viernes, 10 de julio de 2015

Un arado para sembrar la vida

ENTRESIERRASrd | Los vecinos de Los Santos aún guardan una de las tradiciones más antiguas de nuestra historia: la de los recién casados arando los campos
Lamentablemente, en los tiempos urbanitas que nos toca vivir, 'ser de pueblo' es una expresión que en líneas generales tiene una connotación negativa, relacionando el apelativo con retraso cultural, analfabetismo e ignorancia.
Fotografías : Casilda Merino
Más allá de ese cliché, contra el que luchamos diariamente desde esta plataforma informativa, entendemos que 'ser de pueblo' es otra cosa, y en sentido positivo, es una manera diferente de afrontar la vida, dando sentido a aspectos culturales y tradicionales que se convierten en señas de identidad. 'Ser de pueblo' es, en última instancia, aferrarse a la propia esencia y cultivarla en todos los sentidos. Sin estrecheces mentales.
Y en ese sentido, son los pueblos, y sus moradores, los que guardan aún tesoros etnológicos de incalculable valor, joyas de nuestra propia historia a veces ya perdida y solo encontrada en los libros de historia. Un ejemplo de estas viejas tradiciones ya perdidas, y solo guardadas en algunos pueblos como tesoro que pasa de generación en generación, se pudo vivir el pasado fin de semana en el municipio de Los Santos.
Allí, Marta e Isma contrajeron matrimonio y sus amigos, siguiendo la tradición ya olvidada, los llevaron a las afueras del municipio a arar los campos. Es un acto que entrelaza la tradición y la más pura gamberrada. Los novios, uncidos como bueyes, deben tirar de un arado para labrar la tierra. Signo de fertilidad, rito ancestral en busca de la prosperidad, los recién casados araron los campos como buenamente pudieron entre risas, ánimos y aplausos. Una tradición, la de arar los campos tras la boda, que va más allá de lo que somos, porque conecta generaciones con el inicio de los tiempos, milenios atrás.
Suponemos, aunque es mucho suponer, que trasladado el rito a la 'gran ciudad', los novios de la urbe deberían pasarse por un centro comercial y tirar de carros metálicos cargados de viandas. Pero no será lo mismo porque bien se sabe que la semilla no arraiga en el asfalto sino en la tierra. Y esa, por suerte, sigue siendo propiedad de 'los de pueblo'.


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