martes, 14 de junio de 2016

El latido ancestral de la vida en La Honfría

ENTRESIERRASrd | Una mirada al bosque de las Quilamas desde la pluma de Ramón Grande del Brío
Ciertamente, ni los umbrosos rincones, ni el verdinal de hiedra que tapiza las rocas, ni las troncas rugosas de los viejos castaños, ni, en fin, la fantasmagoría de los juegos de luces y sombras; nada de eso representa, por separado el alma del bosque. Y apenas alcanza, en conjunto, a configurar la verdadera entidad de ese mundo. El latido ancestral de la vida puede llegar a captarse en el corazón de la Honfría.
Vemos un pito real, varios carboneros, mitos y herrerillos, algún agateador; e incluso un azor, perteneciente quizá, a la subespecie Accipiter gentilis -kleimdichti, descrita en 1950 por el naturalista alemán Von Jordan, como típica de la zona de Linares de Riofrío. Aquél debió de establecer la correspondiente diferenciación sobre ejemplares suministrador por el matrimonio Grünn, que fijo su residencia en Linares al término de la segunda Guerra Mundial.
Hacia los 1.200 metros de altitud, nos adentramos en el dominio del roble. Allá abajo, hemos dejado la fronda del castañar, con el arbóreo patriarca de La Morana, del que tan solo queda ya el tocón. Hay además otros viejos castaños, uno de los cuales se alza en medio de un bosquete de robles, junto al camino de las Peñas del Agua y en el que, según Alberto Hernando y yo hemos comprobado otras veces, se cobijan diversas especies.
Nos azotan fuertes rachas de viento al llegar a las inmediaciones del Pico Cervero, donde el terreno aparece prácticamente desguarnecido de árboles. Aquí echamos algo de alimento a la andorga, tras atar los burros a un roble. El viento arrecia, las nubes oscurecen el cielo…

RAMÓN GRANDE DEL BRÍO
Viaje en burro por la Sierra de Francia, Entresierras y Las Bardas





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