viernes, 24 de febrero de 2012

La crisis y las montañas


Por Ángel de Prado. Publicado en Balcón Serrano: Revista de información y opinión sobre las actividades del proyecto piloto de desarrollo rural “Trenzando Diversidad”
Asociación Salmantina de Agricultura de Montaña (ASAM). 37671 San Esteban de la Sierra. Tf: 923435300. asam@cdrtcampos.es


Las montañas españolas representan casi el cuarenta por ciento del territorio nacional y atesoran multitud de recursos naturales y patrimoniales. Han sido lugar de vida para cientos de generaciones, pero desde mediados del siglo XX se han ido abandonando y la sociedad se ha despreocupado bastante de ellas.
Sin embargo, la naturaleza ha continuado su labor y en este momento los bosques se han recuperado en parte y los recursos naturales y los paisajes siguen modificándose, pero cada vez con más riesgo de perderse por falta de actividad humana sobre ellos y por falta de valoración de la sociedad.
Es necesario pensar en un nuevo sistema económico ante una crisis que muchos especialistas consideran de escasez de recursos a nivel mundial y de imposible solución sin un cambio de modelo de vida orientada hacia la austeridad y la conservación de los recursos.


Las montañas como reservorio de agua potable, biodiversidad, masas arbóreas que regeneran el aire y combaten el exceso de gases de efecto invernadero, paisajes y patrimonio deben ser preservadas.

Durante el siglo XXI hemos de corregir los terribles efectos provocados por la actividad humana sobre el planeta.

“Trenzando diversidad” es un intento teórico-práctico de probar soluciones a pequeña escala en la Reserva de la Biosfera de las Sierras de Béjar y Francia y el Valle del Ambroz que sirva de ejemplo para otros territorios similares de montaña del resto del país.


Creemos que estos maravillosos espacios son especialmente adecuados para el desarrollo de proyectos de vida para muchas personas que ahora se encuentran en las ciudades sin saber qué camino emprender.

El proceso español y planetario de urbanización a gran escala en pocos años ha sido posible no sólo por el crecimiento exponencial de la población sino por el derroche de carbón y petróleo que ha permitido que muy poca gente sea necesaria para el trabajo agrícola. El trabajo físico ha sido sustituido por máquinas y el abono orgánico por fertilizantes hechos con petróleo. El futuro cercano no permite pensar en esta disposición de ambos combustibles y por tanto tampoco en la forma de vida urbana que tenemos.

Ya no se discute la evidencia de que estamos viviendo el fenómeno del cambio climático en un espacio de años reducido. La Península Ibérica lo está sufriendo en mayor medida que otras partes de la Tierra y los datos de disminución de los caudales de los ríos hacen muy preocupante la disponibilidad de agua dulce para los próximos años.

Además de poner en marcha políticas de ahorro drásticas, es necesario ayudar a la recuperación de las masas forestales de las cuencas altas de los ríos y reforestar amplios territorios hoy desnudos de vegetación. Generar empleos en estas tareas conllevaría muchos beneficios ecológicos, sociales y económicos y tal vez la principal medida para amortiguar el proceso de cambio climático.

Los pueblos de las zonas de montaña disponen de un parque de viviendas de alto valor estético pero en condiciones de escasa habitabilidad. Reconvertir parte del empleo de la construcción en la rehabilitación y conservación de las magníficas arquitecturas populares para ofrecerlas a gente joven que pueda trabajar en la reforestación, conservación medioambiental y la producción de alimentos, sería una excelente medida para emplear a multitud de jóvenes desempleados.

El nuevo paradigma o modelo ejemplar para construir una forma de vida y una sociedad que pueda hacer frente al reto de la supervivencia que tenemos delante, pasa por organizar lo cotidiano y la actividad humana en comunidades pequeñas en los pueblos hoy semivacíos. Organizar la producción de alimentos para su consumo en cercanía, trabajar con inteligencia en la conservación de los suelos y la vegetación, en la restauración y el aislamiento con materiales naturales de tantas viviendas en precario, en la recuperación de huertos abandonados y las semillas locales, en la transmisión del conocimiento de los mayores para la gestión del territorio, en la investigación para resolver los problemas de modo adecuado, en la digitalización de los archivos documentales, en la conservación del paisaje y sus elementos etnográficos.

Todo este conjunto de actividades creemos son las propuestas más lógicas para que la sociedad pueda encarar el futuro y los desempleados den sentido a sus vidas. Continuar con el deseo de empleo por cuenta ajena razonablemente estable, remunerado convenientemente y que permita niveles de consumo similares a los mantenidos en los últimos treinta años, no es posible.

Nadie mínimamente informado puede creer que en España se puedan generar 300.000 empleos en las actividades económicas que hemos desarrollado en los últimos años y que además no se destruyan los que ahora existen. Y si ello fuese posible harían falta más de 15 años para conseguir emplear a todos los que ahora lo anhelan.

Por tanto es razonable avanzar estas propuestas de autoconsumo combinado con trabajos sociales que nos permitan la menor dependencia de los combustibles fósiles, de minerales y materiales escasos y de alimentos traídos de otras partes del mundo.
Este cambio imprescindible de modelo implica un cambio en los valores y las formas de vida y consumo que nuestra sociedad tiene y que no va a ser fácil aceptar después de varias generaciones de abundancia a costa de los bienes naturales. Habrá que trabajar para que sea posible.

1 comentario:

  1. Tan juicioso y realista que, me temo, a muchas personas (al menos de cierto tipo de persona. Y aún más a cierta casta) no les cabrá en la cabeza. Iniciativas de este género, se consiga algo o no en la práctica, son una esperanzadora noticia. Como extender la mano y tocar otros dedos a través de la fría pantalla... Besos.

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