jueves, 6 de abril de 2017

"Eran noches duras, noches atrapado por el miedo"

ENTRESIERRASrd | En recuerdo de los cabreros que hicieron comarca a base de camino y dehesa
En días de lluvia, al calor de la lumbre, Ruperto, 'Perto', como todos le conocíamos, se emocionaba contando su vida de cabrero. Conseguía lo que pocos: mantener callados y embobados a los niños que, a su regazo, y como el juglar que antaño llegaba contando las nuevas del mundo, se podían pasar horas escuchando sus historias…
"Yo era hospiciano... Los padres que me acogieron, con cinco años me sacaron al campo a cuidar de las cabras. Al principio venía a dormir a casa, la merienda era poca… hija… un cacho pan y un tajo de tocino en la fardela para pasar todo el día. Y la cuerna a la cadera para beber agua"

¿Y es verdad que hacías las trashumancia?
Poco después, siendo niño aún, me mandaban a Extremadura a pasar los inviernos, porque ya sabes que en las tierras extremeñas el tiempo era y es menos arisco y las cabras tienen más verde al que hincarle el diente.
Eran días en que uno no tenía ojos sino para las cabras. Y para los lobos. Jornadas a sol y lluvia tras los animales, paso a paso, ayudado por un perro que siempre fue fiel, al menos a la piedra. ¿Sabes? Le enseñaba a correr tras una china y él sabía que tenía que ir a buscarla allá donde yo la lanzase. Haciendo trabajo del juego. Así, a tiro de piedra, se sacaban las cabras de algún sembrado donde el dueño ya torcía el morro al ver llegar el rebaño.
¿Y los lobos?
¡Ay, los lobos! Pasaba las noches agazapado junto a la lumbre, por si los lobos, que entonces eran un peligro constante y obligaban a los cabreros a mantenerse en vela. Dormía al amanecer, una ligera cabezada, amparado en el olfato del chucho, tan solo unas horas, porque el ganado, con el primer rayo de sol, ya "da en moverse" y buscar alimento, que es su función y no otra. Cebarse, parir y morir.
¿Y no pasabas miedo, Perto?
¡Mucho! Eran noches duras, noches atrapado por el miedo, escuchando a los lobos rastrearnos, o imaginándolos en cada sonido de la dehesa. Cuando menos lo esperaba, se me levantaba la boina, los pelos de punta, me estremecía… era la señal, el ganado se revolvía y los perros corrían de un lado a otro como furias. Entonces echaba más leña al fuego, para avivar la presencia del hombre, que es conocido que el lobo, a no ser que tenga demasiada hambre, huye del fuego como de un fantasma. La llama espanta al lobo. Y a los miedos.
¿Y también sabes predecir el tiempo que hará mañana?
¡Cómo no hemos de saber! Si nos va la ganancia en ello. Si en invierno los cabritos corren y saltan, ya está… mañana nieva. No hay error. Si se aculan contra una pared, es anuncio de temporal de agua. Y si en verano les pica la mosca, calor y más calor.
Perto… ¿y por qué te levantas tan pronto y subes 'pa' San Roque?
Hija… a tirar de correa y a coger la cagá de lagarto.
¿Cagá de lagarto?
Sí, para ponerla a secar en el sobrao y así, cuando una cabra se pone coja, hago un 'ingüento', se lo doy en la pezuña, le ato un trapo y se le quita la cojera. Porque cuando llueve mucho, las cabras se 'encojan' muy a menudo.
¿Y cuándo te hacías la comida si estabas todo el día en el campo atareado?
Cuando ya fui grande me vine a vivir aquí a esta casa e hice mi vida en el pueblo. La gente a la que le cuidaba las cabras me traía el "compango": por cada cabra que cuidaba me traían la comida para un día y cuando terminaba "la vez" empezaban otra vez la ronda.
¿Y qué te traían?
Patatas, tocino, pan, un cacho de chorizo, siempre hay alguien que tiene más esmero y me trae algo de fruta o un flan. Rara vez.
¿Entonces no cobras dinero por cuidar las cabras?
Claro que sí. Yo soy dueño del macho y por cubrir las cabras, cobro, y también tenía mis cabritas.

A todos los cabreros que recorrieron el campo pasito a pasito detrás de sus cabras.

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