ENTRESIERRASrd | Una
mirada a otro de los oficios perdidos en la comarca: el de esquilador de burros
"En marzo siempre para que el calor no
moleste". En marzo se esquilan los burros. Lo dicta el refrán y ya se
saben que contra la sabiduría popular poco argumento podemos oponer. O sí. El
de la despoblación. De burros, claro.
Tierra de arrieros, sierra de caminos y
chalanes, de carbón, herraduras y arados, donde el burro era el rey, por lo
valioso y leal al trabajo, este animal es hoy "especie en extinción".
O en estimación.
En marzo, que acaba ya dando esbozos de
primavera como toca, cuando el tiempo daba la tregua al rigor del invierno,
hombres y mujeres desperezaban el campo y con sus animales de labor. En esta
fecha se esquilaban los burros, para aliviarles de pelo contra el calor
naciente y darles lustres a la vista y al peso.
También en esto había especialistas. Los
esquiladores de burros llegaban por estas fechas con su tintineo errante, de
pueblo en pueblo, de burro en burro, en cuadrilla, echando el bando previo el
día anterior que los dueños de los animales tuviesen preparada a la criatura.
Con cita en el Corral de Concejo, o en la Plaza,
o en la dehesa, como si fuera día de feria, allí donde hubiera espacio para tan
espléndida peluquería, se preparaba la "motila" del asno. Iban
pasando uno a uno por las manos expertas, por la tijera bien afilada y el dueño
dando palmadas en el lomo y diciendo cosas calmas, por si la coz.
Y al terminar… la señal: en los cuartos traseros
se les hacía un dibujo en el corte del pelo, cada pueblo tenía su señal, de
identidad o gps, por si el burro se perdía, y aparecía en 'cal Cristo', que se
supiese a qué pueblo debía devolverse.
Los esquiladores hacían segundo turno en el mes
de octubre, para volver a repasar o pelar a los quedaron inmunes a la tijera,
para evitar chinches y otras molestias durante la estancia invernal en el
establo.
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