ENTRESIERRASrd | Alberto Paredes nos
ofrece su mirada especial a la "Naturaleza" serrana a través de un
cuento con moraleja
Marta Chaves (ilustración & diseño) www.martachaves.es |
- ¡Daros prisa, prepararos!-dijo la mamá corza a
sus corcinos Jara y Zepo. Me ha dicho Ronzo, el jabalí: -desde que han puesto
esculturas metálicas en el Camino del Agua, han ido casi todos los animales del
monte a visitarlas, debemos de ser los únicos que no nos hemos acercado para
verlas.
Siempre estamos aquí, metidos en la Reserva de
Caza… hace mucho que no voy por ese lugar.
Recuerdo la última vez, cuando aún vivía vuestro
padre, al llegar a él, nos dimos la vuelta porque había un cazador que
escondido detrás de una roca impaciente esperaba a su presa.
Lera, nacida y criada en el valle de su mismo
nombre, gustaba de enseñarle a sus pequeños la vegetación, la fauna, así como
los sitios más entrañables de su entorno, que aprendieran cosas nuevas para
poderse valer por sí solos pronto en la vida.
-Bonita mañana para pasear, Lera, ¿hacia dónde
te diriges? - le dijo Pica, la pega. –Vamos para el Bocino, a que conozcan mis
retoños el “arte en la naturaleza”.
Caminaban por las trochas al abrigo de las
retamas, Lera, conocía toda la clase de peligros que acechaban en el monte.
Al llegar junto a un pasil atravesaron el
arroyo, y lo primero que se encontraron fue una gran jaula. -¡Mamá! gritó Zepo
asustado-, qué significa eso, ¿es para encerrar animales? Lera, le contestó:
-A ver pequeños, reflexionar un poco, -¡sí!, es
una jaula-. Yo la interpreto, que colocada en esta roca asomando al valle, el
artista nos viene a decir: que la naturaleza se encuentra atrapada, nosotros
también somos parte de ella y en cierta forma, por mucho que nos cuiden, nos
encontramos igual… ¡atrapados!
-¡Ah! -respondieron los dos corcinos.
Siguieron caminando aguas abajo, esta vez fue
Jara quién dijo: -¡mamá!, otra jaula.
-¡No!, no es una jaula, es una ninfa.
-¿Qué es eso?-respondieron los dos al mismo
tiempo.
-Vuestro padre, me contó una vez que en el
bosque también habitaban pequeños duendecillos y hermosas sirenas en las aguas,
estas, no se dejan ver, solo algunas noches se oye por el bosque un dulce
canto; es la magia del bosque con el canto de las sirenas.
Por eso está aquí, en honor a ellas para que
vosotros la admiréis.
Seguíamos con rumbo incierto, animados por el
trino de un acentor que, desde una rama nos saludaba con su alegre canto
mañanero.
En el alto, el escribano, posado en el bronce de
su pluma le respondía con un gorjeo tomando buena nota de todo cuanto a su
alrededor acontecía, alardeando del colorido de su plumaje y de su buen hacer.
En el agua, dejábamos reflejadas nuestras
emociones bajo el sol; al asomarme a él, la magia de ese momento bañaba mis
pupilas…
-¿Dónde está el camino? -me preguntaba-. Al
mismo tiempo que desde mi interior, una voz me respondía: -junto al camino el
río.
Lera, les dio a probar majuelas y endrinas, que
al borde de la ribera plácidamente degustaban. Les encantaron.
-¡Hala!, y esas sillas tan enormes, -¡es
verdad!, ¿para qué son?
-Están puestas ahí, para el descanso y solaz,
poder escuchar el sonido del silencio, como ya os he enseñado chicos…
Jara, Zepo, tenéis que saber que al bosque
también acude el guerrero, siempre pertrechado con toda clase de artilugios y,
al que debemos muy bien evitar.
Traicionera es la mañana cuando huele a pólvora
quemada.
-¿Entonces no es nuestro amigo, cómo las
sirenas? –dijo Zepo.
-¡No!-respondió Lera.
Saliéndole de su boca un débil tono de voz un
tanto apenada.
Todo esto que os digo, cuando seáis más mayores
lo comprenderéis; codiciarán las puntas de vuestra testuz…
Cruzaron el puente de los tres ojos, Lera
venteaba los aires, un impulso le hizo volver la cabeza, miraba un tanto
inquieta.
Atrás
quedaba el camino andado… delante el camino por descubrir… iba muy metida en
sus pensamientos, en su interior una voz le decía:
“-En buena compañía vas, ¡eh! Lera,- el viaje lo
hacemos juntos…
-Guíame bien, llévame lejos, te acompañaré…
¡escapémonos le propuse! Ahí dónde tú me lleves quiero ir…–dijo Lera.
-Ahí donde tú vayas quiero estar - respondió la
voz.”
Jara y Zepo se arrimaron al calor de ella,
-¡mamá!-. Vinieron a sacarla de su ensimismamiento para traerla al “mundo
real”, qué, por un momento había dejado a un lado. En poco tiempo era mucho lo
recordado y, varias veces las que se había “perdido”.
Sería la magia de la ninfa, que al volver Lera a
encontrarse de nuevo en aquel lugar y con el murmullo del agua, puso en ella
una nota de frescor, el alivio que le faltaba.
-¡Chicos!, es hora de regresar, nuestro valle
nos espera.
-¡Jo mamá, ahora que lo estábamos pasando tan
bien!
-¡Lo sé, lo sé!-dijo Lera.
¡Silencio!, ¡esconderos!, he presentido que
cerca está el guerrero.
Lera, olfateaba detenidamente; a lo lejos,
detrás de una peña vio un reflejo, era un visor que escudriñaba cada rincón del
monte.
-¡Rápido, agacharos! -les dijo.
Posada en una rama, Pica le cuenta al cazador:
-Acabo de ver al jabalí en los pasiles del
Bocino… se estaba pegando un baño en esta mañana tan hermosa y soleada.
Sin decir una palabra más, levantó el vuelo.
El cazador, escopetado dirigió hasta allí sus
pasos.
Ronzo, en sigilo, aguardaba escondido detrás de
unos zarzales junto a la jaula.
Pica, que había llegado antes, se posó en ella
esperando la llegada del cazador.
-Pues, aquí fue donde le vi señor cazador,…
parece que viene un poco fatigado,… tengo unas cerezas que acabo de coger,
están maduras y muy dulces.
-¡Mentirosa, alcahueta!, ahora no es la época de
las cerezas –dijo el cazador.
-Tampoco deberías tú, estar aquí cazando a los
animales del bosque, ni ahora, ni nunca –le contestó Pica malhumorada.
El cazador se sentó para tomar un poco de aire,
que ya le faltaba.
Pica
levantó el vuelo,… momento que aprovechó Ronzo para dar un fuerte empujón y
voltear la jaula de tal forma que, quedó el cazador atrapado y metido dentro de
ella.
Pica enseguida fue al encuentro de Lera y sus
retoños, que aún seguían agazapados y, a un silbo de ésta, fueron saliendo poco
a poco de su escondite.
-Jara, Zepo, ¡ahora sí!-, ya nos podemos marchar
tranquilos a nuestro valle.
Y colorín colorado, con este cuento, hasta aquí
hemos llegado.
Alberto Paredes
Abr. 2016
“ Moraleja pequeñ@s lector@s,
anotarlo en vuestras carpetas
cuando seáis más mayores,
alejaos de las escopetas.”
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