Los
trabajos de pavimentación de calles son las obras más demandadas por los
ayuntamientos de la provincia salmantina a realizarse con cargo a los Planes
Provinciales del 2013 de la Diputación de Salamanca. Las
siguientes demandas más solicitadas por los regidores municipales son las
relativos a obras en concepto de
saneamiento y abastecimiento, así como
mejoras en depuradoras y todo lo relativo al sistema hidráulico.
Acogido a dichos fondos, el Ayuntamiento de Guijuelo centrará estos fondos para la mejora de distintas calles en la villa. Se ejecutará la pavimentación de al menos las calles San Bienvenido y Santa Catalina, en el entorno del Torreón. La obra más importante será en la calle Allende, que une el centro cultural con el solar del antiguo matadero. Se rehabilitará y se modificará toda la red de abastecimiento.
Acogido a dichos fondos, el Ayuntamiento de Guijuelo centrará estos fondos para la mejora de distintas calles en la villa. Se ejecutará la pavimentación de al menos las calles San Bienvenido y Santa Catalina, en el entorno del Torreón. La obra más importante será en la calle Allende, que une el centro cultural con el solar del antiguo matadero. Se rehabilitará y se modificará toda la red de abastecimiento.
Aún recuerdo de mi niñez
el pasmo con que aquellos salmantinos “pueblerinos” recibieron el alborozo de
la farola luminiscente. Hasta aquel momento las parcas calles de la aldea se
habían iluminado con una escueta bombilla, sin más aplique u ornato que un
remolino de mosquitos que la oscurecían cuando llegaba la fresca en verano. Luego
fueron acelerándose procesos de modernidad. Alcaldes y equipos de gobierno
rurales se fueron perpetuando en cargos casi a base de asfaltado. Y no era
baladí. Que en tiempos de Naranjito (y aun hoy día) hubiera que salir a la
calle y sortear barro con caca de vaca era algo habitual. Y se tomó por
civilización el asfalto. Y los alcaldes, reunidos en torno a tan magna visión, fueron
ganándose votos asfaltando calles, plazas y plazuelas; empezando, eso sí, por
las más pobladas, o aquellas de tránsito más denso, que era, faltaría más, la rúa
que llevaba a la taberna donde jugarse cada tarde la ronda al julepe. Aquello eran
votos. Pero ahora entendemos (se supone que lo hicimos) que un parche de
asfalto en la calle no es modernidad. Los jóvenes siguieron marchándose de aquí
mientras los viejos (jóvenes que antaño tomaron las del Villadiego metafórico)
fueron regresando al pueblo subidos a horcajadas en una pensión bien ganada.
Asfaltar calles está bien
sí. Pero su rentabilidad es nula. Que un presupuesto provincial tenga como
principal motor la rehabilitación de rúas y saneamientos y que los
ayuntamientos, cuyos alcaldes tienen cada vez menos plebe sobre la que
gobernar, acojan con orgullo dichas inversiones roza, cuanto menos, lo
transicional.
Bien debiera, sin dejar de
remachar baches, badenes y cloacas, aprovecharse el dinero para generar valores
añadidos que hagan quedarse a los que andan en un tris de marcharse o volver a los
que se fueron a hacer las Suizas (y las Españas). Dinamizar el mundo rural no
es solo asfaltar calles. Esto, en última instancia, es algo que debiera darse
por sentado. Dinamizar lo rural es ir más allá; es crear empleo, generar ayudas
a quienes apuestan por un mundo empresarial en territorio tan hostil, es apoyar
desde lo público, sin ambages, toda actividad que redunde en beneficio de la
res pública.
El problema de esto último
es que sus réditos llegan a largo plazo y ya se sabe que en este país en
perpetua transición, las apuestas y labores no pueden alargarse más de cuatro
años urna mediante.
Así que en estas nos vemos. Camarero, una de
asfalto… por favor.
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