viernes, 23 de octubre de 2015

Las murallas de Monleón y la cabra de oro

ENTRESIERRASrd | Nos acercamos a una de las leyendas más arraigadas en los pueblos del Alto Alagón
A comienzos del siglo XX numerosos vecinos de los pueblos de Entresierras se lanzaron a la búsqueda de una cabra de oro que según la leyenda debía hallarse escondida en las proximidades de Monleón. Fueron llamados al lugar hasta zahoríes que aplicaron sus conocimientos sobre la tierra, realizando toda suerte de pruebas junto a las murallas de la ciudad fortificada.
Tan enraizada quedó la tradición en el folklore de la comarca que acercarse al estudio de sus sustratos mitológicos, y buscando entre las líneas del cuaderno, uno se topa de continuo con esta leyenda que, como un martillo pilón, va golpeando aquí y allá con la fuerza nunca despreciable de los asuntos ancestrales.
Tal es el poder de la sugestión histórica y su resistencia a desaparecer del acervo colectivo que aún hoy, sentados a la fresca de los poyos en los pueblos del Alto Alagón, aún se cuentan estas historias como algo cierto y verdadero.
La Leyenda

Es tradición que un modesto tejedor tuvo un sueño en el que se veía a sí mismo en lo alto de un monte sobre el que se abría un pasadizo. El tejedor se internaba por él y llegaba hasta un lugar donde aparecía una figura zoomorfa: una cabra y un chivo modelados en oro macizo.
Cuando el hombre despertó de su sueño trató de comprobar hasta qué punto éste podía ser considerado como una premonición. Se dirigió, pues, hacia el lugar donde se alzaba el monte que vívidamente había reconocido como formando parte de sus imágenes oníricas.
Se trataba del Monreal, ubicado en el término del actual pueblo de Casafranca. Acto seguido, el tejedor buscó la entrada al pasadizo que ya recorriera en sueños. Habiéndolo hallado, penetró en su interior...Y entonces pudo comprobar que la premonición onírica se cumplía hasta sus últimos términos: ¡apareció la cabra de oro!
El hombre dio cuenta del hallazgo al rey, quien premió a aquél otorgándole los cuernos de la cabra, con el producto de cuya venta el tejedor construyó las murallas y el castillo de Monleón.
La historia
La villa de Monleón se halla rodeada de una  muralla, reforzada en su extremo suroccidental por un castillo, del que se conserva, únicamente, antes de su restauración, la soberbia torre del Homenaje, rematada por ocho cubos voladizos.
El castillo forma parte integrante de la estructura defensiva de la villa, que cuenta con tres puertas: la de la Villa al noroeste, la del Sol a este y la de Coria al mediodía; esta última se abre junto a la torre del homenaje del castillo, soberbia construcción de mampostería esquinada en granito. 
Dicha fortaleza data del siglo XV, aunque ya existía a finales del siglo XII: en el año 1199, Alfonso IX dona a la reina Berenguela treinta castillos, el de Monleón entre ellos. El solar de la villa se presenta, hoy, delimitado por una única línea de muralla. Sin embargo la primitiva fortificación debió de englobar solamente aquélla parte del recinto que está más próxima al castillo, a juzgar por la disposición de los edificios y el trazado de las calles colindantes al mismo, así como por ciertos detalles relativos a la construcción de la muralla: la línea del lienzo oriental, sobre el que se abre la puerta del Sol, forma un ángulo violento respecto del lienzo que discurre hacia el noroeste, hasta la puerta de la Villa, dando la impresión de que aquél fuera abierto en un momento anterior.
La memoria popular ha perpetuado la leyenda de las Murallas de Monleón a través de una coplilla que aún puede escucharse si nos sentamos a “tomar la fresca” por estos lugares
Ya que te muestras leal
Y no has hecho traición
Con los cuernos de la cabra
Cercarás Monleón
Según otra versión, en cambio, el susodicho tejedor habría traicionado la confianza que el rey depositara en él:
Tejedor de Peña Cabra
Que al rey fuisteis traidor
Con los cuernos de la Cabra
Cercarás Monleón
Esta última versión la recogió el gran medievalista Ramón Grande del Brío, por cierto, de labios de su abuelo Ramón, quien ejerció el oficio de tejedor en San Domingo del Campo, pueblo próximo a Monleón.
Tal como indica el propio estudioso “en alguna medida aquel tejedor debía de hallarse en posesión de una forma de conocimiento "especial". Lo que en otros términos podríamos designar con el nombre de "saberes elementales".
Aún a día de hoy, hablando con vecinos de Endrinal, Monleón y Casafranca, aseguran que la cueva del Monreal (cuya entrada fue encontrada con posterioridad a la leyenda, por cierto, en la antigua mina de mármol) conecta con Monleón y que tiene varias salidas en las inmediaciones de Endrinal.




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