martes, 1 de abril de 2014

El último sacerdote de Salamanca

Han pasado casi dos años sin que se ordene ningún sacerdote en la Diócesis de Salamanca. El último fue Andrés González y lo hizo el 20 de mayo de 2012. Actualmente es uno de los vicarios de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Guijuelo y forma parte de la delegación de Juventud de la Pastoral Juvenil.
A falta de sacerdotes, la diócesis forma a laicos para que coordinen y presidan actos religiosos en sus respectivas parroquias. En la actualidad 80 fieles vinculados a los movimientos pastorales de la provincia colaboran con diferentes sacerdotes para suplir la carencia de éstos o la falta de celebración de la eucaristía dominical. De estos 80, diez personas moderan ya actos religiosos.
El mayor de tres hermanos, Andrés nació en Tornavacas (Cáceres) en una familia católica pero no muy practicante. Pero él siempre fue muy activo en la participación de las tradiciones y cultos religiosos que se celebraban en su pueblo.
Siempre apuntó maneras al sacerdocio pero primero optó por estudiar Químicas, Empresariales y Teología. La llamada de Dios le llegó ya con cierta edad, a los 27 años. Y desde que salió del seminario, su comunidad, su gran familia está en Guijuelo. Allí realizó su etapa pastoral o “las prácticas”, como él las llama. Actualmente, con 35, también administra las parroquias de Monleón, Endrinal y Casas de Monleón. 
Quedamos en vernos a las puertas de su Iglesia. Teníamos una hora para conversar; después comenzaba su catequesis con padres. Están tratando la crisis de Fe, si sirve para algo creer. ¿Será esa una de las causas por las que la Diócesis de Salamanca no cuenta con ningún seminarista y haya sido Andrés el último en ordenarse en 2012?
- Cuándo decidió que quería ser sacerdote ¿qué dijeron sus padres?
Se asustaron un poco. No porque decidiese entrar en el seminario sino por el momento en que lo decidí. Tenía ya 27 años pero fue cuando sentí que la llamada era más fuerte. Les costó entenderlo porque ellos ya habían diseñado mi futuro y eso que siempre he sido muy cercano a la Iglesia, con la catequesis, iba a misa… a diferencia de mis hermanos. Yo no soy de una familia muy religiosa; es religiosamente, más bien fría. Ellos ya me veían en un laboratorio, por mis estudios en Química, aunque nunca me hizo mucha gracia; o en un banco, donde ya tenía concedidas unas prácticas.

- Dice que sintió la llamada fuerte a los 27 años ¿por qué no terminaba de dar el paso o qué sintió de diferente entonces?
Fue como muy decisivo, como un aldabonazo en el corazón. En los primeros años de carrera me vinculé a una parroquia de Salamanca como catequista y colaboraba en el coro y en la animación de misa los domingos. En una convivencia fue cuando sentí que Dios me pedía algo más. Hice como reflexión, miré mi vida, revisé y vi que lo que lo que estaba haciendo me llenaba de una alegría infinita: estar en la parroquia, en el coro. A la universidad iba a gusto, a la escuela de idiomas, con mis amigos bien pero no me llenaba. Y me planteé darle más vueltas porque a las decisiones importantes en la vida hay que dedicarles un tiempo y dejarlas en remojo.
- Pero esa dedicación a la Comunidad se puede compatibilizar con una vida no dedicada al sacerdocio.
Sí, perfectamente pero yo le preguntaba a Dios: qué me estás pidiendo ¿una vida matrimonial o sacerdotal? Y durante un año y medio le estuve dando vueltas pero Dios me fue poniendo señales e indicándome el camino para alcanzar la felicidad.
- Con 27 años ya has vivido bastante y has conocido lo que la vida te da ¿no considerabas que renunciabas a algo?
Los años de seminario son de discernimiento, no tienes porqué terminar siendo sacerdote. Durante ese tiempo, a través de la formación, la oración y el acompañamiento de otros sacerdotes, uno va viendo si es su camino. En esos cinco años, más el año y medio dando vueltas, me di cuenta que no renunciaba a nada. Por ejemplo, me gustan mucho los niños y noté que estaba llamado a tener una familia pero más amplia. Lo fui descubriendo ya en la parroquia, que no podía estar constreñido y cerrado en una familia con esposa y dos o tres hijos. Se me quedaba como muy pequeño. Sin embargo, lo que más me costaba era que no me veía muy digno, si se puede decir así, de ser sacerdote. Tenía demasiado idealizado el sacerdocio y a los sacerdotes.
