viernes, 2 de septiembre de 2016

El cazador cazado

ENTRESIERRASrd | Alberto Paredes nos ofrece su mirada especial a la "Naturaleza" serrana a través de un cuento con moraleja
Marta Chaves (ilustración & diseño) www.martachaves.es
- ¡Daros prisa, prepararos!-dijo la mamá corza a sus corcinos Jara y Zepo. Me ha dicho Ronzo, el jabalí: -desde que han puesto esculturas metálicas en el Camino del Agua, han ido casi todos los animales del monte a visitarlas, debemos de ser los únicos que no nos hemos acercado para verlas.
Siempre estamos aquí, metidos en la Reserva de Caza… hace mucho que no voy por ese lugar.
Recuerdo la última vez, cuando aún vivía vuestro padre, al llegar a él, nos dimos la vuelta porque había un cazador que escondido detrás de una roca impaciente esperaba a su presa.
Lera, nacida y criada en el valle de su mismo nombre, gustaba de enseñarle a sus pequeños la vegetación, la fauna, así como los sitios más entrañables de su entorno, que aprendieran cosas nuevas para poderse valer por sí solos pronto en la vida.
-Bonita mañana para pasear, Lera, ¿hacia dónde te diriges? - le dijo Pica, la pega. –Vamos para el Bocino, a que conozcan mis retoños el “arte en la naturaleza”.
Caminaban por las trochas al abrigo de las retamas, Lera, conocía toda la clase de peligros que acechaban en el monte.
Al llegar junto a un pasil atravesaron el arroyo, y lo primero que se encontraron fue una gran jaula. -¡Mamá! gritó Zepo asustado-, qué significa eso, ¿es para encerrar animales? Lera, le contestó:
-A ver pequeños, reflexionar un poco, -¡sí!, es una jaula-. Yo la interpreto, que colocada en esta roca asomando al valle, el artista nos viene a decir: que la naturaleza se encuentra atrapada, nosotros también somos parte de ella y en cierta forma, por mucho que nos cuiden, nos encontramos igual… ¡atrapados!
-¡Ah! -respondieron los dos corcinos.
Siguieron caminando aguas abajo, esta vez fue Jara quién dijo: -¡mamá!, otra jaula.
-¡No!, no es una jaula, es una ninfa.
-¿Qué es eso?-respondieron los dos al mismo tiempo.
-Vuestro padre, me contó una vez que en el bosque también habitaban pequeños duendecillos y hermosas sirenas en las aguas, estas, no se dejan ver, solo algunas noches se oye por el bosque un dulce canto; es la magia del bosque con el canto de las sirenas.
Por eso está aquí, en honor a ellas para que vosotros la admiréis.
Seguíamos con rumbo incierto, animados por el trino de un acentor que, desde una rama nos saludaba con su alegre canto mañanero.
En el alto, el escribano, posado en el bronce de su pluma le respondía con un gorjeo tomando buena nota de todo cuanto a su alrededor acontecía, alardeando del colorido de su plumaje y de su buen hacer.
En el agua, dejábamos reflejadas nuestras emociones bajo el sol; al asomarme a él, la magia de ese momento bañaba mis pupilas…
-¿Dónde está el camino? -me preguntaba-. Al mismo tiempo que desde mi interior, una voz me respondía: -junto al camino el río.
Lera, les dio a probar majuelas y endrinas, que al borde de la ribera plácidamente degustaban. Les encantaron.
-¡Hala!, y esas sillas tan enormes, -¡es verdad!, ¿para qué son?
-Están puestas ahí, para el descanso y solaz, poder escuchar el sonido del silencio, como ya os he enseñado chicos…
Jara, Zepo, tenéis que saber que al bosque también acude el guerrero, siempre pertrechado con toda clase de artilugios y, al que debemos muy bien evitar.
Traicionera es la mañana cuando huele a pólvora quemada.
-¿Entonces no es nuestro amigo, cómo las sirenas? –dijo Zepo.
 -¡No!-respondió Lera.
Saliéndole de su boca un débil tono de voz un tanto apenada.
Todo esto que os digo, cuando seáis más mayores lo comprenderéis; codiciarán las puntas de vuestra testuz…
Cruzaron el puente de los tres ojos, Lera venteaba los aires, un impulso le hizo volver la cabeza, miraba un tanto inquieta.
 Atrás quedaba el camino andado… delante el camino por descubrir… iba muy metida en sus pensamientos, en su interior una voz le decía:
“-En buena compañía vas, ¡eh! Lera,- el viaje lo hacemos juntos…
-Guíame bien, llévame lejos, te acompañaré… ¡escapémonos le propuse! Ahí dónde tú me lleves quiero ir…–dijo Lera.
-Ahí donde tú vayas quiero estar - respondió la voz.”
Jara y Zepo se arrimaron al calor de ella, -¡mamá!-. Vinieron a sacarla de su ensimismamiento para traerla al “mundo real”, qué, por un momento había dejado a un lado. En poco tiempo era mucho lo recordado y, varias veces las que se había “perdido”.
Sería la magia de la ninfa, que al volver Lera a encontrarse de nuevo en aquel lugar y con el murmullo del agua, puso en ella una nota de frescor, el alivio que le faltaba.
-¡Chicos!, es hora de regresar, nuestro valle nos espera.
-¡Jo mamá, ahora que lo estábamos pasando tan bien!
-¡Lo sé, lo sé!-dijo Lera.
¡Silencio!, ¡esconderos!, he presentido que cerca está el guerrero.
Lera, olfateaba detenidamente; a lo lejos, detrás de una peña vio un reflejo, era un visor que escudriñaba cada rincón del monte.
-¡Rápido, agacharos! -les dijo.
Posada en una rama, Pica le cuenta al cazador:
-Acabo de ver al jabalí en los pasiles del Bocino… se estaba pegando un baño en esta mañana tan hermosa y soleada.
Sin decir una palabra más, levantó el vuelo.
El cazador, escopetado dirigió hasta allí sus pasos.
Ronzo, en sigilo, aguardaba escondido detrás de unos zarzales junto a la jaula.
Pica, que había llegado antes, se posó en ella esperando la llegada del cazador.
-Pues, aquí fue donde le vi señor cazador,… parece que viene un poco fatigado,… tengo unas cerezas que acabo de coger, están maduras y muy dulces.
-¡Mentirosa, alcahueta!, ahora no es la época de las cerezas –dijo el cazador.
-Tampoco deberías tú, estar aquí cazando a los animales del bosque, ni ahora, ni nunca –le contestó Pica malhumorada.
El cazador se sentó para tomar un poco de aire, que ya le faltaba.
 Pica levantó el vuelo,… momento que aprovechó Ronzo para dar un fuerte empujón y voltear la jaula de tal forma que, quedó el cazador atrapado y metido dentro de ella.
Pica enseguida fue al encuentro de Lera y sus retoños, que aún seguían agazapados y, a un silbo de ésta, fueron saliendo poco a poco de su escondite.
-Jara, Zepo, ¡ahora sí!-, ya nos podemos marchar tranquilos a nuestro valle.
Y colorín colorado, con este cuento, hasta aquí hemos llegado.

                                                                                   Alberto Paredes
                                                                                         Abr. 2016
“ Moraleja pequeñ@s lector@s,
anotarlo en vuestras carpetas
cuando seáis más mayores,
alejaos de las escopetas.”     




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