miércoles, 30 de enero de 2019

El tamborilero sigue vivo


ENTRESIERRASrd | Una mirada a uno de los oficios que guarda las tradiciones más ancestrales de la tierra charra

Si dicen que el pueblo tiene alma, la del pueblo salmantino, seguramente, suene a gaita y tamboril.
Se oye a lo lejos en día de fiesta, despierta calles y plazas, trae recuerdos de infancia, de raíz y tierra, y solo a su son, si no hubiese más programación festiva, ya sería fiesta grande.

Suena la jota, el picao serrano o el perantón, lo mismo da, llamando a las buenas gentes como el flautista del cuento que dejó sin niños la eterna villa de Hamelin. Asoma con sus recias vestimentas, seguido de una prole de chiquillería que va tarareando y contorsionándose; en verano, se sabe, en mangas de camisa, y en invierno, la capa “por cima”, con su gaita bien soplada, que ya se sabe que por estas tierras llamaron gaita a la flauta tamboril, golpeando la piel del tambor, que poco más, insistimos, hace falta en estas tierras para decirse “de fiesta”.
El tamborilero sigue vivo. Y es un milagro, seguramente poco valorado, o tan acostumbrados a su estancia, que ya olvidamos que hubo un día (aun lo sigue habiendo quizás) en que el arte del tamborilero corrió peligro, como toda la comarca, de despoblarse de artistas.
Apegado a una romería, a una procesión, a los bailes tradicionales que se muestran como joyas del arcón comunal.
Así llueva o pique el sol de buena gana, no falta el tamborilero, que es alma y Santoy seña y comodín de la tierra charra, llenando de vida los pueblos, sometiendo a su ritmo a la modernidad cada vez más vertiginosa, en un huequecito, más no le hace falta, entre orquestas, verbenas y discomóviles. Haciéndose el selfie de turno con el móvil de última generación, donde antaño solo quedaba el recuerdo.
Maestros de la música, tradición y cultura que han conseguido agarrar la historia entre los labios y la van trasmitiendo de generación en generación.
Brindemos por su coraje.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario