ENTRESIERRASrd | Una
mirada al atentado medioambiental que la empresa minera Berkeley está
perpetrando en el Campo Charro
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Jesús en la Red
Hoy lloran las encinas de toda Salamanca y hasta las existentes más allá de la
Raya portuguesa sienten la humillación de ver cómo se avecina el peor de los
finales, el que ha traído el egoísmo y el dinero carente de sentimientos.
Hoy
su sangre, esa savia que cada primera empieza a correr alegre por su alma, se
ha transformado en lagrimas de desolación por el despiadado crimen ecológico
llegado con el asesinato de miles de ellas en tierras de Retortillo para
convertir su suelo en una mina de muerte y cáncer. De miseria para el mañana.
Otra vez el dinero podrido, el maldito dinero sin pudor trae el réquiem uno de
los paisajes más hermoso de la provincia, mientras la impotencia se dueña entre
una población que no deja de hacerse preguntas.
Lloran las encinas y los hombres, con el rostro
curtido de los fríos invernales, muestran su impotencia ante un terrible
atentado ecológico sucedido en el precioso rincón del Yeltes y consentido por instituciones carentes de
sentimientos que se han dejado mangonear por una mafia a la que nada interesa
la historia de esta tierra.
La mafia de Berkeley, matones del más hermoso monte
charro tras comprar voluntades de gente vacía de talento, a golpe de talonario
con sus haceres prepotentes. Hoy el horror de Berkeley se hace presente con su
barco atracado en esos parajes para sembrar discordia y matar a las miles de
encinas que lloran impotentes tras ser derribadas a golpe de bulldozer.
¡Charros! Ya es hora de despertar. Ha llegado el
momento de encadenarse en las encinas que aún siguen de pie para defender su
rico legado. Y echar a los asesinos de Berkeley con el capitán Javier Colilla
al frente para declararlos personajes ‘non gratos’ del Campo Charro. Porque han
abusado de la gente de alma limpia que solo busca paz y ve morir un maravilloso monte con encinas de
más de ocho siglos de existencia que son tumbadas cada día al suelo.
Encinas
que bajo sus sombras apaciguaron los tórridos calores del verano y en invierno
suavizaron las rigurosas heladas de esta tierra. Encinas que, en muchos casos,
ya destacaban en esos campos y lucían esplendorosas durante los muchos siglos
que vieron pasar el tiempo. Las mismas que acogieron a segadores, a pastores, a
gañanes y también a arrieros que hacían un alto en el camino.
Encinas generosas que vieron sestear a las
ovejas en la modorra del verano. O que facilitaron su ramaje para que
nidificaran aves, desde grandes rapaces a otras más comunes; que cedieron las
oquedades de su tronco para que en su interior criasen lechuzas, búhos, cárabos
o cernícalos, bellísimas aves, todas ellas protegidas y ahora también condenadas a muerte en esta página tan triste
que constituye el peor de los atentados contra el medio ambiente.
O quién sabe de toda la historia que guardan y
han matado. Porque seguro que muchas de ellas sirvieron para encuentros de
lances amorosos y hoy, en esta víspera de los Enamorados han sido masacradas en
medio de una página tan negra. De las peores pesadillas que uno recuerda del
Campo Charro.
Ya son miles de ellas las que están muertas por
la fuerza bruta y la prepotencia de Berkeley, encargada de traer la miseria al
Campo Charro. Porque hoy no hay nada más triste que ver llorar a tantas
encinas, impotentes ante el abuso. ¡Qué asco das Berkeley! ¡Que desprecio
mereces! Habéis humillado al Campo Charro y aquí vuestros nombres quedarán
tallados con el formón del desprecio.
Ahora sumemos fuerzas. Defendamos lo nuestro.
Evitemos más humillación para salvar del bulldozer las encinas que aún no han
sido derribadas y nos libere de la
impotencia de verlas llorar en un final que no merecen ni en la peor de las
pesadillas.
Muy triste
ResponderEliminarLástima.
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