martes, 23 de abril de 2013

En primera persona


Estoy convencido de que casos como el que voy a relatar ocurren y ocurrirán en muchos rincones de nuestra provincia y por extensión de otras provincias del mosaico España. Sucedió el Domingo de Resurrección (entenderán la ironía), cuando una mujer de 76 años tuvo una crisis respiratoria. Su desgracia, aparte de la física angustiosa, radicó en vivir a 69 kilómetros del hospital más cercano. La mujerita, como dicen por aquí, había estado ingresada cuatro días antes en el hospital de Salamanca; en “los hospitales” habría que decir porque después de una corta estancia en el “Clínico”, debido a la falta de espacio, fue enviada a los Montalvos. Entiéndase “para hacer sitio”. 
Allí consiguieron estabilizarla en parte y, con lo puesto, es decir, con una bombona de oxígeno volvieron a enviarla, alta médica mediante, a su pueblecito a 69 kms. Era evidente, a ojos vista, que era un alta precipitada y sin mucho más juicio que el de la urgencia por “ahorrar espacio” e imaginaremos que ahorrar pecunio público. El Domingo de  Resurrección, fue la de la idem para la señora Avelina pues apenas duró tres horas en su domicilio. Esa misma noche, rodeada del conciliábulo familiar, sufrió otra recaída y hubo de ser llevada nuevamente hasta Salamanca, en un absurdo periplo de 300 kms que había durado 4 días. El asunto hubiese quedado en anécdota, y de facto quedó en tal por suerte, si no hubiese estado a punto de fallecer en esa ambulancia durante el segundo trayecto al hospital más cercano. Insistimos 69 kms y no redondeamos para que no nos acusen de fariseismo. Los hijos de la susodicha llegaron al hospital con el corazón en un puño y un ay en la boca. La mujer continúa a día de hoy ingresada en un hospital salmantino intentando recuperarse del susto.
Podríamos lanzar aquí una parábola crística sobre los “reajustes” en la sanidad pública pero a veces la realidad es más cruda que la más poética de las metáforas. Y podríamos ceñirnos, como parece que hacen los entes que nos gobiernan, a sacar la calculadora y cuadrar balances porque seguro que fue más costoso los viajes de ida y vuelta en la ambulancia del Sacyl y las vueltas a lo giroscopio de un hospital a otro que dejar a la buena mujer en su cama de la tercera planta y darle el cuidado merecido. Bombonas de oxígeno caseras para los que quieran ascender el Everest; aquí solo puede oxigenarse con un poco de dignidad.

Eso sí, seguro estoy, llegados a este punto, que esos entes pensantes que hablan sentados en sus poltronas públicas (y afiliados a la sanidad privada) tienen los testículos tan cuadrados que hasta les deben cuadrar los números. No estaría de más mandarles a cada uno una bombona de oxígeno público, por aquello del riego cerebral.
Y lo decimos en primera persona, que son los ejemplos que cunden como deben. Pues la señora Avelina, centro de las cuitas de esta columna, es mi tía y siempre es bueno hablar con propiedad. Y la familia, seguramente, sea nuestra propiedad más valiosa.
Dicho queda para la sorda multitud reinante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario