ENTRESIERRASrd | La artista
local María Gómez lleva su obra con un homenaje intimista al Santo Desierto de
San José de Batuecas
“… y porque no criase yerba, se empedró con
piedras de río y pizarras toscas, haciendo éstas en su posición diferentes
labores, aunque de poca labor, para que su pobreza excitase más la devoción que
su pulidez la admiración…” (J.
Vázquez de Parga “ Memorias de las cosas particulares” Folio 24).
Con esta
frase presidiendo la exposición La
Calcografía recibe, por primera vez en una exposición individual, a la que es
quizás una de las artistas salmantinas más importantes del panorama tanto
nacional como internacional. Esta exposición titulada “Batuecas 1600” (año en
que se empezó a construir el monasterio de S. José), nos sumerge en un mundo
donde los personajes que lo habitan hacen meditación, rezan, reflexionan o ...
vuelan.
El monasterio de Batuecas ha sido considerado por
muchos como un paraíso terrenal, un jardín místico, un huerto cerrado (por la
clausura impuesta en el desierto*), allí dónde se podía realizar una feliz edad
de oro, viviendo como los primitivos cristianos: utopía soñada por muchas
generaciones.
En la tradición eremítica de Oriente y Occidente,
el hábitat natural, apartado de la civilización, formó parte de la vida de los
ermitaños.
Los
primeros carmelitas del Desierto de S. José lograron, sin pretenderlo,
racionalizar el mito regresivo de Batuecas –un recóndito valle tenido por
mágico y cargado de leyendas- en una historia de progreso: domesticaron la
naturaleza agreste haciendo ver que ni
en el valle ni en los montes que lo circundaban hubiese seres humanos extraños,
que los montes estaban vacíos y que ellos, desde su proyecto espiritual, la
fueron haciendo habitable. (1)[1]
María Gómez (Salamanca, 1953), asistió a clases en
la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca de pintura, dibujo y escultura.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona donde tiene su
primer contacto con las galerías de arte. Y en el tercer curso se traslada a la
Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Un viaje a Nueva York en
1978 le descubre en el Moma a de Saul Steinberg. Viajó con una beca de
intercambio a París en 1980-81, donde estudia Grabado con el maestro suizo
Bruno Müller. Una nueva beca (1983) le permite ampliar sus conocimientos, esta
vez en la Scuola Internazionale di Grafica de Venecia. En 1991 se traslada a
Roma con una beca para la Academia de España. Numerosas exposiciones tanto
nacionales como internacionales avalan su trayectoria.
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