- ¿No se veía como ejemplo para muchos?
Eso es. Y luego fui descubriendo lo que dice San Pablo: “Dios se sirve del débil para mostrar a los hombres su grandeza”. Los sacerdotes somos gente muy débil, muy frágil, sobre todo porque el importante es ÉL. No se trata de idealizar al sacerdote sino a Dios que es el prototipo al que seguimos.
- Y en esa debilidad ¿no hay tentaciones?
Yo creo que las tentaciones conviven cada día con nosotros, como con cualquier ser humano. Lo importante no es caer en la tentación, lo peligroso es quedarse aplastado por ella y no levantarse.
- Pero ¿cae en la tentación? En general, que tentaciones hay muchas.
Personalmente mi tentación es la infidelidad. Es decir, que de mi vocación sacerdotal haga algo muy mío y no sea lo que tiene que ser. Infidelidad a la Iglesia que pasa por la infidelidad a la Comunidad. Por ejemplo quedándome en casa, desarrollando mis proyectos personales, olvidándome de la gente que tengo alrededor. Si Jesús tuvo tentaciones, cuanto menos nosotros.
- ¿Y cómo se superan?
Desde mi vocación sacerdotal es fácil, con la oración y conviviendo en la Comunidad. Así es más fácil vencer la tentación.
- Va a hacer dos años que se ordenó sacerdote y desde entonces no se ha celebrado ninguna ordenación más. Tampoco hay seminaristas en Salamanca ¿por qué no hay vocación?
Es complicado. Hay muchas razones. Quizás, una de ellas sea que hay crisis en la vida: familiar, matrimonial, en el mundo laboral, nadie quiere estar haciendo siempre las mismas cosas. Entonces, plantear a un joven la vocación sacerdotal vista a 30, 40, 50 años, eso a uno le echa para atrás. Quizás nosotros deberíamos crear otro estilo de vida, sin resultar raros, viviendo en medio de la gente, siendo portadores de alegría. Puede que los niños y jóvenes no vean en nosotros a gente ilusionada, con alegría o esperanza, que contagie algo distinto. También las familias cada vez son más cortas, con un solo hijo. Entiendo que a los padres les cueste que ese hijo único les diga un día que quiere ser sacerdote. Conozco casos en los que los padres han dificultado la decisión.
- ¿Y la crisis de Fe?
También. Yo creo que ahora mismo nuestra sociedad vive al margen de Dios. Muestra eso, aunque si escarbas un poco en el corazón de la gente y entablas diálogo cercano y sincero, ves que hay esa Sed de Dios. Pero Dios no está en nuestros hogares como antes, que era uno más. El hablar de Dios era algo habitual hace 20 ó 30 años. Dios no era extraño. Y ser sacerdote tampoco lo era.
- A veces da como vergüenza.
Nos da vergüenza porque hacemos las cosas por costumbre y no porque experimentamos fuego por dentro, deseo de que me ayude a vivir. Vemos la Fe como de domingos o de determinado momentos de nuestra vida: bautizos, comuniones. Y no hemos hechos de la Fe algo normal. No introducimos a Dios en el día a día, en la toma de decisiones como a la familia o amigos. No es cuestión de rezar a todas horas. Yo creo que todos tenemos la Fe en nuestro corazón lo que pasa es que algunos no la han descubierto o responden a ella con debilidad.
- También tenemos de todo, a ver quién renuncia a muchas de esas cosas, aunque suene muy materialista.
Dios incomoda mucho al hombre posmoderno donde su felicidad la mide por lo que tiene y Dios parece que no nos aporta nada; parece. Lo que pasa es que no nos sube la nómina a fin de mes.
- Si no lo sabes, no se ve que sea cura. Viste como cualquier hombre de su edad, tiene su teléfono móvil…
El Concilio Vaticano II abrió más las puertas de la Iglesia, dejó que entrase otro espíritu; que no miremos el mundo como desde arriba. Teniendo clara la misión que se nos ha encomendado, llevarlo con naturalidad sin perder la esencia.
- Si le ven tomando algo ¿se sigue oyendo eso de “mira el cura”?
Sí, a veces siento como que les causa extrañeza o un rumor. Creo que la gente ya se está acostumbrando pero sigue pasando. Yo siempre se lo digo a los jóvenes de catequesis de Confirmación: ¿cuál fue el primer milagro de Jesús? El de las bodas Caná. Jesús no vino a aguar la fiesta, al contrario, la fiesta se estaba aguando. No creo que la religión ni Dios ni su hijo Jesús sean aguafiestas. Hay que vivir con normalidad la vida de cada día. Hay que saber lo que uno es, vivir su misión pero sin confundir.
- ¿De qué vive?
Los sacerdotes tenemos la nómina de unos 600 euros y el Obispado nos pasa dinero por el combustible y la parroquia también para cubrir gastos de la casa o los ponemos nosotros. Yo vivo solo en una casa de la parroquia. Todos los estamos en la Comunidad de Guijuelo, así lo decidimos. Pero no tendría problema en compartir, ya lo hice de estudiante. -
¿Se confiesa?
Sí, claro. No paso más de un mes sin confesarme, al menos una vez al mes.
- ¿Cómo? ¿Con sus hermanos de Guijuelo?
No es recomendable hacerlo con los sacerdotes con los que trabajas pero si no queda más remedio porque no vas a Salamanca o no viene otro compañero con el que puedas, no habría problema pero no lo aconsejable.
- ¿Por qué no es lo aconsejable?
Porque en el día a día surgen roces, tenemos distintos criterios sobre cosas, discutes en el sentido amplio de la palabra. No se puede ser parcial y se supone que la confesión te tiene que ayudar a crecer y madurar así no evolucionas.
- Para confesarse hay que pecar ¿qué pecados comete?
El mayor examen de conciencia que puede hacer uno es preguntarse: en qué me he fallado a mí mismo, en qué a los hermanos con los que convivo y en qué le he podido fallar a Dios. Y en esas tres direcciones uno puede mirar en lo que necesita crecer. Uno puede ser muy perezoso, envidioso o desear autor- realizarse.
- ¿Tiene crisis de Fe?
No. Yo creo que nunca. Puedo haber tomado distancia o tener la tentación de hacer religión de bolsillo alguna vez. Sobre todo en la época universitaria decía “bueno lo dice la Iglesia pero seguro que ponía tanto punto a eso”.
- Yo sí la tengo, lo confieso. Y me cuesta creer que haya gente que justifique lo malo que le ocurre diciendo si “Dios lo ha querido”.
-Cuando escucho eso, digo: hombre, no podemos poner en manos de Dios todo lo malo que nos sucede que no está manejándonos como a las marionetas. Que al final de Dios viene todo lo malo y lo bueno lo he conseguido yo.

- Y cuando la gente, ante esos problemas o tragedias, se pregunta que si Dios existiese cómo permite eso. Seguro que habrá quien se lo cuestione a usted.
Sí, mucha gente lo dice, sobre todo en caso de muertes de inocentes, de los débiles, de los niños y es normal que uno se interrogue. Quizás estamos tan sujetos a esta tierra y lo medimos tanto con los clichés humanos que no alcanzamos a ver que no todo se agota aquí. Y donde vemos esa tragedia, culpamos a Dios siempre porque no nos damos cuenta que el 99% de las cosas que suceden, suceden también por un mal uso de la libertad del ser humano. No podemos culpar a Dios de las cosas que nosotros hacemos. Y lo de las enfermedades tenemos que entender que somos seres temporales.
- ¿Cambiarías algo de la Iglesia? No tengo vocación de Quijote, no soy yo muy revolucionario.
- No es cuestión de revolucionar; pero, como decía, en el Concilio Vaticano IIse abrieron más las puertas de la Iglesia, si ahora se abrieran un poco más ¿en qué sentido le gustaría? Iglesia como institución.
Yo no separo. No la veo sólo como institución. La veo, y por eso me hecho cura, Iglesia- familia. Lo que debemos hacer la Iglesia, todos los bautizados, es no hacer esa religión de bolsillo de la que hablaba.
- También son muchos los que critican la riqueza del Vaticano.
Yo respeto esa crítica que nos viene desde fuera y que creo que se hace con cariño. Quizás deberíamos revisarla y pensar si hay que darle respuesta. Ahora el Papa ha dado aire fresco a esta Iglesia que quizás estaba un poco encerrada.
- ¿Le gusta Francisco?
Sí. Pero también Benedicto XVI.
- No tienen nada que ver.
Claro, uno es teólogo y otro es Pastor. Pero la teología que tienen ambos es la misma. Y el punto de referencia y el centro de su vida es lo mismo: amor a Dios.
