ENTRESIERRASrd | Una
mirada al bosque de las Quilamas desde la pluma de Ramón Grande del Brío
Ciertamente, ni los umbrosos rincones, ni el
verdinal de hiedra que tapiza las rocas, ni las troncas rugosas de los viejos
castaños, ni, en fin, la fantasmagoría de los juegos de luces y sombras; nada
de eso representa, por separado el alma del bosque. Y apenas alcanza, en
conjunto, a configurar la verdadera entidad de ese mundo. El latido ancestral
de la vida puede llegar a captarse en el corazón de la Honfría.
Vemos un pito real, varios carboneros, mitos y
herrerillos, algún agateador; e incluso un azor, perteneciente quizá, a la
subespecie Accipiter gentilis -kleimdichti, descrita en 1950 por el naturalista
alemán Von Jordan, como típica de la zona de Linares de Riofrío. Aquél debió de
establecer la correspondiente diferenciación sobre ejemplares suministrador por
el matrimonio Grünn, que fijo su residencia en Linares al término de la segunda
Guerra Mundial.
Hacia los 1.200 metros de altitud, nos
adentramos en el dominio del roble. Allá abajo, hemos dejado la fronda del
castañar, con el arbóreo patriarca de La Morana, del que tan solo queda ya el
tocón. Hay además otros viejos castaños, uno de los cuales se alza en medio de
un bosquete de robles, junto al camino de las Peñas del Agua y en el que, según
Alberto Hernando y yo hemos comprobado otras veces, se cobijan diversas
especies.
Nos azotan fuertes rachas de viento al llegar a
las inmediaciones del Pico Cervero, donde el terreno aparece prácticamente
desguarnecido de árboles. Aquí echamos algo de alimento a la andorga, tras atar
los burros a un roble. El viento arrecia, las nubes oscurecen el cielo…
RAMÓN GRANDE
DEL BRÍO
Viaje en
burro por la Sierra de Francia, Entresierras y Las Bardas
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