ENTRESIERRASrd | Una mirada a otra de las tradiciones más
arraigadas en nuestros pueblos, la del “juego pelota” o frontón
Seguramente, en sus
inicios, no habría juego de mayor ingeniería que el “juego pelota”, que es como
llaman por estos lares al frontón, lugar de culto y tradición, punto de
encuentro (incluso sin partida de por medio), mural de recuerdos de graffitis
para los quintos y gimnasio comunal donde alguno llegó a hacer carrera de “galgo”.
Porque el “juego pelota”
es afición más de mozos que de niños, como si el mismo juego, a base de
manotazos, no quisiera mancillar las pieles infantiles, y porque, bien se sabe
quienes jugaron a tal, el frontón requiere “de echarle fuerza y ganas”.
El frontón tenía su cita
de entretenimiento deportivo los domingos, como fiesta de guardar, cuando los
mozos por no pasarse toda la tarde en el bar a pintas y locas, “echaban una
partida”, quizás, y no fueron pocas las ocasiones, por jugarse a pelotazos el
pago del chato o medio de vino.
Que en esto, de toda la
vida ha sido y será ley que quien pierde paga.
Y no todos los pueblos
disponían de frontón. Hoy sí, a lomos de subvenciones y épocas boyantes, hasta
la aldea más pequeña, disfruta de su frontis, a una o dos paredes, dependiendo
de la geografía urbana. Pero antaño el frontón era cosa de pueblos ricos,
formando parte de su Santísima Trinidad, a saber: Iglesia, Ayuntamiento y
Frontón. Y si no alcanzaba para frontón independiente, se aprovechaba pintando
la línea a la pared de la iglesia u otro hastial que fuera murete fuerte para
soportar la embestida.
La pelota también tenía
su aquel, fabricada a mano, en la artesanía casera de las cosas que duran, a
base de neumático de coche (tesoro era encontrarse semejante material
entonces), pero si se rebuscaba bien, donde el campo del tractor del tío Laure,
se encontraba alguna “mieja de rueda”.
Se cortaba en tiras con
la tijera, para después con paciencia y bien apretada ir formando la bola, o el
ovillo que así se llamaba. Luego se iba envolviendo con esparadrapo, pegamento
universal, que dejaba la bola votante y más lisa que cosida a tela.
Así se jugaba.
Sencillamente.
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