viernes, 17 de noviembre de 2017

El rezo de la matanza

ENTRESIERRASrd | Con la llegada de los fríos la comarca se prepara para una de las tradiciones sagradas de la comarca: la matanza del cerdo
La capa de San Martín viene bien por estos pagos para cubrirse del frío que llegados a estas alturas de noviembre, si el año aprieta (que ya va siendo el caso),  en la leyenda del Santo de Tours ofreciendo su capa al pobre, bien se sabe, el salmantino es el pobre.
También la llegada del frío, traído a resguardo de San Martín, tiene su buena cara. Y que no perdone el marrano al que este San Martín no le hará gracia. Por estas fechas se iniciaba el viejo calendario de la matanza del cerdo. Al que le llega la hora, si no es "madre" o cebadero, al que ya se le tiene puesto el ojo en sus quince arroba ganadas al grano, a la dehesa y a la sobra, sobre el pobre animal se van haciendo recuentos de clavo.
Clavos de despensa, vacíos ahora a la espera de tener inquilinos de carne.
El cerdo fue  y es sostén de familias, pueblos y comarcas. Quien tenía un buen cebón podía asegurarse el alimento del año. Y en todo esto tenían las matanzas también su protocolo. Porque unas familias se ayudaban a otras, en fiesta vecinal, y había turno de labor y traza en cada casa.
Los primeros los que marchaban a Extremadura con las cabras. Viaje previsto que ya debía afrontarse con las 'buchacas' llenas. Así que eran ellos, los trashumantes y viajeros, los que primero daban avío al cebón, abriendo la luminaria del otoño que "inviernea".
Y no era poca labor aquella. La noche anterior la familia se juntaba a "hacer la pica", preparar todo para el día siguiente, donde caía ya el primer dulce y la primera pinta. La mañana de la matanza se prendía una lumbre que con el tiempo se ganó el apelativo de "lumbre de matanza", porque decían, lo que sufrieron sabañones, que no había mejor ni más mordaz llama que la de la mañana de matanza.
Alrededor "della" venían las familias y los vecinos, a frotarse las manos y echar la pinta de aguardiente "pa entrar en calor ". Luego se sacrificaba al cerdo. Se sabe que este momento es para creyentes y personas de momentos duros. El chillido del cebón es algo que nunca se olvida. Y muchos, los menos "apedrados", preferían dejar al matanchín hacer con los hombres y salían lo más lejos posible para no escuchar el berrido. Se sabe que en esto de la muerte, mucho prefieren verla llegada que verla llegar.
Pasado el trago, las mujeres empezaban a hacer la morcilla, ya una vez abierto el cerdo a "desurdir" las tripas para lavarlas y prepararlas para acoger el alma de los chorizos. Después de almorzar se pican las carnes y ya por la tarde cuando están frías se adoban.
Y no faltaba la brisca después de comer, en el deceso de llevar encaminada la faena, los niños se iban al "columpio", que en otros llaman "ronjea", a la espera de la noche, que fiesta grande, donde se ensayaban sainetes para dar ánimo y gusto al serano después de la cena.
Y no os acostéis tarde, que mañana matan los de la Romana. Así se rezaba la matanza.
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