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Noticia : Salamanca24Horas |
La ciudad de Béjar acogió este fin de semana la celebración
del Corpus Christi, todo un referente a nivel nacional. Y se lo ha ganado a
pulso con una tradición tan peculiar y arraigada como lo es la de los Hombres
de Musgo, quienes acompañan al Santísimo en procesión. A las 9:30 horas de la
mañana comenzaron los preparativos de estos personajes en el Convento de San
Francisco. Son varios kilos de musgo que durante horas portarán varios
afortunados, pues hay lista de espera de años para poder llevar tan peculiar vestimenta.
Tras la misa celebrada en la Iglesia de Santa María la Mayor, a las 10:30
horas, tuvo lugar la procesión. Ésta, partiendo del templo eclesial, continuó
por Rodríguez Vidal, Las Armas, Plaza de la Piedad, Martín Mateos, Sánchez
Ocaña, Paradiñas, Reinoso, Puerta de Ávila, Miguel de Unamuno, atrio de San
Juan, Mansilla, Olleros, Martín Mateos, Las Armas y, finalmente, la Plaza
Mayor. Destacar que, en diversos puntos del recorrido, las hermandades y
cofradías de Béjar han colocado altares para la oración de miles de fieles que
se acercan al Corpus de la ciudad textil.La leyenda de los Hombres de Musgo de Béjar
Cuenta la leyenda que en tiempos de Alfonso VII de
Castilla, la ciudad bejarana estaba en manos de los musulmanes. El avance árabe
había sido tan rápido como devastador y los cristianos sólo pudieron sucumbir
sin oponer apenas resistencia, siendo expulsados de los principales núcleos de
población de esta tierra en forma de piel de toro. El ánimo de los bejaranos
estuvo aplastado por el yugo bereber durante décadas. Refugiados en la Sierra,
anhelaban el día en que pudieran atisbar una ínfima porción de debilidad en el
enemigo musulmán para poder atacar con todas sus fuerzas. Pero los árabes no
ofrecían resquicio alguno. Su defensa era prácticamente impenetrable.
El destino quiso intervenir en favor de los cristianos, agudizando su ingenio
hasta límites insospechados. El día de Santa Marina, Virgen que vivió
disfrazada, un grupo de lugareños celebraba en El Castañar, en la finca
conocida como La Centena, la tradicional misa para rogar en favor de su causa.
Al terminar, la inspiración se presentó en forma de color verde esperanza. Allí
había estado durante décadas sin prestarle atención, utilizándolo sólo para
orientarse entre los bosques. El musgo. ¿Cómo no lo habían pensado antes?
Viendo la imposibilidad de acceder a la ciudad en inferioridad de número frente
al poderosos ejército musulmán, decidieron recubrir sus ropas con esta planta
para camuflarse y acceder a la ciudad sigilosamente. Pero, ¿y si les
descubrían? No había camino de retorno. La paciencia se había colmado y estaban
dispuesto a todo con tal de recuperar su amada Béjar.
Y así lo hicieron. Recubrieron su vestimenta con el musgo que crecía en las
rocas del lugar y, al amanecer, se dirigieron hasta la fortaleza musulmana
parapetados tras su camuflaje. Al clarear el día, los centinelas abrieron la puertas
de las murallas como cada mañana para que los agricultores y ganaderos
desarrollaran su labor en los alrededores de la ciudad. Los hombres de musgo
avanzaban sigilosamente debido a la dificultad que entrañaba cargar con tan
pesado traje, camuflados entre el rocío de la mañana y el brillo cegador del
primer sol de la mañana. Sin embargo, el mismo brillo que les protegía les
delató. Los centinelas musulmanes los divisaron, pero, un momento, ¿qué era
aquello? ¿Acaso las entrañas del infierno se habían aliado en su contra? Los
moros creyeron que los cristianos eran alimañas o monstruos y salieron
corriendo despavoridos sin percatarse de que las puertas de la muralla habían
quedado abiertas. Los bejaranos entraron con total impunidad y pudieron
reconquistar la ciudad, desprendiéndose de su húmedo y pesado atuendo. Al darse
cuenta del error, los árabes gritaron “¡traición, traición!”, pera ya nada
pudieron hacer y poco a poco fueron desterrados para siempre al sur del Tajo.
Desde ese día, la puerta por la que se adentraron los ingeniosos cristianos se denomina como Puerta de la Traición. Y desde entonces, el pueblo de Béjar recordó la hazaña año tras año hasta que en el siglo XIV esta conmemoración se fundió con la tradición del Corpus Christi, cuya procesión fue instituida en 1263 por el papa Urbano IV. En varios puntos de la geografía española se recogen casos similares de reconquistas con hombres revestidos de pieles o ramas. Pero nada tan peculiar como el musgo y, por si fuera poco, es el único lugar donde la tradición se ha mantenido viva, recreándose cada domingo del Corpus. Hay quienes esperan hasta cinco años para poder vestir el musgo y obtener tal honor de recordar con solemnidad a quienes también esperaron muchos años para demostrar que el orgullo y el ingenio son dos poderosas armas capaces de derrotar a la intolerancia por numerosa y poderosa que sea
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