domingo, 3 de julio de 2016

"Por los malos recuerdos que el suceso dejó en Colmenar se eludía contar el episodio"

ENTRESIERRASrd | De la mano de Pedro Sánchez Gómez, nos acercamos a uno de los episodios más oscuros de la historia comarcal: la llegada a Colmenar de una partida de maquis en 1946
Maquis es el nombre genérico por el que se conoce a los grupos armados clandestinos que practicaron las técnicas de combate de guerrilla especialmente en el medio rural y natural, durante la Guerra Civil Española y su posguerra. Maquis significa "resistente" y designa a grupos de guerrilleros que formaban parte de la denominada Resistencia Francesa durante la II Guerra Mundial.
Un episodio del que apenas se habló en muchos años porque suscitaba recelos y malos recuerdos en la población, fue la llegada de una partida de maquis a Colmenar de Montemayor. El resumen de la narración está basado en unas notas inéditas del hijo del secretario del Ayuntamiento en aquella época,  que participó activamente en algunos episodios y fue testigo directo de los hechos.
"Hemos llegado a este pueblo, desorientados y necesitados de alimentos y dinero"
En un día frío de mediados de enero de 1946, la tarde del 11 concretamente, un grupo de seis guerrilleros armados -maquis- entraron en el pueblo por el camino de las Nogales procedentes de las Hoyas y llegando a la Plaza  Mayor accedieron al palacete (con origen en finales del XVII), ya que, según explicaron después,  dada la estampa señorial de la casa, intuyeron que allí vivía alguien con posibles y responsabilidades en el pueblo. Desde allí, a punta de pistola y con él como rehén, se dirigieron a la casa del Jefe de la Falange, quedándose cuatro de ellos vigilando en la plaza del Solanillo.
Enteradas las autoridades locales, -el secretario, el alguacil y el juez, de lo que estaba ocurriendo, se dirigieron hasta la casa del falangista donde el secretario solicitó a los que hacían guardia a la puerta que se identificaran, pero fue encañonado por uno de los guerrilleros que le arrebató la cartera y dirigiéndose a los demás gritó: “¡Tenemos al Secretario del Ayuntamiento!” obligándole a entrar en la casa.
En el interior, el que parecía ser el jefe, les explicó a los presentes  que eran “guerrilleros antifranquistas”, "los que conocéis como maquis - dijo - y no queremos hacer daño a nadie. Hemos llegado a este pueblo, desorientados y necesitados de alimentos y dinero y nuestra intención es obtenerlos y seguir el camino hacia el Norte". Exigieron bajo amenaza de muerte que le dieran el nombre de dos familias acomodadas del pueblo para recoger los productos que necesitaban. Salieron todos, rehenes y maquis, camino de la casa que los presentes les indicaron como las más adecuadas para cumplir la petición de los guerrilleros. Preguntaron dónde estaba el estanco y al pasar por él se apropiaron de varios paquetes de tabaco y una botella de coñac. 

