
Boda castellana y vida sevillana. La historia se ofrecía a contarla Antonia Jaén, pintora, ceramista, hija de Avelino y Agustina, a todos los que pasaban por el escaparate de Marcelo Culasso en la calle Feria y veían el retrato de una señora, la madre de la pintora, una foto de los novios y una selección de fotos familiares en blanco y negro junto a la máquina antediluviana que las hizo.
Si Sevilla era el paraíso soñado de aquellos novios castellanos, la Castilla que dejaban se iba a convertir en el parnaso de su nutrida prole. "Tuvieron ocho niños, vivos nacimos seis y ahora vivimos cuatro", dice Antonia. "Para mis hermanos la época más dorada de su vida eran los veranos en Salamanca, en La Maya, donde mi abuelo Diego tenía una bodega. Tenía gallinas, huertas, el río detrás, los primos, una maravilla".
Antonia Jaén tuvo estudio en el mítico patio de San Laureano, enseñó cerámica en una escuela-taller de Utrera y en cursos de formación ocupacional en Tomares. Estuvo cinco años pintando desnudos en Bellas Artes y ocho años trabajando en el módulo de Pintura de la Plaza de España. "Seis meses de formación y año y medio de empleo con gente que llegaban sin tener ni idea, sólo preocupados por la marca de ropa". Quedó su magisterio en la azulejería de los bancos provinciales de la plaza de Aníbal González -"los rifamos y no me tocaron ni Ávila ni Salamanca"- y en los puentes. "La cerámica, que sólo he practicado para las clases o por encargo, me ha dado una mano hábil, rápida y muy gestual para la pintura; me ha sido muy útil para ese tipo de pintura espontánea que yo hago, que parece hecha al óleo y es acrílico".
De Santa Rufina irá mañana a Santa Justa para pasar unos días en la playa de Almería. Participa en la colectiva de la galería Félix Gómez de cedés pintados. Las paredes de su casa las ilustran un hipocampo y un amonite, secuelas de una exposición de peces que hizo en Menorca. "Las colas de los peces eran hierros encontrados en el mercadillo del Jueves. Me interesan mucho los fósiles y esas herramientas de labranza en desuso eran fósiles".
Marcelo Culasso cambió el escaparate. Sustituyó la escena nupcial de Avelino y Agustina por una versión de El grito de Munch. El pastor de Mercadillo, pueblo abulense del que procede la familia Martín de la cadena de supermercados Mas, y la salmantina con dos madres, la que le dio la vida, la que le dio la leche, se fueron de luna de miel después de aquella estampa de Cifesa. Agustina tiene en la foto hechuras de Evita, paisana de Marcelo, el anfitrión de este anónimo sevillano convertido en episodio nacional por el cariño de una hija.
Desde Diario de Sevilla
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