- Sigo pensando que la Iglesia está anclada en el pasado.
¿Sí? Y no en el futuro. Bueno, la Iglesia con el paso de los siglos se le han ido pegando cosas del mundo también. Hay que ir quitándose de todo eso. En este tiempo tan nuevo que estamos viviendo, quizás la Iglesia tenga que hacer reflexión y ver por dónde caminar en el siglo XXI. Pienso que la Iglesia, con 2000 años de historia, tradición, poso, sabiduría… se ha enfrentado con los tiempos a la ciencia, cultura, otras religiones y ha ido avanzando La Iglesia se mantiene con el ancla en Él, en el pasado, pero siempre dialogando mucho con el hombre de todos los tiempos.
- ¿Qué opinión le merece el celibato?
Eso no es ley de vida. Eso es disciplina eclesiástica. Algún día lo cambiarán. San Pedro estaba casado. No recuerdo si fue en la Edad Media cuando decidieron que no se pudieses casar. Personalmente creo que no se debe ver como una renuncia sino un don para la comunidad. Tienes más tiempo para los demás sin estar atado a una esposa y unos hijos. Yo creo que eso es bueno. -
Hablando con la naturalidad y normalidad que mencionaba, ¿qué opina del uso del anticonceptivo? porque hay opiniones encontradas hasta dentro de la Iglesia.
Aquí hay una cosa fundamental: la otra persona para ti es algo más que un objeto de placer, entonces hay que tratarla con la dignidad que se merece tanto él como ella.
- Por tanto ¿no concibe ninguna relación que no sea en pareja?
Es que me parece que te traicionas a ti y al otro.
- ¿Ha llegado a tener pareja?
Sí he tenido novia, durante unos meses. Y me sirvió para darme cuenta que no podía quedarme atado a una pareja con dos o tres hijos. Se me quedaba pequeño. Uno tiene que diferenciar muy bien lo que le pide Dios y dónde se realiza uno más. Aun queriéndola veía que había algo que no… Si uno es sincero y escucha el corazón, descubre si es la vocación eso que siente. En esa relación descubrí que, aun estando a gusto con ella y lo que nos queríamos, había un interrogante. Es difícil de explicar.
- En el día a día puede conocer a alguien, una mujer puede llamar su atención o usted la de ella.
Tú puedes ver a una mujer y decir “es una chica guapa” y ya está. Pero si se produce esa tentación constantemente y afectivamente, hay un desorden y debería comentarlo con algún compañero y trabajarlo a nivel personal. Sobre todo con el fin de evitar daño psicológico a la persona o que tu labor sacerdotal se vea empañada o minada por un pensamiento.
- También puede ser otra llamada
También. Uno puede tener momento de crisis por varios motivos y éste puede ser uno. Porque tú veas una chica que te gusta, no es que seas infiel a la Iglesia ni que te des cuenta de buenas a primeras que te has equivocado. Lo que pasa es que vivimos en un mundo a veces demasiado rápido.
- Está de actualidad ¿qué opina de la Ley del aborto?
Sin hablar en calidad de sacerdote, creo que el derecho a la vida es fundamental. Expertos de un lado y de otro han confirmado que desde el momento de la concepción ya hay vida. Si es así, le cortaría la vida, le quitaría el derecho a vivir a un ser. Lo siento así a nivel humano. Creo en la vida, en la persona.
- ¿Y la homosexualidad?
No voy a juzgar ahí. Yo creo que una persona con tendencia homosexual es hijo de Dios, nadie tiene duda, Dios le quiere como al que más. Lo único que le pediría es la fidelidad. La Iglesia nunca les ha cerrado las puertas aunque a veces la imagen que se ve, la posición de la Iglesia en los medios es de rechazo, y creo que nunca lo es.
- ¿Cree que algunos medios no dan buena imagen de la Iglesia?
Sí pero creo que a veces es también por deficiencia nuestra, no sabemos dirigirnos. Con prejuicios, pensando que viene a pillar. -
¿También lo ha pensado de mí?
No, confío siempre en la voluntad del otro y que sea profesional en su trabajo. Yo creo que nosotros encontramos una barrera que nos ponemos nosotros mismos ante los medios. Además hemos sido poco formados para dirigirnos a los medios a nivel religioso. Y a veces los medios saben que ciertas noticias religiosas provocan morbo. Y otras, se centran en algo concreto y la Iglesia es muy amplia.



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