viernes, 15 de abril de 2016

Si alguien desea un nombre donde vivir o morir honestamente…

ENTRESIERRASrd | Extracto del libro 'La Alberca. Monumento Nacional', de José María Requejo editado por primera vez en 1964
Carretera adelante, entre encinares chatos y pitones de toros, hasta perderse en los castaños recogidos de la Sierra de Francia. Aquí, junto a unas aguas blancas que redondean aristas a las piedras, puede tirarse uno boca al cielo, cruzar las manos en el pecho, cerrar los ojos.

Un hombre, ciertamente joven, tirado sobre el santo suelo, cierra los ojos y se queda a soñar. Quiere encontrar -y encuentra- poesía y amor en un pueblo poético y dormido, que se hace violencia, aunque sin alboroto, por salvar su dignidad antigua en la pobreza que le ha traído el tiempo. Uno sueña las lindas y lánguidas historias que vive cada día, más hermosas antaño, cuando no preocupaba derrochar alegría y pólvora en las Fiestas de Agosto.
Sabe uno que no encontrará mozas vestidas de serranas en la calle, ni muchachos con faja, ni novias con el traje de vistas. Barre el tiempo. Se han apagado muchas velas, ha muerto mucha vida. Pero aún tiene tragedia el escenario; son curiosas o profundas las escenas.
Si alguien desea un nombre donde poder vivir, dormir sin prisa, morir, si quiere, honestamente, que apunte para el paladar de la memoria este nombre de aguas varadas, que son las que florecen, LA ALBERCA.


Fotografía : Juegos en la Plaza de La  Alberca. Luis Cortés (1960)

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