jueves, 1 de febrero de 2018

El solano

ENTRESIERRASrd | Una mirada a los espacios públicos de los pueblos que siempre fueron rincón de reunión y de vecindad
No hay lugar que, con su propia toponimia, exprese mejor su esencia. El solano. Como el sequero. Explicaciones sobran. Del primero siempre se dijo que “se pasaban las tardes en el solano”, que era aquel lugar donde “pega el sol a conciencia” y hace “brigá”.

Lo de “brigá” es algo también muy típico de las tierras salmantinas, una palabra que, llevada en lenguas a otros rincones de las Españas, suena a extranjería (algún día hablaremos de estos vocabularios charros, que bien podrían ser “vocacharros”, como el “templado”, que tiene connotaciones de ambiente caluroso y por estas tierras viene a ser el que tiene la barriga bien llena).
Pero volvamos al solano. En el solano se pasaban las mujeres las tardes, no como los lagartos, al “dulce no hacer nada” calentado la piel, sino haciendo labor en comunidad, que como se trabaja mejor porque tiene la lengua qué contar y qué callar.
Se zurcían calcetines, se echaba un remiendo al pantalón “del su hombre”, y hasta el corte y confecciones de los calzones, que en aquellos tiempos donde sencillamente se vivía eran ellas, las mujeres, las que tenían que inventarse hasta la ropa interior.
Y las camisas. Y los jerseys. Estos de lanas desechas de otro jersey, que aquí se aprovechaba hasta los jirones de la pobreza.
Las mozas, por eso por ser mozas, con los rayos del sol se hacían su ajuar así el día de su boda llevaban las sábanas bien bordadas en el solano.
Los domingos también se salía al solano. Pero también en esto el espacio público, que también por aquestos lugares llaman “escortinas”, se dejaba a la fiesta de guardar. Ese ni se cosía ni se hacía punto. Mientras el hombre se iba a la taberna a echar la partida, se contaban las nuevas que hubiera habido, si había habido noche de sábado o si el hijo andaba haciendo cuentas de mili.

Qué buenas tardes de solano.   

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