ENTRESIERRASrd | Con la
llegada de los fríos la comarca se prepara para una de las tradiciones sagradas
de la comarca: la matanza del cerdo
La capa de San Martín viene bien por estos pagos
para cubrirse del frío que llegados a estas alturas de noviembre, si el año
aprieta (que ya va siendo el caso), en
la leyenda del Santo de Tours ofreciendo su capa al pobre, bien se sabe, el
salmantino es el pobre.
También la llegada del frío, traído a resguardo
de San Martín, tiene su buena cara. Y que no perdone el marrano al que este San
Martín no le hará gracia. Por estas fechas se iniciaba el viejo calendario de
la matanza del cerdo. Al que le llega la hora, si no es "madre" o
cebadero, al que ya se le tiene puesto el ojo en sus quince arroba ganadas al
grano, a la dehesa y a la sobra, sobre el pobre animal se van haciendo
recuentos de clavo.
Clavos de despensa, vacíos ahora a la espera de
tener inquilinos de carne.
El cerdo fue
y es sostén de familias, pueblos y comarcas. Quien tenía un buen cebón
podía asegurarse el alimento del año. Y en todo esto tenían las matanzas
también su protocolo. Porque unas familias se ayudaban a otras, en fiesta
vecinal, y había turno de labor y traza en cada casa.
Los primeros los que marchaban a Extremadura con
las cabras. Viaje previsto que ya debía afrontarse con las 'buchacas' llenas.
Así que eran ellos, los trashumantes y viajeros, los que primero daban avío al
cebón, abriendo la luminaria del otoño que "inviernea".
Y no era poca labor aquella. La noche anterior
la familia se juntaba a "hacer la pica", preparar todo para el día
siguiente, donde caía ya el primer dulce y la primera pinta. La mañana de la
matanza se prendía una lumbre que con el tiempo se ganó el apelativo de
"lumbre de matanza", porque decían, lo que sufrieron sabañones, que
no había mejor ni más mordaz llama que la de la mañana de matanza.
Alrededor "della" venían las familias
y los vecinos, a frotarse las manos y echar la pinta de aguardiente "pa
entrar en calor ". Luego se sacrificaba al cerdo. Se sabe que este momento
es para creyentes y personas de momentos duros. El chillido del cebón es algo
que nunca se olvida. Y muchos, los menos "apedrados", preferían dejar
al matanchín hacer con los hombres y salían lo más lejos posible para no
escuchar el berrido. Se sabe que en esto de la muerte, mucho prefieren verla
llegada que verla llegar.
Pasado el trago, las mujeres empezaban a hacer
la morcilla, ya una vez abierto el cerdo a "desurdir" las tripas para
lavarlas y prepararlas para acoger el alma de los chorizos. Después de almorzar
se pican las carnes y ya por la tarde cuando están frías se adoban.
Y no faltaba la brisca después de comer, en el
deceso de llevar encaminada la faena, los niños se iban al "columpio",
que en otros llaman "ronjea", a la espera de la noche, que fiesta
grande, donde se ensayaban sainetes para dar ánimo y gusto al serano después de
la cena.
Y no os acostéis tarde, que mañana matan los de
la Romana. Así se rezaba la matanza.
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