ENTRESIERRASrd | Una tierna mirada a quienes “guardan
todas las miradas”
Antes se llamaba Asilo
de Ancianos. Luego Residencia de la Tercera Edad. Mañana....
En los jardines estaba,
sentado en un banco, un hombre que tenía en la mano una cuchara de madera.
Sobre sus rodillas estaba un pañuelo blanco, inmaculado, con las dobleces
marcadas.
- Mire, usted, este
pañuelo está sin estrenar. Lo tengo para envolver mi cuchara de palo.
Me senté a su lado y
siguió contando " cosas " como si hablase para él.
- En mi pueblo lo
llamamos " moquero." Este me lo compró mi mujer para la boda de mi
hijo Juan. Yo siempre llevaba moqueros de color oscuro, de cuadros azules
claros y azules oscuros. ¡ Si los hubiera llevado blancos ... ¡. Este pañuelo
lo utilizo para guardar mi cuchara de palo.
Me la enseñó por delante
y por detrás.
Yo no me atreví a
tocarla.
- ¿ Sabe, usted ?. Esta
cuchara la hice yo con mi navaja. Aquí no me dejan tener navaja.... Pero me
dejan tener mi cuchara de palo. No puedo usarla. La pongo delante del plato y
la tengo allí toda la comida y toda la cena. En el desayuno no la necesito. Yo
me tomo un vaso de leche y dos galletas.
Me levanto del banco de
madera.
- No se marche, buen
hombre. Espere un poco. Le contaré la historia de mi cuchara.
Yo era cabrero en mi
pueblo. Yo guardaba las cabras de todos los vecinos. Las llevaba por el Ejido,
por la Sierra, por el monte. Según el frío que hacía las llevaba para un sitio
o para otro.
¡ Usted no sabe el frío
que hacía en mi pueblo ¡.
La cuchara de madera me
servía para comer la leche " migada."
Yo hice también un tazón
de madera con la raíz de un roble. La cuchara la hice con una barda. Las bardas
son los robles jóvenes. Luego metí el tazón y la cuchara entre la ceniza de una
lumbre para que se secaran y no se rajara la madera.
Tengo el tazón guardado
en la maleta. El tazón y la cuchara son las únicas " cosas " que me
traje de mi casa del pueblo.
Yo fuí cabrero cuarenta
y cinco años. Los vecinos me querían. Hasta que un día me dijeron que ya no
quedaban vecinos ni cabras para guardar. Y me jubilé.
Cuando murió mi mujer me
vine aquí.
Pensé que la historia
había terminado y me levanté del banco.
- Si viene usted otro
día, me busca y le contaré historias de mi pueblo. Y de las cabras. Y de los
lobos. Y de las campanas del campanario, que a mí me gustaba voltearlas. Y ...
Un apretón de manos
selló nuestra amistad.
Se puso en pie para
despedirse de mí.
¿ Su nombre ?. ¿ Su
pueblo ?. ¿ Su edad ?
Otra
vez que vuelva a la Residencia para Mayores, a lo mejor, me lo dice.
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