ENTRESIERRASrd | Echamos
la mirada de este lunes a un oficio que ya es carne de museo: el de las
lavanderas
Las manos de las lavanderas / son manos duras y
trabajadoras /
a orillas del río mojan sus penas / y a veces,
cantan si se enamoran
(Alejandro José Díaz Valero)
Llega el lunes. Las mujeres preparan la
merienda. Recogen la ropa de la semana. Sólo hay remudo los domingos porque es
día de guardar.
Salen de casa con el barreño a la cabeza.
Tajuela al cuadril. Camino de los lavaderos. Donde los haya. O del río, donde
no hay de los primeros.
Allí se sacaba a voz en lengua "la prensa
del corazón", lugar de reunión y chismes, de nuevas y esperanzas, allí se
lavaba la ropa, los trapos sucios y los no tan sucios. Todo lo que fuera
menester ser oreado se sacaba a la imprenta del jabón de manteca, a frotar y a
saber de los demás.
El jabón de sosa pone en rojo la ropa. Después
se tiende al verde. A solear. Luego su tuerce para escurrirla. No hace falta
suavizante. "El agua aún era suficientemente suave. Y el aroma a lavanda
se conseguía poniendo la ropa a secar sobre el tomillo".
En ese descanso de secar la ropa, la mujeres con
los riñones doloridos y las rodillas inmóviles de estar tantas horas
arrodilladas, comían el "cacho merienda". Así se vivía. Sencillamente
se vivía.
Fotografía : Lavanderas en Valdelamatanza
(Ángeles Díaz Morelle)
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