece el
celibato?
Eso no es ley de vida. Eso es
disciplina eclesiástica. Algún día lo cambiarán. San Pedro estaba casado. No
recuerdo si fue en la Edad Media cuando decidieron que no se pudieses casar.
Personalmente creo que no se debe ver como una renuncia sino un don para la
comunidad. Tienes más tiempo para los demás sin estar atado a una esposa y unos
hijos. Yo creo que eso es bueno. -
Hablando con la naturalidad y
normalidad que mencionaba, ¿qué opina del uso del anticonceptivo? porque hay
opiniones encontradas hasta dentro de la Iglesia.
Aquí hay una cosa fundamental:
la otra persona para ti es algo más que un objeto de placer, entonces hay que
tratarla con la dignidad que se merece tanto él como ella.
- Por tanto ¿no concibe ninguna
relación que no sea en pareja?
Es que me parece que te traicionas
a ti y al otro.
- ¿Ha llegado a tener pareja?
Sí he tenido novia, durante
unos meses. Y me sirvió para darme cuenta que no podía quedarme atado a una
pareja con dos o tres hijos. Se me quedaba pequeño. Uno tiene que diferenciar
muy bien lo que le pide Dios y dónde se realiza uno más. Aun queriéndola veía
que había algo que no… Si uno es sincero y escucha el corazón, descubre si es
la vocación eso que siente. En esa relación descubrí que, aun estando a gusto
con ella y lo que nos queríamos, había un interrogante. Es difícil de explicar.
- En el día a día puede conocer
a alguien, una mujer puede llamar su atención o usted la de ella.
Tú puedes ver a una mujer y
decir “es una chica guapa” y ya está. Pero si se produce esa tentación
constantemente y afectivamente, hay un desorden y debería comentarlo con algún
compañero y trabajarlo a nivel personal. Sobre todo con el fin de evitar daño
psicológico a la persona o que tu labor sacerdotal se vea empañada o minada por
un pensamiento.
- También puede ser otra
llamada
También. Uno puede tener
momento de crisis por varios motivos y éste puede ser uno. Porque tú veas una
chica que te gusta, no es que seas infiel a la Iglesia ni que te des cuenta de
buenas a primeras que te has equivocado. Lo que pasa es que vivimos en un mundo
a veces demasiado rápido.
- Está de actualidad ¿qué opina
de la Ley del aborto?
Sin hablar en calidad de
sacerdote, creo que el derecho a la vida es fundamental. Expertos de un lado y
de otro han confirmado que desde el momento de la concepción ya hay vida. Si es
así, le cortaría la vida, le quitaría el derecho a vivir a un ser. Lo siento
así a nivel humano. Creo en la vida, en la persona.
- ¿Y la homosexualidad?
No voy a juzgar ahí. Yo creo
que una persona con tendencia homosexual es hijo de Dios, nadie tiene duda,
Dios le quiere como al que más. Lo único que le pediría es la fidelidad. La
Iglesia nunca les ha cerrado las puertas aunque a veces la imagen que se ve, la
posición de la Iglesia en los medios es de rechazo, y creo que nunca lo es.
- ¿Cree que algunos medios no
dan buena imagen de la Iglesia?
Sí pero creo que a veces es
también por deficiencia nuestra, no sabemos dirigirnos. Con prejuicios,
pensando que viene a pillar. -
¿También lo ha pensado de mí?
No, confío siempre en la voluntad
del otro y que sea profesional en su trabajo. Yo creo que nosotros encontramos
una barrera que nos ponemos nosotros mismos ante los medios. Además hemos sido
poco formados para dirigirnos a los medios a nivel religioso. Y a veces los
medios saben que ciertas noticias religiosas provocan morbo. Y otras, se
centran en algo concreto y la Iglesia es muy amplia.
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