ENTRESIERRASrd | Una
historia tierna y dramática, como tantas en Salamanca, que llega de la memoria
de José Hidalgo desde Las Veguillas
Aunque procedía originalmente de Escurial de la
Sierra, Isidoro G. Fr., pasó casi toda su vida en Las Veguillas. En esta
localidad se dedicó por completo a sus tareas agrícolas en el campo y junto a
su mujer sacó adelante su numerosa familia.
Era un hombre sencillo, de buen corazón, noble y
trabajador pero también tenia su carácter, y a veces lo demostraba. Nació a
finales del siglo XIX y sobrecogían sus relatos sobre la Guerra Civil que le
tocó vivir.
En una ocasión, contaba, llegó a casa mareado y
tuvo que acostarse. El motivo era que había tenido que recoger del suelo a unos
cuantos hombres del pueblo (entre ellos su propio cuñado) que habían sido
abatidos en un monte cercano, en plena guerra civil. Solamente hablaba del
hecho en sí, sin reproches ni acusaciones, de manera constructiva y sin
mencionar a ninguno de los bandos.
El ladrón en casa
En otra ocasión, tenía una huerta a la entrada
al pueblo en el término conocido como “El puente del pino”; antes de la
carretera a Vecinos, donde cultivaba hortalizas y donde había un estanque, un
pozo y varios árboles frutales en una esquina. Como había observado previamente
que alguien cogía sus membrillos, decidió colocar un cepo en la zona de los
frutales para intentar descubrir el problema.
Un día, dos niños entraron en la huerta, solo
para coger algún membrillo y comerlo. Pero uno de ellos pisó el cepo que había
sido colocado estratégicamente, oculto por hojas y hierbas, y quedó atrapado.
Entonces los chicos, que conocían perfectamente al propietario de la huerta,
decidieron ir a su casa y explicarle lo ocurrido para que le quitase el cepo
adherido al pie.
Al llegar los chicos a su casa y escucharles,
Isidoro dijo muy decepcionado: “Esto sí que es el colmo de los colmos. Que
ponga un cepo y que el cepo atrape a mi propio nieto”.
José Hidalgo García
(desde Pueblo Las Veguillas)
Fotografías
: Panoramio y The Objetive web
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