En los domicilios les exigieron la entrega de los alimentos que fueron metiendo en un saco, llevándose también como rehén a uno de los propietarios. Las treinta mil pesetas exigidas debían ser llevadas a la tapia del cementerio viejo. Si en una hora no les eran entregadas, amenazaron con ejecutarlos. A petición del jefe de falange, accedieron a dejar en libertad al Secretario para que reuniera el dinero, porque consideraron que era la persona idónea para tal fin.
El cura era partidario de "abatirlos a tiros"
En la Plaza Mayor se había reunido un pequeño grupo vecinos entre los que se hallaba el cura y el juez, a los que el secretario contó lo que pasaba. El párroco, en su condición de alférez-capellán del Ejército durante la guerra, era partidario de apostarse en las cercanías del lugar y abatirlos a tiros. El buen criterio del juez hizo desistir a los presentes de tal acción, recriminándole al cura que en vez de calentar el ambiente se dedicara a rezar que era lo suyo, y así se evitó una posible masacre.
El Secretario se entrevistó con el  depositario  del Ayuntamiento, y de común acuerdo sacaron ocho mil  pesetas de los fondos que éste último custodiaba. La esposa del rehén entregó trece mil  y entre el resto de vecinos, haciendo el cura de intermediario, juntaron las nueve mil restantes.
Con las treinta mil pesetas reunidas, el secretario se acercó a las tapias del cementerio y se las entregó a los maquis que, una vez en su poder, dejaron en libertad a los detenidos y partieron por el camino de las Hoyas con rumbo desconocido.
Como era su obligación, inmediatamente intentaron poner los hechos en conocimiento de las autoridades provinciales pero no lograron comunicarse porque, el único teléfono existente en el pueblo era el de la empresa que suministraba electricidad y, como era muy corriente, no funcionaba. Se acordó que una persona se acercara a Horcajo donde había otro teléfono de la misma empresa y a las dos de la madrugada lograron contactar con el puesto de la Guardia Civil de Ledrada, con la esperanza de que en poco tiempo llegaría  la fuerza pública.
Quedó todo el pueblo confundido, agraviado y desamparado
Como a las nueve de la mañana del día 12 no se tenían noticias, se desplazaron hasta Béjar el Alcalde, que se había incorporado al grupo, el Secretario, el Jefe de Falange y un concejal, y desde allí, en taxi, viajaron hasta Salamanca para visitar al Gobernador Civil, que a la sazón era don Diego Salas Pombo, para informarle de lo sucedido.
Los recibió con actitud distante y desconsiderada diciéndoles que ya tenía noticias de los hechos y que en los próximos días se desplazaría hasta Colmenar.
El día 13 llegó al pueblo una camioneta con una docena de guardias civiles, un coche con un coronel, un capitán y un teniente de la benemérita y por la tarde  un coche con el Gobernador Civil y dos acompañantes
La autoridad provincial se indignó mucho con las autoridades locales, destituyendo en el momento a la mayoría de ellos, y  también con los vecinos a los que reunió en el portal de la Iglesia y tildó de cobardes. Dicho lo cual el ínclito Poncio se marchó y dejó a todo un pueblo confundido, desamparado, agraviado y con la sensación amarga de no haber hecho lo que de ellos esperaba Su Excelencia el Señor Gobernador, que no era otra cosa que haber repelido bravamente la agresión de “los maquis”, a sabiendas de que muchos caerían muertos, heridos o lisiados para toda la vida.
La noticia apenas tuvo eco en la prensa  local, tan sólo una reseña de la visita del Gobernador, sin mencionar los problemas que le habían llevado hasta allí y ni una palabra de la irrupción de los maquis en el pueblo.
Un capitán y dos números de la Guardia Civil tomaron declaración al jefe de Falange, a los otros dos secuestrados y al secretario. La conclusión final fue que pocos días después una pareja de la Guardia Civil de Ledrada, cumpliendo órdenes de la superioridad detuvo al secretario, al que se le acusó de “colaborador necesario”  siendo encarcelado.
El chascarrillo de la deshonra
Un grupo de más de treinta vecinos, encabezado por el jefe de Falange, pero entre los que no se encontraba ni el cura ni ninguno de los vecinos considerados “de derechas de toda la vida” se desplazó a Salamanca para gestionar su liberación, avalando el buen comportamiento del secretario en los sucesos y consiguiendo su puesta en libertad después de veintiún días de cautiverio.
Las gentes de Colmenar durante varios años tuvieron que cargar con esa cruz y con el “sambenito” de cobardes y fueron objeto de burlas, chanzas y descalificaciones en los pueblos de la comarca, con chascarrillos como: “Si queréis comprar gallinas id a Colmenar” o “Eres de Colmenar, pues no se hable más: cua… cua… cua…cua”.
Por todo esto y por los malos recuerdos que el suceso dejó entre los lugareños, en Colmenar se eludía contar el episodio, guardándolo en el lugar más recóndito de la memoria porque era mejor “no meneallo”. Hoy, transcurridos setenta años, lo sacamos a colación sin otra intención que la meramente  informativa.

(c) Pedro Sánchez Gómez



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1 comentario:

  1. Mi pregunta es la siguiente, por las fechas esta partida de maquis ¿sería la misma que estuvo en el pueblo de Los Santos en la que mataron a algunas autoridades? Yo desde niño oí contar la historia a mi padre, años ha fallecido, y que era del cercano pueblo de Casafranca. Agradecería alguna información al respecto. Saludos cordiales.

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