miércoles, 27 de julio de 2016

"El concierto del grillo"

ENTRESIERRASrd | Una mirada a los concertistas de la noche en la comarca de la mano de Ricardo Pedro García y sus recuerdos siempre hermosos de Cabezuela de Salvatierra
© Ricardo Pedro Marín García Con el testimonio de mis recuerdos de niño, 32 años cumplidos en el mes de mayo, decidimos pasar unos días de vacaciones en Cabezuela de Salvatierra, con mis padres José e Isabel María (EPD).
Iniciadas las vacaciones, pude revivir aquellos momentos en los que yo tenía la edad de mis hijos, visitando las praderas en las que en compañía de alguno de mis hermanos o amigos, recogíamos plantas y hierbas con las que llenábamos los estómagos.
Con cierta nostalgia, en forma de cuento, se lo narée a mis hijos. Para ellos que habían nacido en la abundancia, no daban crédito, preguntando a su madre si era cierto. Ella les respondió que lo ignoraba pero, "si vuestro padre lo dice es verdad", iniciaron sus juegos con caras de asombro.
Fue una jornada alegre y divertida, llena de risas y preguntas, centrando el contenido de esta historia, en el insecto que finalmente fue coprotagonista, “El señor Grillo”.
Cuando los niños vieron las pequeñas y numerosas galerías en las praderas, quisieron conocer a sus inquilinos. No era fácil, los tenores descansaban agotados del concierto de la noche anterior.
Los conocimientos adquiridos en aquellas praderas, me hacían ser un experto en despertar grillos. A mis hijos les enseñé la práctica más ecuánime.
Armado de una fina y larga paja, como si de una lanza se tratara, la ahondé en el túnel, tocando el trasero del señor grillo. Una vez despertado, ataviado con su chaqué negro bordado y gafas de sol, salió con premura a la puerta de la casa, comprobando quien le había molestado.
Había otro método que obligaba al concertista, a salir pidiendo auxilio por inundación, llevando a efecto con “el grifo” que en aquel momento se tenía a mano.
En el momento que salió el grillo, se tapó la entrada de la galería impidiendo su retira. Al ver los niños al concertista, y sabiendo las horas en las que daba sus recitales, insistieron en llevarlo a la casa para escucharle. Accedí a su petición, condicionándolo a que una vez cumpliera su cometido, fuera devuelto a la pradera.
Finalizada la jornada en el campo, regresamos a la casa de los abuelos en Cabezuela de Salvatierra, comenzando los preparativos para el concierto de la noche. De un pedazo de alambre hicimos una jaula, para proteger al intérprete, metiéndole en ella con lechuga para que comiera, quedando alojando en la habitación de los niños.
Concluida la cena, los peques marcharon a la cama, ilusionados con escuchar cantar al grillo. Una de las cláusulas del contrato para que el divo comenzara el concierto, era guardar silencio.
Desde un principio los niños quedaron sorprendidos, guardando profundo silencio para no perder detalle, disfrutando a lo grande al escuchar cantar por primera vez al tenor. Mi mujer y yo disfrutamos al verlos a ellos, y mis padres al vernos a todos felices.
Como todos los niños, no justipreciaban las cosas, lo más ínfimo les hacía ser afortunados. Sirva esta historia para reafirmar el dicho “no es más rico el que más tiene, sino quien menos necesita”
Lecciones como esta nos da la vida, al disfrutar de ella de forma sana y natural sin gastos superfluos, pues fue suficiente el simple canto de un insecto, para hacer felices a tres generaciones.
Moraleja.- Felices seréis, si a los niños comprendéis.   





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